Prólogo.

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Todo el mundo sentía una debilidad por Kyle, siempre lo consentían y felicitaban por cualquier cosa que hiciera. Ellos creían que a él le faltaba cariño, pero la verdad es que no. Incluso mi familia quería más a Kyle que a mí. Era un niño demasiado consentido, pendejo y judío para ser el hijo de la niñera.

Las sirvientas estaban encantadas cuando él llegó, escondido detrás de la falda de su judía madre con la nariz roja y sus tan mencionados rizos. Ja, como todo un marica. Yo sabía que su presencia significaba problemas.

El día en que entró a nuestras vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban de él: si tenía hambre, Chef le preparaba comida lo antes posible; si quería jugar, las sirvientas se turnaban para entretenerlo; todo lo que él deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me dejaron de lado, abandonado entre las sonrisas que le dedicaban a él, ese hijo de puta.

Fue la infancia más aburrida que se pudieran imaginar. A pesar de que la madre de Kyle estaba allí para cuidarme, su maldito hijo era el protagonista. Era inteligente, responsable, amable, de buena personalidad y un montón de pendejadas más maricas que pensaba la gente acerca de él.
Kyle se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba.

Por eso lo odiaba.

"No exageres gordo", me decían mis amigos, ya que a mí nunca me faltó nada material. Pero lo que yo anhelaba era ser el centro de atención, hacerle saber a toda mi familia quien mandaba en esta casa. Sin embargo, era difícil destacar: ese hijo de puta siempre era mejor que yo en todos los aspectos y me hacía quedar como un idiota.

Yo era el que sacaba calificaciones promedio, el que no ganaba ningún premio en la feria de ciencias, el que no conseguía nada por sus propios méritos, sino a base de chantajes y trucos sucios. Simplemente nadie. Pero hey, ¿quién necesita todo eso? Si yo soy genial.

Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mi mamá trataba a Kyle como a su propio hijo.

Cuando él cumplió 16 le hizo una fiesta, arrendaron un local e invitaron a los amigos nerds de Kyle y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mi madre le regaló un auto para cuando cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir. ¿Cuál era su jodido problema? Ni a mi me había regalado un carro y yo que soy su hijo. Claro que hice un berrinche de 2 semanas, pero sólo logré que me castigaran y todo por culpa de ese judío apestoso.

Cuando yo cumplí 16, tres meses después del cumpleaños de Kyle, me regañaron por reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde sufrí dos meses con ogetes chinos que lo único que hacían era escribir jodidos números.

Pero todo se complicó cuando Kyle celebró su cumpleaños número 18 y mi familia decidió hacer algo más íntimo.

Fue una pequeña reunión entre mi familia y la de él. Su madre seguía trabajando para nosotros, el hermano de Kyle, Ike, viajó desde Canadá hasta South Park para esa fecha. Él, a pesar de ser un Canadiense idiota a diferencia de su hermano, me agradaba.

Mi abuela había ordenado hacer un pastel gigante de crema y chocolate, decoraron la casa con flores y mi mamá parecía susurrarle cosas al oído a la gorda madre de Kyle.

En la noche, después de la estúpida cena especial que hicieron para ese maldito judío nerd mi madre se puso de pie y levantó su copa para hacer un brindis. Dio un discurso aburrido de lo mucho que lo querían y que era considerado como uno más de la familia Cartman.

Entonces, la abuela comenzó a soltar lágrimas de felicidad, su mamá no paraba de sonreír y mi madre le dió una mirada cómplice como a punto de revelar un secreto.

Pero lo que dijo fue más que un secreto, fue mi condena.

—Y por todo ese cariño que te tenemos, Kyle —dijo mi madre, radiante con su vestido negro que fue especialmente hecho para la ocasión— queremos que formes oficialmente parte de esta familia. No queremos perdernos de la moda homosexual que existe aquí en South Park, ni queremos quedarnos atrás de los Tweak y Tucker, me encantaría que siguieras con el negocio de la familia, así que este es nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestro querido hijo Eric.

Cásate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora