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Ambos jóvenes siendo observados por lo que a ellos les parecen cientos de personas. Esperan de pie mientras el párroco habla en el lugar diciendo las típicas cosas. —Famia y amigos, estamos hoy reunidos para ser testigos de la unión de ambos jóvenes—. Empieza diciendo el hombre mientras los mira a los dos. —Nos han llamado a reunirnos para ser los testigos de la felicidad que esta pareja encontrá al estar juntos y para que estemos presentes cuando se comprometan a cuidarse y a responsabilizarse uno por el otro durante su vida en común.

El hombre entrelaza las manos de los jóvenes y las sujeta rezando a la par que gesticula—.Las promesas, que ahora ustedes repetirán, son una prueba de vuestra intención de amarse uno al otro durante vuestra vida en común—. Mira al rubio y hace la pregunta—. John, ¿tomas a Alexander como tu legítimo esposo, para vivir con él en matrimonio, prometiendo amarlo y confortarlo mientras vivas?

A John se le hace que Hamilton hoy se ve muy bien, con una elegancia excepcional. Sobretodo ese blanco que hace resaltar su cabello rizado. —Sí, lo tomo—. Dice Laurens mirando a los ojos de Hamilton que brillan mientras viven la experiencia.

—¿Y tú, Alexander? ¿Tomas a John como tu legítimo esposo, para vivir con él en matrimonio, prometiendo amarlo y confortarlo mientras vivas?— El hombre ahora mira a Alexander que sonríe y también acepta viendo al muchacho que tiene de considerable altura mayor. —Es una costumbre intercambiar un anillo como símbolo del amor y la devoción que la feliz pareja siente uno por el otro. Alexander, ¿Qué símbolo entregas como signo de que cumplirás con tus votos?— Hamilton entrega un anillo al párroco que oficia la boda y se lo pasa a John, no sin antes levantarlo en signo de que Dios está oficiando la mima boda. Después le devuelve el anillo para que lo coloque en el dedo del otro. — John, ¿tomas este anillo como signo de lo mismo?

—Sí—. Contesta Laurens echando una rápida mirada a su padre. Hamilton toma el anillo con cuidado y delicadeza mueve la mano de John. Ahí seda cierta de las finas manos que tiene el joven, también son relativamente más grandes que las suyas, aunque no hace falta mucho. El anillo le encaja a la perfección y después continúan con Alexander.

—John, ¿Qué símbolo entregas como signo de que cumplirás con tus votos?— Laurens también entrega el anillo mientras que siente como sus manos tiemblan un poco y ya no hay vuelta atrás. El hombre repite el proceso y devuelve el anillo.

La pregunta también se le hace a Alexander que mira a Laurens con ternura. —Acepto—. Dice viendo cómo el anillo es colocado en su mano por el joven. No podría estar más feliz.

—Han expresado su amor y se han hecho la promesa de compromiso mutua. Es con gran placer que los declaro casados al uno con el otro en la presencia de vuestras familias y amigos—. Dice el hombre mirando a todos los presentes que aplauden y después se hace un silencio en el momento de encender la vela.

Los dos sostienen a la vez la vela durante unos segundos y la dejan sobre la mesa para después encenderla con otra vela más pequeña. Coordinan la mano que sujetan las velas a la vez. Por suerte se enciende con éxito a la primera y le pasan la vela de encendido al párroco. Después, mientras la cera se derrite decidieron que James llevase el apagador, ya que le daba ilusión.

También se apaga la vela con éxito, era tarea más fácil. Ahora solo queda firmar.

Ambos reciben unas plumas que usan para firmar el papel, qué, después también debe firmar Henry. Ya es oficial. La hermosa letra de Alexander se acompaña con su físico, John nunca había visto esa letra y se nota la dedicación en la belleza. En cambio, como dice su padre, la suya propia podría ser mejorable. Tal vez el rizo de la "J" no le sale siempre idéntico.

Todos salen del lugar directos a la celebración. Todo el mundo lo felicita cosa que empieza a agobiar un poco al rubio que decide apartarse unos momentos. Ve como Alexander tiene un don para poder platicar con todos, mientras, él, mira su mano y el nuevo adorno.

De la nada siente unas palmadas en su espalda y ve a su padre acariciarle el hombro. —Hoy tienes que disfrutar, es tú día. Vas casi como un príncipe, seguro a tu madre le encantaría verte—. Recuerda el hombre intentando darle un empujón a su hijo. —Alexander querrá estar contigo. Todo salió bien.

Por reproches de su padre, el joven se une de nuevo a la multitud, y entre el follón, Alexander toma su mano y lo arrastra un poco hacia un lado a las afueras del lugar, donde se empieza a esparcir la gente, para estar algo más a solas y le da un abrazo para luego caminar hasta el árbol donde siempre paran. —Ahora estamos aquí, pero es diferente—. Cuenta entrelazando sus manos con las del rubio. —Gracias por elegirme. Sé que no es fácil, pero te prometo que no te arrepentirás.

De la nada un hombre desconocido los llama y ellos por instinto de dan la vuelta. —¿Señores, os importaría conceder una entrevista para el periódico de la semana que viene?— Que raro se les hace que les traten de señores..—.La gente estará interesada en saber sobre el compromiso del hijo del señor Laurens.

Hamilton mira a Laurens y asiente con la cabeza aceptando la entrevista. —Claro señor, no es ningún inconveniente—. "Solo has roto un momento romántico" piensa para él mismo.

—Me alegra tener a los casados en el periódico de la semana. Será rápido, que está empezando a nublar—. Informa el hombre con cierta ilusión. —¿Qué tal el dejar el apellido Laurens— Le pregunta al rubio de forma animada.

—Ehmm... Bien, supongo— contesta algo dudoso. —Ya sabía que no me iba a quedar con mi apellido más de dieciocho años.

El hombre escribe algo con rapidez y se apresura a contestar. —Tiene suerte de que "John Henry Hamilton" quede bien.

El gran Día/ LAMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora