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—¿Blanco seda, hueso, roto, antiguo, tiza o frío?— Pregunta una mujer anotando algo mientras le pregunta al joven de los Laurens que le están haciendo una prueba de vestuario.

—Ehhm..—. Dice mientras mira que la mujer que coloca los alfileres en la tela no le pinche y después mira a su padre. —¿Qué queda mejor con este blanco? Yo los veo todos iguales— dice viendo los retales que levanta la mujer enseñándole las telas para hacer el forro de la chaqueta y el chaleco.

Ante el comentario del joven, Henry se da una palmada en la frente y regaña a su hijo intentando que vea la diferencia de subtonos de color entre cada uno. —Esto con unos botones cóncavos dorados quedaría bien— dice señalando una de las telas que hay sobre la mesa como propuesta.

El plan es un hermoso traje que ha llevado semanas de planeación. Una casaca con una pieza de espalda larga y un cruce vertical adornado con unos futuros botones. Además, unas especie de capas suaves de terciopelo, como son comunes en estos eventos, también adornará la indumentaria.

John, abrumado solo piensa en un par de semas atrás donde empezó a quedar con más frecuencia con cierto pelirrojo.

Ambos pasean por el jardín tomados de la mano, lugar que ha sido especial durante los últimos encuentros. Cada día tienen temas de los que hablar, y, cada día automáticamente paran bajo el mismo árbol que aquel primer día. El árbol de las confesiones empieza a parecer. Tomados de la mano se miran y Hamilton sonríe mirando los bonitos pómulos del mayor. Con delicadeza, levanta sus dedos para tocar el pálido y perfecto. Laurens sonríe ante tal contacto y se acerca un poco más a él sonriendo con cariño dejando su otra mano en la cintura del pequeño. Alexander, con agilidad, se estira para acercarse a los labios de John que rápidamente se aparta dejando al pelirrojo algo sonrojado. —Lo siento, no puedo hacer eso fuera del matrimonio—. Asegura Laurens intentando volver a acercarse pero esta vez de una forma más amistosa. —No puedo hacer acciones románticas...

—Pero tienes derecho a hacer lo que quieras con los muchachos ¿no?— Pregunta Hamilton intentando deducir si se ha estado haciendo ilusiones durante las últimas pequeñas "citas".

Laurens le mira algo avergonzado también y habla tartamudeando un poco. —Es difícil de explicar. Solo puedo hacer eso si no hay más que un fondo pasional. Cuando es algo real debo mantenerme—. Intenta explicar sin sonar muy estúpido. —Prefiero no hacer nada para no exceder los límites. Eso me aconseja mi padre...

Hamilton suspira y vuelve a tomar la mano de Laurens asintiendo y acercándose a él de nuevo. Baja la mirada al césped por unos instantes y suspira sin soltar la mano de este joven. Se dispone a dar un paso más. Se arrodilla en el suelo y besa la mano del rubio para después mirarle a los ojos. —Sé que el único que ahora tiene que dar el paso soy yo. Tú ya aceptaste y... Quiero tomar tú mano— intenta ir directo al grano. —Tenerte el resto de mi vida, y prometí que te cuidaría y querría.

Después de un par de citas, John, había afirmado que quería a ese joven, solo falta que él quiera seguir adelante. También falta la confirmación final de Henry, pero primero prefieren arreglarlo entre ellos. —Eso es hermoso— asegura Laurens con una mirada cariñosa al pelirrojo vestido con una casaca amatista.

Por fin John sentía el poder decir que había encontrado a alguien que más o menos encaja.

Igualmente, Hamilton, no sabe si lo que siente realmente solo son palabras vacías desesperadas por un buen estatus social o tal vez una tonta atracción hacia un buen físico.

Son cercanos, ambos ven al otro atractivo, pero de ahí al matrimonio es un gran paso. Lo que tienen en común es aquel pensamiento de proceder ante todo y esperar que después todo funcione.

Por ello ahora, Alexander se reúne con Henry en el salón a solas platicando y todo esto para hacer la pregunta. Mientras, Laurens, decide poner la oreja cerca de la puerta interesado en la conversación.

Aquellas altas estanterías hacen que la habitación se vea mucho más imponente, pero nada detendrá a Hamilton. —Quiero la mano de su hijo. Solo queda su bendición, señor—. Asegura Hamilton y después Henry empieza a interrogarle sobre todo antes de afirmar. —Puede que tenga un interés económico— afirma con honestidad y eso rompe un poco las esperanzas de John al otro lado de la puerta, pero ya es muy tarde, si su padre decide aceptar... —pero creo que puedo ser un buen marido. Me esforzaré por mantener una buena relación con él—. John suspira algo entristecido y decide separarse del marco de la puerta y camina decepcionado por las escaleras. —Lo trataré como quiero que me traten y tendremos una vida próspera juntos. Es una gran persona y me agradaría tenerle a mi lado.

Henry asiente y aprueba su propuesta intentando terminar con la desesperación del tiempo que se iba limitando para su joven hijo. —Promete que lo cuidarás en todo lo posible. Él me ha hablado mucho sobre ti...

—Señor, prometo que daré lo mejor para su hijo—. Dice muy seguro intentando no ser un egoísta y pensar solo en todo el dinero que le espera.

Vuelve de golpe a la actualidad por un pinchazo de alfiler que rápidamente la mujer lamenta pero él le resta importancia. Desde aquel día su ilusión o esperanza, lo que se supone que era eso, empezó a apagarse. Realmente ese chico sabía fingir algo por dinero. Ojalá se sintiese capaz de decirle a su ilusionado padre lo que siente, que, aunque este causado por un malentendido le arde.

El gran Día/ LAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora