Dash escuchó a su papá tocándole la puerta mientras le decía que ya era hora de levantarse. Él le recordó con somnolencia lo que Leah había dicho dijo la noche anterior: que las autoridades habían pedido al menos dos semanas a partir de esa mañana para esclarecer los hechos del crimen.
—¡Despierta! ¡Tenemos que ir al colegio a recoger tus cosas! ¡Necesito estar en el trabajo antes de las nueve! —le gritó su padre, ofuscado por el tiempo tan limitado.
Asomó la cabeza por las escaleras preguntándole si le habían dicho que debía presentarse al colegio con el uniforme. Deslizó la puerta del armario de madera, que tenía cuatro secciones, movió los ganchos eligiendo cualquier ropa que encontrase decente en el momento. Se agachó a recoger un par de tenis. Dejó la ropa lista en la cama y comenzó a desvestirse.
Por lo usual su habitación siempre estaba hecha un desastre. En el centro de su cuarto había una alfombra circular, de color azul oscuro con estrellas amarillas y una luna menguante de un azul más claro. Había dejado una pelota de béisbol y un par de hojas sueltas por el tapete. Alrededor se encontraban esparcidas un par de cajas de cartón con dibujos de galaxias. Se lo habían asignado como proyectos caseros que todavía seguían a medias. Esa tarea era para el día siguiente con su profesora de ciencias; no se hubiese salvado de haber recibido las clases.
Tiró el pijama a la cesta de la ropa sucia, como si fuera una canasta de básquetbol, se amarró el nudo de las tenis y se fue a peinar al espejo.
Justo en el centro de la cama tenía la vitrina de los zapatos, con la fecha de sus tres primeros años de vida, en un marco de color café y un fondo verde oscuro. Arriba de la vitrina había tres tablas de snowboard en miniatura que formaban una sola imagen: la pintura de unos extraterrestres succionando desde su nave a los animales del campo, con la sombra de algunas nubes en el cielo y un extenso valle con cercos de madera. Los dos ventanales de color gris con curvas blancas estaban en ambos lados de la cama. El resplandor del sol se reflejaba en las mesas de noche. Desde ahí se podía ver el faro de la playa.
Volvió corriendo a la habitación con un rollo de papel; estornudó varias veces sin que pudiera darle el tiempo necesario de ponerse el antebrazo. Se vio en el espejo: tenía la nariz roja y le goteaban los mocos. Se limpió los restos en el papel hasta agotar su utilidad. Estaba pensando en decirle a su papá que, después de todo, no podría acompañarlo al colegio sintiéndose así.
Se apoyó en el marco de la puerta gritándole a su papá que no iría porque se sentía enfermo, su cuerpo se encontraba dolorido por las horas que había tenido que sufrir encerrado en el armario, y el cambio brusco de temperatura entre el calor y el frío de la noche le había hecho entrar en un cuadro de gripe.
Le extrañó que Phoenix a esas alturas tuviera la puerta de su habitación cerrada.
Mientras se enjuagaba, se rio como si hubiese invocado su presencia desde el más allá, al escucharla abrir la puerta de su habitación con brusquedad, preguntando dónde estaban los demás.
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Un amor más profundo que el océano - [borrador]
Ficción General🏅FINALISTA DE LOS PREMIOS WATTYS 2022 EN LA CATEGORÍA DE NOVELA JUVENIL. 💜 III BORRADOR DE LA NOVELA Fairview no es un pueblo normal y corriente, allí no hay direcciones, ni alumbrado público. Por todas sus calles y edificios se extiende un aura...