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—Hermanito, te ves tan bien— dice Martha mirando a su hermano mayor emocionada mientras ella lleva un vestido de seda para celebrar el gran día y un bonito recogido.

—Gracias, tú también te ves muy bien— asegura John acabando de mirarse nervioso en el espejo. Se acomoda la corbata de mil maneras distintas y el broche de la solapa de su chaqueta es enderezado cada dos segundos.

La más pequeña hace un gesto dramático y después con seriedad le habla. —Hoy es tu día, así que eres quien tiene que destacar.

John solo ríe ante su hermana y juega con la cadenita que cuelga en la chaqueta para adornarla. —Yo no destaco, querida—. Informa pasándole el abanico que intentaba alcanzar estirando su brazo.

—No ni poco, vas tan bien. Te haces mayor tan rápido—. Llora su padre sentado en un sillón de la sala y el joven cree que su padre exagera un poco.

—Papá, estás muy sensible últimamente—. Se acerca mientras recuerda que en primer lugar era él el que insistía en que se casara. —Continuaré en casa, todo será igual—. Anima sentándose al lado. —Siendo sincero... me da un poco de miedo—. Intenta compartir aquello que revuelve su estómago desde unas semanas atrás.

—No te preocupes, él te quiere mucho—. Cuenta Henry con total sinceridad. Ante el comentario John se queda con la mirada fija pensando en que tal vez aquellas palabras solo son para no hacerle sentir mal por casarse con una persona interesada en economía, o... tal vez... —¿Todo bien, Jack?— Pregunta el hombre preocupado por la mirada perdida del joven. Ve poca ilusión en sus ojos. —Oye, ¿Todo bien?

—Sí, papá—. Afirma levantándose del lugar. —Iré a ver cómo va James..—. Asegura yendo de la sala a un lugar apartado donde están los demás.

Justo pasa por la puerta la mayor de las hijas y Henry la llama. —¿Se ofrece algo, papá?— Pregunta la joven asomándose a la habitación cargada de un par de cosas. El hombre solo suspira e indica el lugar donde quiere que se siente la chica. —Dime.

—Ay, no sé... Veo a tu hermano un poco triste, o cansado. No sé—.Dice con lástima.

La muchacha deja las cosas a un lado y coloca sus manos sobre las de su padre para explicarle que todo está bien. Su hermano le había pedido que no palabra a su padre, así que ella guardará silencio. —Todo está bien, solo debe estar en sus cosas. Ya sabes cómo es, siempre está pasando en su mundo.

—Pensé que al menos le haría feliz tener cierta libertad para casarse con alguien que, como mínimo, le atraiga el género—. Informa el hombre. —Pero es muy seco, el muchacho.

Els suspira y niega con la cabeza. —Siempre ha sido así, solitario, seco... Un poco chocante.

—Tal vez lo abrumé mucho. Creo que no le gustan los festivos grandes—. Intenta deducir a lo que Eleonora no puede más y acaba diciéndole a su padre que no es culpa suya. —¿Entonces?

—Jack me mata si se entera que te lo he dicho—. Empieza a susurrar. —Escucha, él me contó que en un principio estaba muy emocionado y... creo que después cuando hablaste con Alexander malentendido la conversación o algo así.

—¿A qué quieres llegar con esto?

—Solo... Él piensa que está por el dinero. Ya sabes— concluye la explicación.

—Ay... Dios mío, que complicados. Sabemos que en un principio el muchacho quería un buen estatus social, pero me contó que después, cuando llegó, Jack era diferente a lo que esperó y ya no es sólo por el dinero. Supongo que mi hijo no entiende eso—. Dice Henry con algo de cansancio.

—Entiende que no ha tenido mucha suerte con todos los demás hombres. ¿Por qué Alexander debería ser diferente?— La muchacha intenta razonar como lo haría su hermano. —Recordemos que uno de los pretendientes casi lo secuestra, el otro se obsesionó y lo del alemán no lo diré porque es tabú hablar de ello.

Henry piensa en la mala pata que ha tenido su hijo en todo el tema e intenta y hace su esfuerzo por comprender. Solo quiere lo mejor para su hijo y no hay más. Cada uno de los trece son especiales y los quiere a todos mucho para que se sientan mal. Es agotador ser padre de trece sin tener ayuda, aunque, por su suerte, el dinero habla por sí solo y tiene suficiente personal en la casa para mantenerlos vivos. Aunque ahora vive con once, no quiere saber cuándo se casen y decidan marchar. Siente un vacío por dejar que dos de ellos hayan ido a vivir su vida, siente como le faltan trozos de su corazón cada vez que alguno de aleja. Sabe que algún día llegará el momento donde incluso los más pequeños le dejen solo con los cuatro gatos que tiene: Joaquín, Firulais, Filomeno y Anacleto, pero nunca será la misma compañía.

El gran Día/ LAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora