12- Alek

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Todo está bien. Pero, no exactamente todo.

—Y creo que ya está listo —dijo Floyd plantando el último girasol.

Estábamos en el campamento que habíamos montado en los campos de trigo frente al lago. Aunque ya no había trigo, supongo que el frío ya lo había matado o los niños lo habían molido todo. Floyd, Owen y yo estuvimos trabajando por horas durante la mañana para construir un generador de energía. La idea era que los girasoles absorbieran los rayos del sol y que pudiéramos transformar esa energía en electricidad. Teníamos un montón de cables transparentes conectados a la tierra por extremo, y por el otro conectados a un poste con una antena.

—¿Puedo hacer los honores? —preguntó Owen refiriéndose a encender el generador solar.

Floyd y yo asentimos. Owen movió la palanca en el poste y los cables dejaban ver cómo la luz viajaba desde la tierra, absorbiendo la energía desde las raíces de los girasoles. Uno de los agentes que se encargaba de cuidar el campamento se acercó a nosotros fascinado. Tenía una bufanda naranja sobre el cuello de tortuga de su uniforme de misión, lo que indicaba que era un Dafis cómo Owen y Floyd.

—¡Esto está increíble! Yo una vez hice un saborizante que hacía que todo supiera a chocolate. Pero esto es de otro nivel. ¿Como lo hicieron?

Floyd se acomodo los lentes antes de responder.

—Verás. Bajó el poste, hay un mecanismo en espiral que hace que la luz gire una y otra vez alrededor de un depósito de agua que se mantiene en movimiento gracias a un proceso de ventilación, con una chispa de Owen y algo de alambre de cobre, eso genera electricidad. La semana siguiente pasaré a agregar más cosas.

La verdad es que quedaban muy pocos chicos en el campamento. Cuando llegaron eran unos doscientos, pero ahora solo quedaban máximo unos veinticinco. Entre ellos estaba Lionel y el resto que eran huérfanos, no tenían a dónde ir. Algunos de los campesinos más cercanos se habían acercado a ver el campamento. Les había parecido una buena obra el sacar a los chicos de ese internado.

Me preguntaba que estarían haciendo la pequeña familia que nos había recibido en su casa aquel día. Ya ni siquiera recordaba sus nombres. Creo que ese chico se llamaba... ¿Julius? Cómo sea, eso no era lo más importante en estos momentos. Pero algún día tendría que devolverles el favor a esa familia.

Era como un kilómetro de distancia hasta la pista de rapiesferas. No sé cómo, pero Pink había conseguido una para nosotros y otra para Floyd y Owen. Se me hacía muy raro el el hecho de que traía en mi bolsillo la tecnología que había desarrollado mi padre, cómo dos décadas atrás. Tenían una función que las comprimía hasta volverse solo una canica azul en mi bolsillo. Y no necesitaba licencia para conducirla, era bastante fácil, en realidad.

Trepé la plataforma en la que estaba la pista para poder lanzar la canica y que se transformará en una rapiesfera. Entré en el vehículo —o más bien, cápsula—, rumbo a la capital otra vez. Ese era un día muy especial. Porque ese día, intentaría formalizar mi relación con Oliver. Sus padres me habían invitado a su fiesta de aniversario para conocerme. El caerles bien podría considerarse como una tarea bastante sencilla si no fuera por un gran detalle. Soy un destinado y los destinados somos los marginados por la sociedad de cristal al poseer magia. Y aunque no tenía bien en claro que tipo de personas eran la familia de Oliver, estaba más que seguro de que quizá no me aceptarían del todo. Suelo tener ese efecto en las personas. Darles una buena impresión a un público es fácil, pero cuando se trata de darte a conocer a personas específicas, comienza el verdadero reto para mí.

Finalmente llegué a mi piso, preguntándome si Oliver se encontraba dentro. Él no tenía llave, pero si Cecil estaba dentro, probablemente Oliver también. Abrí la puerta para encontrarlos a los dos jugando videojuegos con un montón de latas de cerveza y soda regadas por el suelo.

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora