Capítulo XXII: El Entrenamiento del Toro y el Dragón

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La ciudad estaba dormida.

Ni una sola luz parpadeó en toda la Mansión del Crepúsculo, hogar de la <Familia Loki>.

El edificio residencial y sus alrededores corrían densamente con sombra. Los miembros de la Familia se pusieron a vigilar la puerta principal en conjuntos de dos a pesar de las garantías de su Dios principal que <Todo está bien, no se preocupen>. Incluso ahora, los guardias cambiaban de turnos, desde un conjunto mixto de humanos hasta un par de elfos y semi-humanos. Dentro de la propia mansión, las lámparas de Piedra Mágica parpadeaban inconstantemente en los pasillos como candelabros.

El acompañamiento del edificio principal era muchas torres, empujado hacia arriba como las lanzas en el cielo. Una de esas torres era la torre de la doncella, donde sólo la más hermosa de las mujeres, explorada por la misma Loki, residían.

Fue desde dentro de esa penumbra que emergió una silueta.

Se deslizó una pierna en pijamas con volantes, descendiendo al piso de abajo. Había el susurro de una tela, escondido en una oscuridad tan negra como el mundo más allá de las cortinas de la ventana de atrás.

La figura oscura se cambió de ropa, cuidando de estar en silencio para no despertar a sus compañeros de cuarto, que aun dormían en sus camas. Luego se deslizó por la puerta y en la noche.

--No puedo creer que me haya despertado tan temprano...

Lefiya murmuró para sí misma al salir de la habitación, con su larga cola de caballo de oro siseando detrás de ella.

Ya habían pasado cuatro días desde su último enfrentamiento con Revis y sus criaturas en la despensa del 24° Piso.

Después de sucumbir al Mente Cero y descansar durante casi tres días consecutivos, Lefiya nunca había estado más despierta. Sintiéndose renovada y rejuvenecida, e incapaz de dormir ni un momento más, sintió que sus orejas de elfo se movían de un lado a otro mientras bajaba de puntillas por el estrecho pasillo.

Bien podría aprovechar esta oportunidad para entrenar, ¿Verdad?

Ella rizó sus manos en dos puños apretados, rebosante de determinación.

El incidente en el 24° Piso le había recordado lo impotente que era en realidad. Ella reafirmo su determinación de hacerse más fuerte, no sólo para asegurarse de que nunca volvería a atrasar a sus mayores en la Familia Loki, sino por su propio bien, también.

Una llama se encendió en sus ojos azules.

¡Si es tan temprano, incluso podría tener la oportunidad de entrenar con Aizu-san o Axel-san!

Su habitual rostro digno y compuesto de elfo se disipó en un instante.

No había nadie a quien Lefiya admirara más que a la espadachín de pelo y ojos dorados y el chico dragón de cabello blanco y ojos carmesí. Aizu nunca faltó a una sesión de entrenamiento, despertando en las madrugadas para afinar su trabajó de espada, mientras que Axel por lo general entrenaba sus habilidades cuando no tenía que bajar al Calabozo. Si Lefiya se fuera ahora, había una posibilidad de que pudiera pasar tiempo con alguno de los dos. Sintiéndose un poco furtiva, o tal vez más que un poco, sus pies parecían estar prácticamente saltando cuando ella se apresuró.

Entrenando tan temprano, ¿Lefiya? Estoy impresionada. Sí, aprovechar desde tan temprano en el día para entrenar las habilidades de uno mismo es lo mejor, eres grandiosa, Lefiya. ¡Oh Aizu-san, Axel-san! ¡Esto no es nada! Todavía tengo mucho que aprender, así que al menos esto se espera. Ehehehe, pero me gusta la alabanza...

Danmachi: El Aventurero DragonicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora