19- Alek

7 1 0
                                    

Un rayo de luz surge como una esperanza, mientras que una semilla germina en la oscuridad.

Dos semanas...

Eso es lo que nos llevó a Vanessa y a mí darnos cuenta de que no podíamos desencriptar esos archivos. Simplemente no teníamos los recursos ni las capacidades necesarias para lograrlo. Fueron dos semanas en las que usamos absolutamente todo nuestro tiempo libre intentando usar códigos fallidos para simplemente darnos cuenta de que solo nos quedaba una opción, y esa era conseguir la verdadera y auténtica contraseña. Siempre habíamos buscado una manera fácil de hacer las cosas y había funcionado hasta ahora, con el terrorismo en la sede de agentes, el asalto al internado y luego con lo del laboratorio. Solo eran soluciones seguras con algo de complejidad, pero para lograr un éxito más completo, sería necesario algo de riesgo.

—¡Finalmente lo dominaste! —dijo Cecil viendo el sitio en el que había visto a Vanessa desaparecer unos segundos atrás.

Solo se escuchaba un hilo de su voz tarareando la melodía ancestral que le daba la habilidad de invisibilizarse. Habíamos pasado media hora practicando algo de canto mágico, que a mí se me daba fatal, pero Vanessa tenía una voz increíblemente buena para el canto. Sobretodo la vocalización.

—No es como si el canto mágico fuera difícil —explicó Melissa encogiéndose de hombros—, solo debes saber cantar las notas adecuadamente.

—Con esto puedo hacer desastres —dijo Vanessa reapareciendo sentada en el sofá—. ¿Verdad, Melissa?

—Un par de desastres, quizá.

La forma en que lo dijo Melissa, fué como si ella encerrara ciertos hechos entre sus palabras.

—Con esto puedes entrar y salir sin que lo sepan —dije.

—¿Entrar a dónde? —preguntó Cecil con gran curiosidad.

—Ahm... —pensé rápidamente— a esas fiestas donde no dejan entrar a los mágicos. Ya sabes que a Vanessa le es más difícil colarse porque su cabello blanco la delata.

Cecil arrugó el entrecejo y se tocó la barbilla pensativo.

—Pero en invierno las discos no abren...

—Vanessa y yo nos vamos, Cecil —lo distrajo Melissa—. Tenemos que ir a arreglarnos para esta noche, y tú también, Alek.

—Cierto —convine—. Hoy es la entrevista.

—Nos vemos en la noche cuando nos lleven —se despidió Vanessa.

—Hasta luego —dijimos Cecil y yo al unísono.

Salieron por la puerta, dejando que el escaso sol de invierno entrara por unos segundos.

—Yo en unos minutos me voy a visitar a un amigo —avisó Cecil yendo hacia su cuarto—, tenemos que hacer una tarea importante. Iré a buscar mis cosas.

Luego de que Cecil se fuera, me quedé completamente solo y aburrido en casa.

Aún faltaban cinco horas para que nos pasaran buscando. Las chicas seguro pasarían por alguna peluquería, si conseguían alguna que permitiera el acceso a destinados. Yo no me preocupaba demasiado por mi aspecto porque estaba claro que solo usaría mi peinado de siempre que constaba en no peinarme y solo desenredar mi cabello para que cayera sobre mis ojos. Mientras que transcurriera el tiempo debía de buscar algún entretenimiento. Podía ir al almacén a buscar el diario de algún destinado del siglo pasado, pero el almacén estaba siendo muy monitoreado últimamente y no me extrañaría que hubiera un personal de seguridad a cargo de revisar las cámaras de lo robots que acomodaban las cosas ahí abajo. Aunque la rebelión ya no se reuniría ahí, realmente no me sentía a gusto siendo vigilado.

La nación de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora