CAPÍTULO 4

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- Buenas tardes, Claribel ¿Juan Pablo dónde esta?

- En la oficina con su hermano, Isabel.

- Señorita Arismendi, para ti.

- ¿Y tu por qué me tuteas a mi, entonces?

- Porque puedo, por favor tráeme tres tazas de café a la oficina de Juan Pablo, gracias. - le sonreí y seguí caminando, toque la puerta y escuche la palabra habitual.

- Buenas tardes, arquitectos ¿interrumpo algo?

- En lo absoluto, pasa, Isabel. - Juan Pablo respondió sin mirarme, lo que sí hizo Emiliano que no dudó en sonreír con galantería, asentí lentamente.

- ¿Cómo estás, Isabel? - preguntó esté jugando con el lápiz entre sus dedos.

- Muy bien, gracias, le he pedido a Claribel que traiga café, ¿están de acuerdo?

- Por supuesto, no sé como haces para saber lo que necesito. - esta vez Juan Pablo me regalo una sonrisa.

- Es mi trabajo. - me dirigí a mi escritorio dejando sobre este algunas carpetas, encendí el ordenador y ellos volvieron a lo suyo, Claribel entro a la oficina segundos después con las tres tazas de café sobre una charola, cuando salió sentí su mirada asesina, sonrei discretamente.

- Creo que hemos terminado esta parte, hermano, me voy, te dejo trabajar - guardo varias cartulinas en una carpeta roja - nos vemos después, Isabel.

- Hasta luego, Emiliano.

- ¿Cómo estuvo la mañana de clases? - Juan Pablo llevo varios planos hacia los armarios laterales.

- Muy bien, arquitecto, no lo vi por la facultad.

- Solo fui la primera hora, tuve que regresar a la oficina porque el proyecto del parque tuvo complicaciones.

- ¿Graves? - le di toda mi atención.

- No, solo un mal cálculo de financiamiento. - sonrío.

- ¿Se soluciono?

- Si, error del departamento financiero, pero ya todo está bien y también el responsable esta fuera.

- ¿Tanto así? - pregunte un poco sorprendida.

- Por supuesto, los pequeños detalles son los que muestran la excelencia, por ejemplo, en tu caso tu eres una verdadera muestra de excelencia.

- Gracias, arquitecto ¿puedo pedirle un favor? - lo mire con inocencia.

- El que sea. - ocupó la silla de su escritorio.

- El trabajo en el que usted me está ayudando esta perfecto, pero Michelle a encontrado un excelente material en Colombia para adjuntar y desea que yo este allá para trabajar juntas, por lo que tendría que ir para allá mañana.

- ¿Y no podrás venir?

- Así es, pero si usted dice que no, yo no iré y le diré que lo haga sin mí, usted tiene la última palabra para mi decisión. - el tono de voz que use fue cautivador pero mi mirada seguía siendo la misma, el miro hacia abajo ¡perfecto!

- Isabel... - me miro como jamás lo había hecho, algo me quería decir, asentí como para darle pauta a continuar pero no lo hizo, volvió a mirar hacia los papeles que reposaban en el escritorio y cuando la alzo está ya no decía nada - puedes ir, no te preocupes por el trabajo, para mañana no tenemos mucho, es sábado, ¿cuándo regresas? - su tono profesional había regresado.

- El domingo en la noche. - esta vez era yo la desarmada.

- Ve, no te preocupes, solo ten cuidado.

EL ROSTRO DE LA AMBICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora