CAPÍTULO 8

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- Isabel, ¿dónde has conseguido ese carro? - Claribel bajo sus gafas de sol.

- ¿Envidia?

- Ni siquiera tienes un sueldo.

- Tengo dinero de sobra y esto lo comprueba.

- Es precioso. - lo miro con una sonrisa.

- Gracias - entre a la casa constructora y subí por el elevador mientras veía como Claribel se quedaba observando mi carro nuevo. - hola, arquitecto.

- Hola, Isabel ¿cómo estas?

- Bien, ¿usted?

- Mucho mejor, ¿algún inconveniente?

- No, ninguno, todos los archivos están ahí en su escritorio, ayer me dedique a seguir trabajando en los planos, ¿le sirvió el descanso?

- Mucho, ¿cómo estuvo la clase?

- Los chicos entendieron, además estaban felices porque tienen más tiempo para terminar el trabajo.

- Gracias por apoyarme, me sirvió de mucho tu mensaje de anoche.

- Siempre estaré para usted, arquitecto.

- Gracias.

- ¿Ya sabe lo que hará con su ex novia?

- Esperare noticias de ella.

- ¿Y si no las tiene?

- Por algo será. - sonrió arrugando su nariz.

- Me gusta esa actitud.

- ¿Quieres ir a cenar?

- Me encantaría.

- Terminemos rápido el trabajo para salir temprano. - guiño el ojo sacando varias carpetas, a las siete de la noche ya estábamos saliendo de la oficina.

- ¿Vamos en mi auto? - dije sonriendo ante él.

- ¿Este auto es tuyo? - me miro con sorpresa.

- Si, regalo de mis padres, al parecer han estado reuniendo desde hace mucho y me han dado la sorpresa.

- Tu mereces todo esto, te lo has ganado.

- Gracias.

- Iré a poner el seguro a mi coche, enseguida estoy contigo.

- Muy bien. - rodee el carro y abrí la puerta, me senté frente al volante y lo encendí, el sonido era maravilloso, segundos después Juan Pablo ya estaba entrando en el.

- Conozco un restaurante muy bueno.

- ¿Cómo se llama?

- El Alazán.

A mi mente enseguida vino el nombre, Macarena siempre lo nombraba al igual que Michelle y Katty, decían que era uno de los mejores restaurantes de Caracas, maneje siguiendo las indicaciones de Juan Pablo, cuando llegamos definitivamente el lugar era ostentoso, una vez adentro ordenamos la especialidad de la casa, después de dos horas salimos del lugar con unas cuantas copas encima.

- ¿No puedo creer que le haya pasado eso? - dije entre risas.

- Si, así como te lo conté, fue un gran bochorno para mis padres.

- Me lo imagino y no puedo evitar reír.

- Prometiste no contarlo. - rió.

- No lo haré, será un secreto entre los cuatro.

- Ni siquiera a Emiliano.

- Prometido. - lo mire y volví a reír - Por favor conduce, yo no creo poder.

EL ROSTRO DE LA AMBICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora