Capítulo I: Jaula hecha, pájaro muerto (I parte)

269 20 43
                                    


Invierno de 1998

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Invierno de 1998.

Kacey observó desde el cristal de la puerta la silueta de su hijo, que deambulaba por un extremo de la sala; apenas alcanzó a verle el flequillo de su pelo rubio, que le cubría la mitad de la frente. Ella había estado tocando la puerta por casi diez minutos, y, aún después de todo ese tiempo, su hijo no se había dignado a moverse del televisor. Ya había intentado girar las perillas de ambas puertas, pero Dash las había cerrado con llave. Incluso había intentado ver si alguien más estaba dentro de la casa para que le pudiera ayudar, pero, para su mala suerte, a su celular se le había descargado la batería. Todos esos contratiempos la estaban haciendo perder la paciencia.

Las gotas de lluvia empezaron a caer, enjuagando su maquillaje. A los segundos, sintió como caía el baldazo de agua sobre sus hombros. Se abrazó a sí misma, tratando de resguardarse de la fuerte corriente de aire que venía de las montañas; se terminaría resfriando si seguía allí por más tiempo. Su piel desnuda se erizó al sentir el contacto con la brisa. El abrigo de color vino de talla extragrande la cubría como si se tratara de un gran vestido, llevaba unos jeans por debajo y un par de zapatillas amarillentas y desgastadas.

Desamparada, sin encontrar ningún otro lugar para refugiarse, se quedó a esperar, temblando, bajo el extenso tejado de color oscuro que cubría las puertas de cristal que brindaban acceso a su acogedor hogar.

Dash le subió todo el volumen al televisor, por temor a perderse una buena escena mientras atendía lo que pasaba afuera. Poco a poco, se fue alejando con mucha dificultad del televisor, como si alguien le hubiera puesto pegamento en los zapatos, hasta que corrió a la puerta del recibidor que conducía a la sala, una de las entradas de su casa.

Como el vidrio de la puerta era transparente, él podía ver el reflejo de su madre sin problemas. Tuvo miedo de abrirle la puerta y dejarle entrar, de encontrarse de nuevo a solas con ella. El sentimiento de angustia le hizo desear que su papá regresara pronto a casa. Kacey, su mamá, estaba dándole la espalda, sentada encima de sus maletas, refugiándose de la lluvia que caía con fuerza y la forzaba a recoger las piernas mientras tiritaba de frío en un rincón. Su pelirroja cabellera se había convertido en una capa de color rojo cobrizo oscuro, y su cuerpo estaba empapado.

Dash tocó el vidrio para hacerle saber que ya estaba allí. Ella se levantó para empezar a recoger sus maletas. Él abrió la puerta, aún en silencio. Estaba cabizbajo y no le entusiasmaba verla de regreso; tenía la vista perdida enfocada en algún punto del recibidor, mientras ella se esforzaba por abarcar con los dos brazos todo el equipaje que pudiera. A veces parecía que ella se iba a tropezar y caer boca abajo con el equipaje, pero había logrado manejar el asunto con delicadeza, una vez que pudo meter todas las maletas que había dejado en la entrada. Su mamá se puso las manos en las caderas, como si estuviera esperando que él le dijera algo; Dash supuso que quería que la hiciera sentir bienvenida de nuevo en casa. No se veía ningún rastro de molestia en su rostro, pero él seguía desconectado e inquieto, no tenía nada que decirle.

Un amor más profundo que el océano - [borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora