꒰ ͜͡➸ Epílogo

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24 de diciembre de 2006

Mis dieciséis años se habían completado y luego de un día completamente agotador finalmente pude ir a descansar a mi cama, mis dolores de cabeza no paraban y según los médicos lo mejor era dormir.

Finalmente logré caer al mundo de los sueños y al abrir mis ojos me encontraba en un gran prado verde. El viento fresco de la noche chocó con mi anatomía y me permití apreciar el paisaje, donde varias flores de diversos colores decoraban el amplio lugar y en el cielo se alzaban las constelaciones con una hermosa luna llena, ni siquiera necesitaba luz artificial ya que el satélite natural se encargaba de alumbrarme.

- ¿Un sueño? –murmuré sin entender.

- Puede ser.

Mi cuerpo se puso en alerta al oír aquella voz tan conocida, giré rápidamente y me encontré con una mujer. La fémina no debía pasar de los veinte años, sus cabellos eran rubios y sus orbes eran de color marrones con destellos amarillos.

- Nava... -susurré sorprendida al reconocerla.

Ahí estaba ella, mi yo anterior.

- ¿C-cómo es que estás aquí? –pregunté con mis ojos cristalizados.

No podía comprenderlo, desde que renací no la había visto en más que recuerdos, su voz y apariencia estaban borrosas en mi mente y verla ahora me estaba inundando de tristeza.

- Me alegro que te veas saludable –habló.

Quería llorar, su voz era fría y sin emociones, su postura era rectada digno de un soldado, y su rostro se mostraba impasible. Era una muñeca sin vida ¿así era yo?

- Y-yo... -quise hablar pero no me salían las palabras.

- No hace falta que digas algo –ladeo un poco su cabeza- Solo quiero hacerte una pregunta, luego me iré y te dejaré tranquila.

Nuestros cuerpos no estaban tan separados, una distancia de dos metros era lo que nos mantenía lejos de cada una.

- ¿Ahora eres feliz? –cuestionó.

No contesté de inmediato, mis lágrimas salieron sin control y sentía que me ahogaba, aquella pregunta me había atravesado profundo. No le quiero contestar, no quiero que se aleje, tengo tanto por decirle.

- Serafine Seki –pronunció más seria- ¿Eres feliz? Responde.

- ¡Si te respondo te iras!

- Necesito saber la respuesta, así podré estar satisfecha.

- ¡No, tengo tanto por decirte! ¡Y-yo...!

- Serafine –me llamó suavemente, un tono de voz que jamás había oído de ella ¿alguna vez hablé asi en mi anterior vida?

- No quiero que te vayas –sollocé- Eres parte de mi...

- ¿Eres feliz? –volvió a repetir.

- Si –solté con más lágrimas.

Mi rostro se mantuvo oculto, odiaría que ella me viese en esta forma. Más una risa encantadora resonó por el prado, causando que levantara mi cara para observarla.

Ella estaba sonriendo.

Sus dientes formaban una hermosa sonrisa y sus mejillas estaban sonrojadas. Nava estaba tan espléndida y la luz de la luna solo aumentaba la bella imagen de ella riendo.

Mis lágrimas solo aumentaron, era la primera vez que la oía reír, jamás permitieron que demostrara emociones. La habían convertido en un títere, y verla de aquella manera, tan alegre, me rompía.

- Me alegro –dijo contenta- Ahora puedo irme en paz.

- ¡No, espera! –grité.

Su cuerpo se estaba desvaneciendo de sus pies a cabeza lentamente. No dudé y corrí hacia la rubia, apresándola en un abrazo fuerte y sorprendiéndola por la acción, siendo su sorpresa entendible si el alma y vida de Nava David nunca recibió una muestra de cariño.

- ¡No eres una inútil! ¡Eres más que suficiente! –le dije llorando- ¡No le hagas caso al idiota de Samael, él no tiene ni idea de cuanto vales! ¡Eres una persona inteligente, valiente, poderosa, y mereces ser respetada!

Cuanto me dolía decirle aquello, pero sabía que ella lo necesitaba, porque son palabras que me hubiera gustado escuchar en mi anterior vida.

- ¡No te merecías ese trato de mierda, ni siquiera el pétalo de una rosa tenía el derecho de lastimarte! ¡Tú, tanto como cualquier otra persona en el universo entero, merece amor y afecto! –sollocé sin control y apreté más el abrazo.

Las luciérnagas comenzaron a salir y bailaban a nuestro alrededor, su cuerpo seguía desvaneciéndose mientras yo seguía llorando y ella aún no emitía alguna palabra.

- ¿Es así? –murmuró finalmente.

- ¡Si! –respondí segura.

Sentí como mi abrazo era correspondido con fuerza, su cabeza se apoyó en mi cuerpo y pequeñas lágrimas salían de sus ojos marrones mojando mi hombro.

La anatomía de la rubia continuó desapareciendo y me separé cuando ella me obligó a retroceder, una hermosa sonrisa decoraba su rostro y sus ojos soltaban lágrimas. Y mi llanto empeoró aún más al ver como en su cara se mostraba el alivio.

- Gracias... –dijo evaporándose por completo.

Caí de rodillas y seguí llorando mientras los bichitos de luz continuaban volando a mi alrededor. Mi cuerpo sintió tantas emociones en un segundo que lo único que podía hacer era soltar en llanto, liberando todo el peso de mis hombros. Sin embargo, estaba realmente feliz de saber que Nava se fue de este plano terrenal sabiendo que era apreciada.

Mis lágrimas no cedían aun cuando mi cabeza dolía y las flores comenzaban a rodear mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, cayendo en la oscuridad.

- ¡Nee-san!

Aquel grito provocó que me despertara asustada, me senté en mi cama respirando agitadamente y mis manos no tardaron en dirigirse a mi cara, tocando el agua en mis mejillas.

- ¿Por qué lloras? –me preguntó Raiden mirándome preocupado.

- No tengo idea –me recosté- Tuve un sueño donde una mujer rubia me hablaba, pero ni siquiera la conozco.

- Si no es nada malo, está bien –me sonrió y se dirigió hacia la puerta- Levántate, papá hizo el desayuno esta vez y mamá no para de burlarse por las formas de osito en los panqueques.

- De acuerdo, no tardo.

Me levanté y comencé a cambiarme mientras mis emociones se calmaban, no conozco a esa chica de mi sueño, pero mi conciencia estaba extrañamente aliviada de saber que esa rubia desapareció con una sonrisa.

- ¡Serafine, apúrate! –gritó mi madre.

- ¡Ya voy, ya voy!

Again || Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora