3- Alek

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Está gente realmente me sacaba de quicio. Estaba en el despacho de la directora Olson.

—Déjame ver si te entendí —dijo ella masajeandose las sienes—. Necesitas un permiso firmado por mí, para revisar los archivos clasificados de la ciudad y buscar a tu familia ahí.

—Exacto. No es demasiado. Solo firme aquí por favor.

—No —respondió secamente.

—Pero...

—Sin peros —me cortó—. Solo hay tres personas en esta ciudad que pueden ver esos archivos. Leroy Kingsman, El alcalde y yo. Además de ellos, solo han entrado unas pocas personas con supervisión.

—Entiendo, pero mi hermana y yo realmente necesitamos esa información.

—Escuche señor Prince —me miró seriamente—. No quería ser directa, pero yo misma busqué sobre su familia cuando llegaron aquí y no hallé absolutamente nada. Así que no siga buscando aquí. Por ahora, enfoquese en graduarse y no tendrá problemas en esta ciudad.

—Pues entonces, muchas gracias su señoría —dije sarcástico, saliendo de la oficina.

Salí de la escuela sudado —cortesía de la clase de deportes— porque no quería ducharme en esos baños llenos de hombres desnudos. Apenas me acostumbraba a la presencia de Cecil y él se estaba adaptando a mí. No habría ningún problema. De todos modos era mi casa. Su casa. La casa de los dos.

Ese día las clases duraron hasta tarde, por lo que ya estaba atardeciendo cuando llegué al departamento. Mi única alegría, ya era fin de semana y no tenía tareas acumuladas porque era un maniático que hacía las tareas el mismo día que las mandaron en cuestión de minutos. Así era yo, tenía que resolver todo rápido o llegaría el fin del mundo.

Ya a las 7:00 PM, Cecil se estaba vistiendo para salir. No era mi asunto, pero igual me llamaba la atención.

—¿A dónde irás? —pregunté—. El toque de queda es a partir de las diez.

—No volveré esta noche. Iré a una fiesta, fuera del refugio. Habrán muchas chicas.

—Genial. Supongo que tengo el departamento sólo hoy.

—Puedes venir si quieres. Varias chicas de tu curso irán.

Dato: aún no le había dicho que era homosexual para evitar la incomodidad. Y la verdad, era mejor así. Hasta que lo conociera mejor.

—Bueno, iré. Solo dame diez minutos para arreglarme.

Opté por darme una ducha rápida y ponerme unas botas negras con una chaqueta de cuero sobre una playera blanca. Solo compré unas pocas prendas para darle un poco más de mi estilo a mi armario. No sobreviviría mucho tiempo más con camisetas y suéteres azules. Lo último que compré, fueron unos condones que probablemente no usaría. También le compré un tinte rosa a Pink, porque su cabello poco a poco iba pasando del rosa a su castaño natural.

Es por eso que el negro es el mejor color para teñirse el cabello. No daña demasiado tus hebras, el color es duradero y no es costoso. En otras palabras, es una compra productiva.

Tardé un poco en decidirme entre los aretes negros o rojos. Me quedé con los últimos para que combinaran con mis ojos. Debo de parecer muy selectivo con la ropa. Todo es culpa de Pink y su afán por la moda. Metí un condón en mi bolsillo por pura inercia, nunca se sabe.

—Vamonos —le dije a Cecil mientras salía del departamento.

Él asintió y cerró con llave. Mientras caminábamos, se me ocurrió hacer preguntas para iniciar una conversación.

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora