CAPÍTULO 10

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- ¿Salimos esta noche?

- Si, me pasas viendo a las ocho.

- Muy bien, ¿a la constructora?

- Si, pero me dejas en la esquina, no quiero que el arquitecto se dé cuenta de que estoy contigo, a él no le gusta.

- ¿Por qué? - me miro con molestia.

- ¡Por Dios! Tu sabes cómo es, demasiado estricto, además de que sabía de tu relación con Michelle, no quiero que piense mal de mí.

- Por suerte no nos dará este semestre. - giro en la siguiente cuadra.

- Por suerte, bueno cielo, nos vemos más tarde, aun tengo que cambiarme, cuida a la reina.

- Lo haré - le di un rápido beso y bajé del coche, llegaba justo a tiempo. - Buenas tardes, Claribel.

- Hola, Isabel, no puedes entrar en la oficina, está la chica de la vez pasada, ¿la recuerdas? una tal Barbará Montesino.

- ¿Qué? - sentí un ardor en la cara.

- Si, ya llevan rato, para mí que están aprovechando el tiempo, ya te ganaron.

- Tú no sabes lo que dices.

- Claro que si, tu solo te quedaras como la asistente de él, mientras que esa chica que está adentro lo más seguro es que se convierta en la esposa.

- La que va a dejar de ser la secretaria de la constructora eres tú si sigues con ese tono.

- ¿Solo por que tú lo dices? - uso su tono irónico.

- Así es, puedes sorprenderte.

- No me asustas.

- Tu tampoco, así que más bien ve a interrumpir esa reunión, si quieres seguir aqui.

- No voy a interrumpir nada, me voy. - rodeó su escritorio y tome el teléfono, se fue con una sonrisa ¿Y ahora qué hacia? ¿interrumpía? ¿esperaba? Vamos, Isabel, piensa, no puedes arruinar nada, pero debes hacerte respetar, él no se va a burlar de ti, eres tu quien te burlaras de él, estaba decidido, entraría.

Abrí la puerta y la escena que presencie simplemente fue alucinante, no podía creer lo que estaba viendo, mi ego estaba herido, mi orgullo por los suelos ¿Cómo podía estar sucediendo? Me arme del valor que aun me quedaba y la ira que irradiaba por mi cuerpo me dio fuerzas, Juan Pablo estaba de espaldas a la puerta y Barbará tenía puestas sus sucias manos en su cuello, se estaban besando frente a mí - Buenas tardes - al escuchar mi voz ambos se separaron y Juan Pablo volteo inmediatamente con cara de culpabilidad, culpabilidad que obviamente no creía.

- Buenas tardes, arquitecto, buenas tardes, señorita Montesino, he venido a ver unos documentos para el arquitecto Emiliano, no quería interrumpir - camine hasta mi escritorio y tome la primera carpeta que estaba ahí, quería voltearme y gritarle lo que se merecía pero no podía, así que respire profundamente y voltee - con permiso.

- Isabel, espera. - Juan Pablo quiso acercarse a mí.

- Continúe, arquitecto, no se preocupe por mí, yo no he visto nada. - abrí la puerta y antes de salir sentí su mano sobre la mía, sin mirarlo la solté y cerré la puerta, me recline en ella con mi mano aun en la cerradura y mi ego por el piso, nadie me había humillado así en mi vida, ¿quién era él para hacerlo? Deje la puerta y me encamine hacia los baños.

Las lagrimas rodaron por mis mejillas apenas estuve frente al espejo ¿cómo podía haber confiado en Juan Pablo? ¿En qué momento deje que mi corazón se ilusionara por una estupidez? Ahora más que nunca debía hacerlo pagar y sufrir por mi, ya no tendría compasión, sería mi mejor venganza, mi mayor cheque en blanco, razón tenía mi madre al decir que el amor es una simple mentira.

EL ROSTRO DE LA AMBICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora