Se coloca la casaca beige qué preparó la señorita el anterior día y se mira al espejo bastante contento con el resultado de la combinación. Piensa en soltarse el cabello de aquella coleta que lleva para dormir con una trenza al lateral que su hermana pequeña se había empeñado en hacer. Con cuidado se deshace el pelo y todo para que quede la forma de la coleta marcada y un mechón ondulado por el anterior peinado. Hace una mueca frente al espejo e intenta peinarse con las manos como es debido. Finalmente, abre el cajón de la comoda sacando un peine de algún metal brillante que incluso parece que refleja más que el espejo. Espejo que es nuevo, ya que, el otro tenía una pequeña grieta en la esquina y su padre se negaba a tener un espejo que no esté perfecto. Así que el hombre se gastó el salario de ocho años de un sirviente para comprar uno nuevo.
Suenan dos golpes en la puerta y entra Eleanora, su hermana mayor que lleva el nombre de su difunta madre. —¿Cómo vas, hermanito?— Pregunta ella apoyando su mano aún en el pomo dorado con delcadez. —¿Problemas con el cabello?— Insinúa caminando hasta la espalda de su hermano y le arrebata el peine para empezar a peinarlo.
—Creo que lo tenía controlado, hermana mía—. Reprocha el más pequeño mientras hacer berrinche como alguien menor de su edad, y más aún con los pequeños tirones que le hace su hermana. Poco después para de quejarse viendo cómo su hermana hace una hermosa trenza hermosa y detallada dejando un pequeño mechón delante. —Tal vez no lo tenía tan controlado—. Asegura viendo cómo su hermana acaba detallando el cabello aflojando la trenza. —Gracias.
La femenina sonríe y se aleja para irse por donde vino, más sin embargo, se para antes de salir y voltea a su hermano para desearle buena suerte.
Una vez realizada la acción sale dejando a John de nuevo solo. Aún debe esperar a que le avisen, así que mientras, podría ponerse a hacer cualquier cosa. En su caso decide pintar una lámina de acuarelas que aún no ha terminado. Para su desgracia, solo consigue sentarse en la silla cuando una señorita le avisa para que vaya junto con su padre a aquel recibidor.
El recibidor con suelo de mármol le espera, y junto allí, su padre sentado en aquel escritorio de madera. Una silla vacía, forrada de un terciopelo azul marino le espera. John se sienta en el lugar y saluda a su padre, para, después mirar un par de papeles sobre la mesa. Los toma entre sus manos y empieza a leer con esmero los nombres de los nuevos jóvenes, y no tan jóvenes, que van a llegar esa misma mañana.
La primera persona entra, y rápidamente el más joven saca la vista del papel para centrarla en aquel cabello rizado que cae sobre sus hombros. —Buenos días— dice el muchacho bien vestido manteniendo la compostura y una tranquilidad que no parece ser fingida para los rubios aunque el más joven está muerto de miedo. —Me llamo Alexander, un placer—.Da dos pasos hacia delante y Henry señala la silla en frente para que tome asiento.
—Bien..—. Dice el mayor buscando entre los papeles que sostenía su hijo y saca uno. —Bueno... Hamilton—. Confirma el apellido leyendo en la hoja varios datos personales. John también lee la hoja y observa que, al menos, esta vez el intervalo de edad con el chico no es tanto.
Hamilton se acomoda en el lugar y empieza a hablar. —Tengo quince años, he trabajado duro y continúo haciéndolo. El año pasado trabajé en una carta de comercios, pero mi propósito es llegar mucho más lejos—.Explica con calma. —Estoy acostumbrado a esforzarme por lo que quiero y soy una persona que intenta dar todo lo mejor de sí.
John mira atentamente a los curiosos ojos morados del chico y como tiene capacidad para llamar la atención con sus palabras. Utiliza un tono de voz en el que sabe resaltar los datos que quiere que se noten y está seguro de que debe tener una gran capacidad lectora. Mira a su padre un instante que hace un gesto con la cabeza, a lo que este toma la pluma y la hunde en el tintero para después hacer una pequeña marca en el papel y dejarlo a un lado.
El pelirrojo se encuentra sorprendido, o eso ve John, mira alrededor viendo aquel enorme recibidor con una cristalera que deja pasar la luz en colores para que refleje en ese mármol blanco. La habitación es muy grande, amplia, bella y llena de hermosas decoraciones. Mientras que Hamilton hace eso, el de ojos azules más pequeño aprovecha para continuar mirando a la hoja. Continúa leyendo más sobre el muchacho y a pesar de algunos inconvenientes como el dinero, tierras y esas cosas quiere darle una oportunidad. Se ve tan apasionado cuando habla, sincero y seguro, pero no demasiado para incomodar a John. —Ha sido un placer, Hamilton—. Contesta con una sonrisa y el chico devuelve la sonrisa mientras se levanta con delicadeza. —Papá— susurra tocando el brazo del hombre para que le preste atención mientras el pelirrojo sale del lugar.
—Lo sé, ya te he visto la carita. Lo volverás a ver, muchacho mío—. Asegura Henry firmando la hoja porque sabe que a su hijo le ha interesado el muchacho más que los once anteriores. —Le escribiremos personalmente una carta.
John le mira emocionado ya que pocas veces coinciden en algo. —¿También te pareció una buena opción?— Pregunta con un tono de ilusión y su padre ríe hacia su interior. —¡Papá!
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El gran Día/ LAMS
FanfictionJohn Laurens está en busca de una persona con la que forjar matrimonio, pero ciertas dificultades se presentan y finalmente sucede lo inesperado minutos antes de su boda