Capítulo 4

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Las manos de Arley se movían nerviosas sobre la pantalla del celular, había salido de la oficina, ahora estaba nuevamente en la sala de espera, con su teléfono en mano y una foto de William Floyd en la pantalla, Arlye no podía creer que no lo había conocido, le había dicho en la cara que no sabía quién era. El joven estudiante de derecho estaba seguro de que había perdido la oportunidad. Trago de forma nerviosa mientras secaba el sudor de sus manos en su pantalón, quería ocultarse, se sentía bastante avergonzado. Sus ojos se movieron hacia su derecha encontrando a Oliver profundamente concentrado en su lectura, algo que le causó una inmensa ternura, recordándose a sí mismo y su infancia, sonrió.

―Joven Johnson―llamó la secretaria desde su escritorio―. Lo requieren en la oficina.

―Muchas gracias―dijo él con una tímida sonrisa, sintiendo que sus nervios iban cada vez más en ascenso―. Vamos Oli― indicó mientras colocaba nuevamente la mano en el hombro de su hermano pequeño.

Ambos ingresaron a la oficina donde los tres hombres los esperaban, dos de ellos bastante alegres y el otro mantenía un rostro estoico, Arley se preguntó si era él o la actitud normal del hombre.

William había decidido que el joven era el mejor dispuesto, quien probablemente estaba deseoso del trabajo y podría con él. También siguiendo el consejo de Marcus quien le había dicho que era quien peor tendría la situación si lo traicionaba, sin duda un joven en quien confiar si estaba a cargo de su hermano, lo cual era evidente, más William pensó que sobre eso averiguaría luego, cuando estuvieran a solas.

Volvieron a hablar del contrato laboral, el joven se tomó su tiempo y leyó cada una de las páginas, lo que había sacado una diminuta e imperceptible sonrisa de los dos abogados de la sala. William aún recordaba cuando su padre le decía de pequeño que la base para ser un buen abogado era prestar atención a los detalles, que los más pequeños siempre hacían la diferencia. William había seguido al pie de la letra el consejo de su padre, sin embargo decidió aplicar tales consejos en sus libros, dejando de ejercer el derecho pocos años luego de graduarse, el que había ejercido el consejo de su padre en el ámbito de las leyes había sido su mejor amigo, el hermano que siempre quiso tener y que por azares terminó naciendo de otra madre, Jonathan era quien con solo mirarlo podía saber casi cualquier cosa de su vida, lo que más de una vez ponía de los nervios al reservado escritor. Jonathan, su compañero en todas sus locuras, incluso su compañero de banco durante los 4 años de Derecho, había sido quien se había hecho cargo del negocio familiar de la familia Floyd ya que William había decidido dedicarse a la escritura y él amaba el derecho, el Señor Floyd le había dado la dirección al mejor amigo de su hijo a quien vio crecer y llevaba a la oficina junto con su pequeño. En opinión de William era la mejor opción para el despacho ya que siempre traía grandes clientes y era el mejor en su trabajo, sin dudas amaba lo que había, tanto como él amaba escribir.

Firmaron los papeles rápidamente, el joven comenzaría a trabajar al día siguiente, vería a William a la mañana antes de entrar a la universidad y terminarían de ultimar detalles, el autor notó que el joven ya sabía que él era su jefe ya que sus mejillas se tiñeron de un culpable color rojo cuando lo volvió a ver a los ojos, dejándole claro al escritor que había sido investigado en internet. Probablemente había leído alguno de los artículos de las revistas que se habían estado publicando a lo largo de la gira, él realmente esperaba que no fuera ninguno de importancia, había habido cada titular desagradable, él tenía la fuerte sospecha que había una competencia entre las revistas de chismes, la que peor lo dejaba o contaba el chisme más jugoso debía ganar un millón de libras, realmente el autor no le encontraba otra explicación a tanta parafernalia a su alrededor.

―Hasta mañana entonces señor Floyd―dijo el joven tomando su copia del contrato, las cláusulas legales y el reglamento.

Le tendió la mano al escritor quien la tomó de forma distante pero correcta.

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