10- Pink

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Me siento como una vieja.

Después de la "reunión familiar", la tía Gwendolyn y el tío Leroy estuvieron insistiendo por mensaje para que convenciera a mi hermano de acudir a nuestra coronación. No tengo idea de cómo consiguieron mi número. Cómo sea, la respuesta era NO.

Nosotros no queríamos fama de nuevo. Ser famosos en la tierra ya era mucha molestia. Tener que ir con guardaespaldas a todos lados y que todo el mundo te vea como si en cualquier momento los pudieras mandar a matar. Yo solo quería seguir con el plan para reconstruir el portal y volver a la tierra para siempre. Ya habíamos cumplido nuestro propósito en la nación de cristal que era conocer a nuestros parientes y no había resultado bien. Y para colmo, ahora mi cabello llegaba a mis rodillas cada vez que despertaba y, siempre tenía flores enredadas en él. En parte es porque me quitaba el amuleto protector antes de dormir.

Decidí plantar las flores en pequeñas macetas en la ventana del departamento. Con suerte, no sé morirían. Yo no era buena cuidando plantas.

Alguien tocó mi puerta. Había llegado el momento.

—¿Lo tienes todo? —le pregunté a Azael, quién traía un bolso enorme que se veía lleno.

—Claro —me respondió casi susurrando—. Vamos.

Era viernes, y había pasado casi una semana desde que habíamos vuelto de la ciudad de Topacio. Casi no dormimos esta semana organizando todo para nuestro primer ataque como rebelión. Teníamos que sacar a esos chicos del internado. Azael tenía un plan para llevarnos allá de nuevo por una ruta alternativa. Pero tendríamos que atravesar parte de los campos.

Eran las 8:36 PM. Pronto se cerrarían las rejas por un mecanismo automático. Así que salimos del edificio a paso rápido, rumbo hacia las puertas.

—¿Dónde nos están esperando los demás?

—Fuera de la ciudad —explicó él—. Los alcanzaremos. Tu hermano va en el escuadrón de Morenyt con otros cuatro agentes. Tú y yo iremos con los de mi escuadrón. Ya los conocerás.

El no tenía auto. Los destinados no pueden tener carro. Tuvimos que pagar un taxi hasta la salida de la ciudad hacia el sur. Dónde por cierto, también estaba la pista de rapiesferas. La salida hacia los campos. Era de noche por lo que se supone que sería muy peligroso caminar por ahí. Sin embargo, confiaba en Azael.

Hacía bastante frío. A él también parecía afectarle. Su cabello verde de verano ahora era un naranja marchito casi llegando al marrón. La tela del traje que él llevaba era muy resistente pero también muy delgada. Yo traía suéter y aún así sentía frío. Después de todo, él era como una planta con forma humana. Lo había visto hacer fotosíntesis, ví como se marchitaban las microplantas que cubrían su cabello e incluso aveces de echaba el agua encima en vez de beberla. Me preguntaba si siempre había tenido esas inclinaciones mágicas.

El taxista se puso nervioso unos doscientos metros antes de llegar al límite de la ciudad. En cuanto llegamos ni siquiera tuve tiempo de pagarle cuando ya había arrancado el auto a toda prisa. Fuimos trotando porque se suponía que haríamos el asalto cerca de la media noche. El arco que daba la salida a la ciudad estaba sin vigilancia y a unos quinientos metros de cualquier persona que nos pudiera ver. Era prácticamente perfecto para transitar entre los campos y la ciudad. Si tuviera vigilancia, tendríamos que escalar los noventa metros de la muralla de cuarzo que separaba los campos de la ciudad. Los campos estaban completamente a oscuras. La luz de la luna solo daba un pequeño manto de iluminación digno de una película de terror.

Azael pareció darse cuenta de nerviosismo.

—Hablemos mientras caminamos —dijo suavemente—. No alces la voz, puede atraer bestias. Y aunque podríamos contra ellas, no quiero matar a nadie hoy ¿Ok?

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora