8- Alek

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El viaje fue más largo de lo que me esperaba. Las rapiesferas no nos llevaron directamente a la ciudad de Topacio.

Una rapiesfera común para misiones especiales era de color azul, una rentada para viajes era de color negro. La que nos prestó Leroy era más grande y era blanca. Trevor el mayordomo iba conduciendo y cantando la música que sonaba con un ritmo muy parecido al Jazz de la tierra. Pink iba dormida con Jason. Vanessa y Cecil iban fascinados con cada cosa que veían por la pantalla que mostraba lo que captaban las cámaras. Campo, bosque, más campo y... más bosque. Realmente no había más nada que solo áreas silvestres en el camino. Me preguntaba quién había construido las pistas para rapiesferas. No sé veían tan antiguas como para tener medio siglo, ni tan nuevas como para llevar un par de años. No tuve más remedio que preguntar.

—¿Quién construyó las pistas para rapiesferas? Debió haber sido peligroso con todas las cuevas con dragones y los bosques llenos de brujas.

—Las pistas las construyó el principe Jela Li Cisarus.

Contuve una tos que no sé de dónde había salido. Aún no me había acostumbrado a que se refirieran a mi papá con ese nombre.

—Si no me equivoco, fué lo último que hizo antes de cambiar su nombre y desaparecer —convino Vanessa—. Fué creada para que se usara libremente por los ciudadanos para transportarse de una ciudad a otra. Luego de que el se fuera, la monarquía cayó y empezaron a cobrar mucho dinero por cada viaje entre ciudad y ciudad.

—La monarquía no cayó como tal —intentó decir Trevor—. Pero sí se volvió ficticia, sin sentido. Ya la nobleza no tiene ningún poder político. Todo el poder está ahora en manos de Mariah Olson. La dictadora.

Trevor tenía una expresión ceñuda como si le enojara lo que acababa de decir.  Creo que todos los que eran mayores de treinta tenían recuerdos de como era la nación de cristal antes de ser convertida en lo que es ahora. Y realmente no comprendía el por qué se quejaban. En la tierra no teníamos rapiesferas, ni magia, ni tecnología tan avanzada como la que tenían ellos aquí. Apenas y teníamos automóviles que en su mayoría aún necesitaban gasolina para su funcionamiento. No estábamos tan avanzados en eso. Incluso tenían una sociedad libre de homofobia. ¡Eso era un avance increíble! Si no fuera porque mi hermana era mi hermana, probablemente me habrían hecho bullying en nuestra antigua escuela para niños superdotados.

Nos detuvimos en una estación de rapiesferas. Salimos con cuidado. Ya era de noche, creí que ya estábamos en la ciudad de Topacio. Mis ilusiones se fueron por la borda cuando leí el gran cartel de color beige que ponía:

¡Bienvenidos a la ciudad de Rodonita!
Vamos detrás de lo nuevo pero muy adelante de lo viejo.

Lo que sea que significará eso, no me agradaba demasiado. Trevor logró comprimir la rapiesfera en una especie de cápsula esférica. Pink y Jason aún se movían como si tuvieran mucho sueño y se les comprendía, ya era de noche. Pink se me venía recostando del hombro mientras caminábamos por los pasillos de la estación.

—Creí que las rapiesferas podían llegar hasta la ciudad de Topacio directamente —dijo Cecil.

—Pero porsupuesto que no —rio Vanessa—. Las rapiesferas solo conectan con las ciudades más cercanas a la capital. Es decir, Rodonita, Aguamarina y Lapislázuli. Topacio y Alejandrita están más cerca del Área Salvaje.

—Gracias por explicarlo —dijo Cecil sonando casi sarcástico—. ¿Entonces, cómo llegaremos a Topacio?

—Tomaremos el tren al otro lado de la ciudad, mañana —explicó Trevor—. Andando. Nos quedaremos en el refugio de esta ciudad.

Las luces de la estación eran como lámparas de aceite muy viejas pero estaban limpias, aún así la iluminación no era mucha. Tuve que esperar hasta que hiciera bastante frío para darme cuenta de que estábamos bajo tierra y no había calefacción en aquel mugroso lugar. Los pisos estaban aceitosos y el aire olía a petróleo. Cuándo por fin salimos, me sentí más despejado. Y también demasiado asombrado.

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora