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EDAN

— ¿Cómo están las cosas aquí? —pregunto ayudando a Trent a guardar el equipamiento.

— Igual, aunque los números rojos están amenazando con crecer —contesta levantando unas mancuernas cerca del área de combate. Sé que el negocio del gimnasio no ha estado tan bien últimamente y Trent ha hablado de cerrarlo e irse a vivir con su hija en Colorado, como ella se lo propuso hace un año. Pero sé lo terco que es este hombre y el hecho de que no quiere ser una carga más para su hija quien ha sido madre recientemente.

— Déjame ayudarte.

— No voy a permitir que me des dinero.

— ¿Entonces puedo dejártelo en la puerta y pretendes que es un regalo anónimo? —sonrío con astucia pero me golpea detrás de la cabeza.

— Edan, basta —se dirige al mostrador y suspira mirando algo— Kaia se olvidó su teléfono —levanta el aparato sin ningún detalle más que una carcasa negra. Normalmente la gente tiene los teléfonos tan decorados que me llega a molestar.

— Me sorprende como es que no olvidó su cabeza ya.

— Alcánzala y devuélvelo —ordena dejándolo frente a mí— seguramente piensa que lo perdió y debe estar como loca.

— Hazlo tú.

— Tengo problemas más importantes que este.

— Yo también, viejo —me lanza la mirada que siempre me da cuando no quiero seguir sus órdenes. Trent puede tener sus años pero puede hacerte llorar con un solo movimiento de su mano— bien, dámelo.

Tomo mi mochila y parto hacia la casa de Kaia. A mitad de camino, el teléfono vibra con un mensaje de Ryder preguntándole cuando va a llegar.

El aparato ni siquiera tiene una contraseña de bloqueo. Podría hacer lo que quisiera con él en este momento si esa chica no fuese tan tonta como para no pensar en eso. ¿Debería ver qué cosas prohibidas tiene aquí dentro?

Sonrío imaginándomelo. Pero esa sonrisa se evapora y mi recorrido tranquilo deja de serlo en cuestión de segundos.

La misma sensación que me ha estado visitando con recurrencia los últimos días se hace presente y mi mano aprieta instintivamente el teléfono en mi mano. Es un cosquilleo leve. Muevo mi cuello intentando apartarla y camino un poco más deprisa.

La calle está vacía y las luces de los faroles son demasiado tenues. No deberían ser así, deberían iluminar sin embargo no están haciendo un buen trabajo.

Escucho sonidos de pisadas y un suspiro agitado justo cuando estoy llegando a la esquina y es ahí cuando alguien choca contra mí.

No. No alguien. Kaia.

— ¿Qué pasa Kaia? —pregunto mientras la inspecciono con atención. Más allá de su cara pálida y la forma en la que está temblando no parece haber algún otro daño físico.

— Hay un hombre...él...él está ahí —señala con dificultad hacia un arbusto. Ajusto mi visión y logro ver las suelas de sus botas, sé que está muerto.

Puedo verlo parado junto a su cuerpo. Desvío la mirada con rapidez sabiendo que el hombre ahora se dirige hacia nosotros.

— Maldición —miro hacia todos lados y llevo a Kaia el cordón de la acera para animarla a que se siente.

Está entrando en pánico. Puedo notarlo cuando empieza a buscar aire con desesperación y como sus ojos se mueven violetamente hacia todas las direcciones. Me arrodillo frente a ella y le hablo sin tocarla.

EDAN ✔ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora