CAPÍTULO 1

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El reloj decía que faltaban apenas un cuarto de hora para que el nuevo semestre empezará, así que me levante de la mesa donde ya llevaba siete minutos y tome mis cuadernos, no podía llegar tarde, tenía un interés que no podía pasar por alto, me mezcle entre los demás compañeros sin pasar desapercibida, no por mi ropa costosa, o mi cabello perfectamente en su lugar, más bien por mi belleza, varios piropos se hicieron eco en mi pasarela y también múltiples miradas de envidias, y, adivinen qué, a todos les sonreía aunque esa sonrisa no llegaba a sentirla pero ellos ni se fijaban, eran tan solo ricos que vivían de apariencias, al igual que yo.

- Isabel, espera - ese era Mauricio, me giré con una nueva sonrisa y espere a que llegara hacia mi, cuando se detuvo me sonrió, estaba agitado por el reciente ejercicio.

- ¿Dónde está Michelle? - le di un beso en la mejilla como de costumbre.

- En el estacionamiento, te he visto cruzar por los pasillos y quise alcanzarte, no te visto en todo este tiempo - retomamos la marcha hacia las escaleras - ¿cómo estás?

- He estado en mis libros, y gracias, eres muy amable, si tú fueras mi novio no te dejaría ni un solo segundo. - le sonreí con picardía y retome mi marcha rápida, el podía darse el lujo de llegar tarde a clases, pero yo no, una vez estuve en la puerta de mi salón de clases, vi la silla principal vacía, inmediatamente la ocupe, si quería que el prestigioso arquitecto, que impartiría una de mis materias, se fijara en mí debía estar aquí precisamente, ese era mi interés personal para este semestre, lo había calculado todo muy bien.

- ¿Qué tal las vacaciones, Isa? - Katty dejó sus cuadernos a un costado de mi asiento y lo ocupo, no era precisamente lo que quería.

- Hola, Katty - salude fingiendo emoción - mis vacaciones estupendas y,  ¿las tuyas?

- Estuve en Colombia visitando a mis hermanos.

- Que bien - mire mi reloj - discúlpame, pero tengo que salir, quede de verme con un compañero antes de que inicien las clases. - deje mis cosas sobre la mesa y salí del salón, obviamente había inventado una mentira y es que no soportaba a mi compañera, era la típica chica que buscaba aceptación, a pesar de que era la hija de uno de los hombres más importantes de Caracas ella tenía un aspecto de las más aburrido, como si viviera en el planeta donde las apariencias no eran nada.

-Buenos días, Isabel. - tres compañeros pasaron a mi lado con la mano en señal de saludo, les respondí sin interés, tenían la misma mirada de todos, buscando algo más, pidiendo lo que no podían obtener, yo tenía un estereotipo en hombres y ellos no lo cumplían.

- Isabel, ¿y los perritos falderos? - Sonrío - ¿se dieron cuenta de que hay personas mejores que tú?

- Es un placer verte también, Macarena - me cruce de brazos con una sonrisa en mi rostro - te aclaro, como en otras ocasiones, que yo no tengo perros falderos, eso se los dejo a las personas con complejo de inferioridad, como tú ¿a dónde mandaste ahora a tus clones?

- A comprarme el desayuno - se encogió de hombros sin entender, evidentemente, que la acababa de insultar - yo si los se utilizar a diferencia de ti.

- Yo no le llamaría a eso utilizar, los grupos con líderes engreídas se ven mejor en el colegio, estamos en segundo semestre de arquitectura, la universidad es otra cosa, parece que tu papito no te dio bien el mensaje cuando te compro el cupo para que te aceptaran ya que tus notas no te lo permitían.

- ¡Me tienes harta! - nuevamente la había sacado de sus casillas.

- Si tan harta te tengo entonces no llames mi atención, Macarena - le di una sonrisa burlona y camine hacia los pasillos del sur, era tan divertido hacerla enojar, se creía superior a todos por el dinero de su papá, pero era lo único que tenía, me apoye en el barandal de la facultad buscando con la mirada a mis amigos, ya debían estar aquí, no los encontré, revise la hora y eran más de las ocho, debía volver a mi salón, no quería causar una primera mala impresión, al voltear me choque con alguien, alguien que ya conocía y que por esta vez venía distraído en su teléfono.

EL ROSTRO DE LA AMBICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora