Capítulo 1: Odio a los pelirrojos.

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Mamá se arreglaba para ir a sus fiestas de costumbre, llevaba un vestido liso de seda rosa, con un gran escote y un sombrero con plumas que yo utilizaba para disfrazarme de Britney cuando no había nadie en casa. Si mamá y la familia se enteraran de eso, nunca dejarían de humillarme y recordármelo por siempre.

Mi abuela cuando era joven montó un negocio y con el pasar de los años se volvió cada vez más grande, hasta que se formó una gran empresa, que es su más grande orgullo. Debido a esto mi abuela se pudrió en dinero. Por obligación mi mamá tuvo que hacerse cargo de esta y aprovechando la distinción como familia que logramos tener solía salir a fiestas exóticas y "reuniones" de trabajo a diario, que lograron que la empresa creciera aún más misteriosamente y en una de esas salidas se embarazó de mi. Mi abuela estaba decepcionada de mi mamá pero en cuanto yo nací se arrepintió de todas las cosas malas que le había dicho, ya que yo era y sigo siendo un encanto.

Mamá dijo que se iría en cuanto llegara la nueva niñera. La anterior fue una anciana gorda de cabello gris que no hacía más que apretarme las mejillas cuando rompía cosas, comía las cosas de la alacena y del refrigerador o desobedecía órdenes. Acostumbraba a comportarme mal y a ser muy entrometido y manipulador, hacía lo que fuera por espantarlas y que corrieran aterrorizadas de mi, ninguna soportaba mi manera de ser.

Como ella vivía aquí, en una habitación al lado de las nuestras por si se nos antojaba algo por las noches, era insoportable. Esa perra entrometida controlaba cada minuto de mi vida, hasta que un día "misteriosamente" murió. Que lástima.

Mamá dijo que ella se fue a hacer un viaje para visitar al hada de los dientes que vivía en Escocia y que si la extrañaba podía escribirle una carta y ella se la enviaría, yo lloraba desconsoladamente para que me comprara juguetes y algunas cosas que quería, pero yo sabía la verdad, la mujer ya había pasado a la otra vida y por lo que escuché hablar a las sirvientas, fue de un ataque cardíaco. Si, eso debió ser. Como era demasiado pequeño para medir la gravedad de una muerte, sólo me alegré de haberme hecho cargo de ella y no tener que soportarla más. Era más parecida a una bruja que a una amiga del hada de los dientes.

Comenzó a caer una fuerte lluvia que hacía que la televisión comenzara a fallar y empezara a meterse el agua por las ventanas, eso me molestó y le grité a una sirvienta para que arreglara la tele. Las demás sirvientas comenzaron a cerrar las ventanas para que no se mojaran los marcos y porque mamá se volvió loca al pensar en la humedad y en lo esponjoso que se pondría su cabello.

Cuando ella subió corriendo las escaleras para darse un retoque de último minuto, sonó el timbre retumbando por toda la casa. El "mayordomo", se apresuró con su paso de pingüino a abrir la puerta. Un viento se coló hacia adentro e hizo que estornudara, me había vestido con un trajecito maricón azul que me obligó ponérmelo mi mamá para estar presentable para la nueva niñera. Que claro que tenía que ser el primero en conocerla.

En cuanto abrió la puerta tuve mi primera impresión: era gorda y pelirroja, mierda, ¡como odio a los pelirrojos! pero me relajé en cuanto le vi el rostro, se veía mansa y parece que no joderá demasiado. A su lado iba un niño de cabello negro, pequeño y desde aquí se notaba que era canadiense. Vestía una especie de mameluco celeste que estaba mojado por la lluvia. Supuse que sería su hijo, no me gustó la idea de que vinieran otros niños a vivir a mi casa. Me quitarían todo mi protagonismo y seguro que querrán que les preste mis cosas. Las llenarán de gérmenes y suciedad. Jamás prestaré a mi rana clyde.

—¿Aquí es? —preguntó el canadiense aferrándose a la falda de su mamá. La niñera asintió y me sonrió con amabilidad.

El Niño canadiense volteó a mirarme y exclamó:

Cásate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora