7- Alek

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Lastima. Que sentimiento más estúpido. Pero necesario.

Mientras que Pink, Vanessa y yo comenzamos con los preparativos para nuestra especie de rebelión, también teníamos que hacernos cargo de nuestras responsabilidades como estudiantes para no levantar sospecha alguna. Y también porque el nivel de aprendizaje sobre magia que nos daban era algo que no se conseguía en cualquier libro del almacén. Últimamente pasaba algo muy extraño conmigo.

Estábamos en clase de alquimia.

—Cabezota —me llamó Pink dándome un zape al ver cómo se deshacían las hojas de laurel en mis manos—. Te dije que buscarás ayuda con eso.

Últimamente, todos mis utensilios mágicos se estropeaban cuando yo los tocaba. Pink y Vanessa me habían aconsejado buscar ayuda con algún profesor o agente. Y yo aún no lo había hecho. No es que me avergonzara ni nada parecido. Simplemente me creía capaz de resolverlo por mi cuenta. Pero debo reconocer que el problema parecía empeorar cada vez más.

—Quizás debas ir con el consejero escolar —sugirió Zahira. Se juntaba más con nosotros después de hacer equipo en aquella prueba de educación física—. Creo que estás pasando por esa etapa.

—¿Que etapa? —interrogué, sin quitar la mirada de los nuevos restos de hojas de laurel que pasaban por mis manos.

—Le llaman "maduración". Cuando empiezas  a usar magia con más frecuencia, tu poder principal se fortalece. Antes de florecer, tiene que desarrollarse. El proceso dura un periodo de tiempo indefinido, uno de los efectos secundarios implica no poder controlar tu poder principal hasta que florescas. Yo pasé por eso cuando llegué a esta escuela.

—¿Te sucedían cosas como lo de hace dos días? —pregunté refiriéndome a lo ocurrido en el campo de deportes.

—No —respondió apenada. La mirada de Pink hacia mí, eran como cuchillos que yo esquivaba al no verla directamente—. Eso fué nuevo y no tengo idea de cómo lo hice. Cuando estaba en la maduración salía fuego de mis manos cada vez que intentaba hacer algún hechizo. Tuve que usar anillos especiales para controlarlo. Probablemente necesites algo como eso.

—Yo misma me encargaré de que valla —aseguró mi hermana con el entrecejo fruncido. No estaba molesta, solo hacía eso para que yo me sintiera culpable. Y yo no pensaba mostrar ni una pizca de culpabilidad—. Hablando de eso. Cuando estábamos en... casa —se detuvo antes de decir tierra—, solíamos enfermarnos al mismo tiempo.

—¿Supones que esto sea igual? —articulé.

—Quizás. ¿Esto empezó hace dos noches, no? Pero, yo no he tenido inconvenientes con mis hechizos.

—No siempre afecta tus hechizos —explicó Zahira—, depende mucho de tu signo zodiacal y tú personalidad. En el caso de ustedes, son laminub, poderes de influencia que pueden afectar a las personas a su alrededor. Y en la maduración eso puede ser accidental. Ahora que lo pienso, lo que sucedió en el campo...

Pink no respondió.

En cuanto terminó la clase, mi hermana empezó a llevarme a rastras por los pasillos de la escuela, hasta llegar al salón del consejero. La puerta tenía fragmentos de zafiro y la perilla estaba tallada en una Turmalina. Estaba la silueta de un gato tallada unos centímetros más abajo que las letras en la puerta que ponían «Sr. Dimas». Mi hermana tocó la puerta.

—Adelante —dijo una voz masculina.

Entramos por la acristalada y reluciente puerta. El salón del consejero escolar estaba lleno de pergaminos, anillos, varitas mágicas hechas con cristales y un montón de cosas más que no tienen relevancia alguna en esta historia. Al final de la sala había un sujeto de espaldas frente a un gran caldero. Al intuir nuestra entrada, se dió la vuelta para vernos mejor. Era un hombre de mediana edad, canoso y muy delgado. Cómo si se preocupara más su caldero mágico que su alimentación. Tenía una pequeña barba y una mecha morada en su largo y abundante cabello castaño. Tenía más pelo que mi hermana y mi hermana lo llevaba hasta la cintura.

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora