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—Te ves hermoso..—. Murmura Hamilton viendo cómo el chico termina de empolvar su cabello. —¡Qué suerte! Mi primera fiesta de invierno y será en casa—. Dice levantado los brazos y dando vueltas por toda la habitación. —¿Verdad que es un color muy invernal el azul?— Pregunta viendo su casaca larga.

Al menos esta vez, John, lleva toda la ropa blanca a excepción de algunas piezas grises en el chaleco. Así le gusta a él: puro e inocente, aunque no lo sea tanto y puede que se esté acostumbrando a de vez en cuando saltarse las normas. Influencias Hamilton. —Deberíamos bajar ya. Deben estar aquí—. Recuerda John viendo su cabello ya perfectamente blanco.

—¡VAMOOOS!— Grita Hamilton abriendo la puerta con fuerza.

—Hey, calma, que allí todos son muy formales—. Asegura John tomando la muñeca de Alexander. —Y nada de trastadas, eh.

—Sí, Jackie, solo voy a portarme bien—. Bromea tomando el pomo y abriendo la puerta para salir juntos. —¡Voy a hacer amigos!

John solo ríe ante como el joven se ve ilusionado y baja las escaleras contento. Toda la decoración es maravillosa. Le encanta. El comedor aún está vacío, todos deben estar el la recepción. Todo está decorado con colores fríos, pero es lindo. Las jarras con vino destacan entre los colores.

—Chicos, deberían ir con todos—. Dice Henry señalando la puerta. Está comprobando que todo va según lo planeado.

—¡Claro! ¡Vamos, Jackie!— Grita con ilusión pasando y colándose entre la gente a lo que, John, lo pierde rápidamente.

El rubio mira por todo el lugar buscando al pelirrojo, pero no se preocupa más. Sabe que está bien. Seguro quiere presentarse con todo el mundo. A John, personalmente, no le gusta tanto el ambiente, por lo que retrocede un par de pasos dispuesto a ir alguna esquina, pero se choca con alguien de espaldas que rápidamente reconoce.

—¡Laurens!— Dice el chico alegre dándose la vuelta.

—John... Está mejor—. Murmura.

—Bueno, ¿cómo estás?— Pregunta poniendo una mano en su hombro. —¿Cambio de venazo?

—Estoy felizmente casado, Frank—. Asegura algo molesto.

El chico hace una cara de sorpresa y ríe un poco. —¿Casado? Tenías prisa, eh—. Bromea. —Estabas desesperado.

—Al menos no estaba desesperado por ti. Eso sí sería realmente humillante—. Asegura John y ve los cabellos rojizos de Hamilton acercarse con dos copas de vino. —Mira, él es mi esposo—. Dice cuando Alexander se acerca y John toma una de las copas para darle un beso en la mano. —Alex, él es Kinloch. Un viejo amigo.

—Encantado— asegura con una sonrisa el pelirrojo.

—El gusto es mío—. Responde de forma un poco más formal.

Se nota un ambiente tenso, a lo que, Hamilton decide dejarlos solos. Así está mejor según él. Luego llega otra chica que saluda a John y a Frank. Por desgracia, Alex ya se ha ido. De verdad John quiere presentarle a Martha.

—De verás estabas desesperado para escoger un pueblerino entre tantos ricos como nosotros—. Asegura Kinloch acariciando discretamente en brazo de John mientras acaricia la casaca.

—Él es guapo, amable y bondadoso. Me quiere mucho. Estamos muy bien juntos—. Afirma mirando por dónde se ha ido el chico.

—¿Y no me invitaste a la boda?— Pregunta Kinloch.

—No vi la necesidad—. Asegura el joven.

—Yo estuve allí tocando el clavecin. Fue hermoso—. Explica Martha. —Espero pronto el bautizo de los hijos.

John casi se atraganta con el vino. —Dios mío, Martha, ¿cómo va a ser eso posible?— Dice ante tal locura.

—No sé... ¿pero verdad que quieres que sea la madrina de tus hijos?

—Supongo que no estamos en buenos términos..—. Murmura Kinloch cambiando de temas.

—Perdón por no querer casarme contigo hace cuatro años—. Dice John con sarcasmo.

—Casi se arruina mi familia—. Recuerda Kinloch.

—Bien que solo querías el dinero—. Espera John y Martha se aleja un poco. No quiere ver cómo continúa.

—Yo no lo quería. Mi padre lo quería. Él me obligó—. Afirma Frank. —Y lo sabes bien.

—Yo no lo entendía. Tenía trece años—. Explica John.

—¿Crees que yo entendía algo? Yo solo obedecía a mi padre. Necesitaba casarme contigo—. Repite el joven. —Hasta que mi padre ha fallecido el mes pasado. Fue lo último que me pidió para mantener en flote las plantaciones, John.

John se siente algo culpable, no sabía que el padre del joven había fallecido. —N—no sabía lo de tu padre.

—Yo no sabía de tu matrimonio.

La familia Kinloch entró en una mala cosecha de las plantaciones de arroz que les llevó a tener que vender tierras para poder mantener lo demás. Intentaron convencer a Francis para convencer al otro joven de contraer matrimonio y arreglarlo todo, pero, como un niño de once años, John se negó. Él no sabía todo eso, y quedó un poco traumado con la idea de casarse. Sintió una especie de presión por él mismo que, aunque intentaron convencer a su padre, John no quería casarse con aquel chico. Y, hasta el mes pasado, el deseo del padre de Frank, era recuperar el negocio.

—No quería ser tu felpudo—. Murmura John. —Fui detrás de ti muchos años y me diste muchos espaldazos. Luego te lo di a ti.

—Eres muy rencoroso—. Asegura Kinloch. —Aún me odias...

—No te odio, pero a veces eres irritante—. Afirma Laurens.

Hay música, y está a nada de empezar otra nueva pieza. Kinloch sonríe, no quiere que John sea tan cortante con él, al final Frank tampoco sabía que estaba haciendo y tiene lógica que John no quisiera que alguien se casase con él por interés. —¿Me concedes la siguiente pieza?— Dice Francis y John recuerda alguna que otra vez que bailaron cuando de vez en cuando Francis le daba largos.

—No—. Dice cortantemente John.

—¿Por qué?— Sin duda Frank no esperaba esa respuesta.

—Solo bailo con Alexander. Le tengo que pedir permiso a mi marido—. Afirma John. —Creo que primero debería bailar con él. Sostén mi copa—. Le deja la copa entre las manos al chico y se va con Alexander para bailar con él.

Alexander Ana bailar con el joven, se apoya en el hombro del mayor y toma su mano y su cintura. —Eres muy bonito..—. Murmura Alexander. —¿cómo está tu amigo?— Susurra mientras bailan.

—Su padre falleció—. Dice mientras sienten que bailan en el cielo. Alexander lo hace muy bien.

—Eso es horrible.—.. Murmura Hamilton y al final, deciden dejar el tema.

Por la cabeza de Laurens rueda el tema que había sacado Martha. A él le encantan los niños, pero no sabe si a Alexander también. Él no quiere sacar el tema, le da vergüenza. Deberían esperar algo más... Aunque, como dijo su padre, también se pasa el arroz. No le debería preocupar ahora. Tal vez en un año... Aunque le gustaría hablar el tema.

Un poco más, y, Alexander siente que se duerme en el hombro de John. Es tan tranquilo el baile...

El gran Día/ LAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora