XI

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Natasha y Yelena se separaron con alivio en sus ojos y una sonrisa en sus rostros. Natasha parecía más animada ahora que su hermana estaba bien y segura a su lado, al menos era un peso menos con el que cargaría. Se pasó el dorso de la mano para retirar el rastro de las lágrimas de sus mejillas. Entonces Yelena reparó en la presencia de alguien más en la sala y sus ojos conectaron con los de Wanda, que estaba de pie a un lado mirando la escena con una sonrisa melancólica y algo distraída.

Aquello le recordaba a Pietro y lo mucho de menos que le echaba cada día, ver su sonrisa o hasta incluso ser el objetivo de todas sus bromas, pero tenía que seguir adelante como él hubiese querido. Por él.

—¿No vas a presentarme a tu novia? —Las dos le miraron al momento abriendo mucho los ojos. Las mejillas de Wanda se encendieron de un rojo vivo—. ¿O está libre?

—¿Qué? —La voz de Natasha sonó ahogada y Yelena soltó una carcajada en medio de un hipido—. Ella es Wanda. —Evitó mirar a la mencionada—. Wanda, Yelena.

Yelena volvió a reírse al notar la actitud de su hermana. Fue demasiado obvio ante sus ojos, pero no dijo nada al respecto. Aunque era información útil para el futuro, una que seguramente utilizaría.

Si las miradas mataran la de Natasha habría acabado con Yelena.

—Tú eres la de la magia. Tú molas —dijo sin embargo. Había seguido el rastro de su hermana y los vengadores por las noticias, no es que fuera una gran fan, pero estaba al día de lo que ocurría.

Wanda sonrió ampliamente. Complacida de que a alguien le gustase lo que hacía. Siempre había creído que ella no era nadie a comparación del resto de vengadores y que alguien la notara le hacía un poco más feliz.

—Natasha me ha hablado de ti —le dijo Wanda queriendo animarle también.

—¿Lo hizo? —Preguntó la rubia con un brillo en los ojos.

Wanda asintió y Yelena se giró para mirar a su hermana con curiosidad, aunque su boca se convirtió en una fina línea recta en poco tiempo.

—¿Por qué nunca intentaste contactar conmigo? —Preguntó Yelena frunciendo el ceño.

—Creía que no querías verme.

—Eso ¿O no querías a tu hermanita pegada a ti mientras salvabas el mundo con los tíos guays?

Yelena se veía dolida.

Natasha negó con la cabeza, no era cierto. Había pensando miles de veces en ir a buscar a su hermana, pero de verdad pensaba que ella no querría saber nada de ella, al fin y al cabo toda su infancia había sido una farsa y quizá encontrarse era como revivir aquellas heridas, recordar todo lo que habían hecho. Así que se apartó de aquella idea, centrándose en compensar todo el sufrimiento que habían provocado.

—Pensaba que era mejor si nos manteníamos alejadas —respondió Natasha en un tono bajo. Su mirada había caído hasta el suelo.

—¿Mejor para quién? —replicó Yelena.

–Para ti. Para mí. Alejarnos de aquello que nos unió.

Yelena hizo una mueca al escucharle. Ella había deseado muchas veces que Natasha fuera a buscarle y volvieran a ser la familia que una vez fueron, pero ese momento nunca llegó por mucho que lo deseó.

—Y aun así aquí estamos, en el mismo punto y con Dreykov libre. —El dolor se hacía eco a través de la voz de Yelena.

—Lo siento. Debería haber vuelto a por ti. —Le miró con tristeza, sintiéndose culpable al ver el rostro herido de su hermana—. Pero ahora estamos juntas. Lo solucionaremos.

Suero rojo | Wandanat / ScarletwidowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora