Ese lunes apenas se cumplían ocho días de haber visitado al pediatra, pero se sentía como si hubiese pasado más tiempo.
El viernes de esa semana ya sería el 2 de marzo. Dentro de poco los profesores de las clases electivas irían a visitarlo dos veces por mes, hasta principios de junio, cuando concluyeran las clases. No sabía qué tan bien le saldrían los resultados finales, ni como lo evaluarían; pero, si no se lo tomaba en serio ahora, la mediocridad lo terminaría perjudicando al final del curso.
Después de casi media hora de estar peleando, entre altibajos y forcejeos, Phoenix logró quedar vestida. Dash la cargó en brazos hasta la cocina; revisaría la plataforma de la secundaria apenas terminara de hacer ejercicio. El reloj del canal indicaba que apenas serían las seis y media de la mañana; le alivió saber que todavía estaba a tiempo para irse a entrenar. Por lo general, eran dos horas de ejercicio, pero terminaba reduciéndolas para tener tiempo de bañarse, porque las otras clases empezaban a las ocho. Al menos le reconfortaba saber que ahora no se encontraba llevando toda la carga de los quehaceres por su cuenta.
Sus tías anunciaron por la televisión que después de un mes y medio, los fugitivos de la pandilla de los Fire Riders, fueron descubiertos esa mañana por las autoridades mexicanas en la ciudad de Tijuana, en uno de los allanamientos. El grupo estaba escondido en la casa de otras pandillas asociadas. Los chicos aparecieron en pantalla. La mayoría caminaba con la cabeza gacha mientras eran escoltados por la policía hacia las patrullas. Otros, se atrevían a ver hacia las cámaras con gestos obscenos al tiempo que decían el lema que los identificaba. Dash todavía no lograba comprender qué tenían ese tipo de personas en la cabeza, para querer condicionar su libertad.
Kennedy intentó contactar desde el estudio al corresponsal que daba la noticia desde el lugar, en vivo, horas después del suceso que había ocurrido en la madrugada. Se mencionaron algunos datos sobre los miembros. De momento se sabía que en la redada se había capturado a la mayoría. Se mostraron las fotos de sus rostros en pantalla: tenían la cara llena de tatuajes, algunos tenían piercings en las cejas o en la boca, e iban con la cabeza rapada. Casi todos eran menores de edad. Posaban ante la cámara con una mirada desafiante como si estuviesen sacando pecho, preparándose para pelear contra el camarógrafo. El periodista explicó que ya eran rostros conocidos ante la ley. A esa hora los reclusos ya se encontraban de regreso en los Estados Unidos, en prisión preventiva, preparándose para el primer juicio que sería en un par de semanas.
El reportaje concluyó con sus dos tías despidiéndose de los televidentes, con una canción de piano de fondo, como tributo a las familias de las cuarenta víctimas que habían muerto en el tiroteo el 15 de enero del 2001.
Escuchó a Kacey diciéndole a su papá que lo llamaría luego, y se levantó del asiento para lavar sus trastes.
Isabella ya se encontraba afuera. Las dos hermanas se dieron un cálido abrazo. Su tía le sonrió, alzó la mano y no se separó de su mamá por unos segundos. Él le devolvió el saludo a la distancia y continuó fregando.
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Un amor más profundo que el océano - [borrador]
General Fiction🏅FINALISTA DE LOS PREMIOS WATTYS 2022 EN LA CATEGORÍA DE NOVELA JUVENIL. 💜 III BORRADOR DE LA NOVELA Fairview no es un pueblo normal y corriente, allí no hay direcciones, ni alumbrado público. Por todas sus calles y edificios se extiende un aura...