XVII

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Unos días después de la misión Natasha le propuso a Wanda salir a cenar las dos solas fuera, a un restaurante bonito de las afueras de la ciudad que había estado buscando con la ayuda de Clint y Yelena después de ver innumerables opciones, a lo que la chica aceptó con emoción, era la primera vez que le invitaban a algo así. Aquello era su primera cita oficial aunque ninguna de las dos lo dijera con esas palabras exactas.

No podía evitar estar nerviosa, quería pedirle a Wanda hacer su relación oficial. Al fin y al cabo llevaban varias semanas haciendo vida de pareja sin serlo, tan solo debían dar un paso más, pero de todas formas le ponía nerviosa y además quería hacerlo de una forma bonita para la chica.

Habían ido hasta allí en la moto de Natasha. Wanda no necesitó ninguna excusa para aferrarse a la cintura de la pelirroja, pues la chica parecía no conocer la existencia de los límites de velocidad y solo bajó la velocidad cuando estuvieron cerca de la civilización.

—Recuérdame pedir un taxi a la vuelta —habló Wanda quitándose el casco. Su pelo ondeaba con la suave brisa.

—Te he dado una excusa para abrazarme y así me lo agradeces —bromeó Natasha tomando el casco de las manos de Wanda para dejarlo junto al suyo.

—Creo que valoro mi vida lo suficiente.

—Vale, pues ya me despertarás cuando llegues —respondió ganándose un golpe en el brazo por parte de Wanda.

—Seguro que Kate me hace un sitio en su cama —molestó con una sonrisa pícara, haciendo que Natasha pusiera los ojos en blanco antes de sonreír.

—Eso si no está ocupada besándose con Yelena, lo que es poco probable. —Frunció el ceño haciendo reír a Wanda, todavía no aceptaba que nadie se acercara a su hermana—. Seguro que estás mejor en la mía —añadió guiñándole un ojo.

El mísero pensamiento hizo que las mejillas de Wanda enrojecieran al instante y el calor se acumulara por todo su cuerpo, centrándose en una zona en específico. La vista ante ella tampoco ayudaba mucho. Natasha llevaba puestos unos pantalones de cuero negro acompañados de una camisa blanca y sus botas negras, que la hacía ver realmente sexy, mientras que ella llevaba un ajustado vestido negro con un corte en la pierna que se ceñía a todas sus curvas y unas zapatillas blancas porque no soportaba los tacones, luciendo deslumbrante ante los ojos de la pelirroja.

Wanda se quedó sin aire, paralizada en el sitio.

—¿Sin palabras? —inquirió Natasha, que sonreía de lado.

Wanda respiró profundamente en un intento de calmar sus nervios.

—Vamos, anda —respondió después de tragar saliva con dificultad.

Natasha rió levemente, pero enseguida le ofreció su brazo para caminar, el cual ella aceptó dirigiéndose hacia el interior del restaurante.

Se sentaron en una mesa frente a las bonitas vistas que les daba la playa y el sonido de las olas del mar, con el anochecer sobre sus cabezas. En el centro de la mesa blanca había un pequeño florero con una delicada flor roja en su centro. Había dos copas de vino y dos cartas para elegir la comida sobre los platos.

—Esto es precioso, Nat —susurró Wanda observando embelesada todo a su alrededor, mientras que los ojos de Natasha estaban fijos en ella.

—Lo es —respondió, aunque sus ojos no se habían apartado de ella—. Sabía que te gustaría. Es todo muy verde y florido.

Wanda sonrió todavía más si era posible.

Su mesa estaba situada bajo un gran arco de hojas verdes del que colgaban pequeñas bombillas dando una bonita iluminación y vista, además de una lámpara colgante sobre cada mesa. Y el lado izquierdo del arco estaba abierto frente a las vistas hacia la playa. Wanda sonrió, sintiéndose apreciada y escuchada, era la primera vez que alguien hacia algo tan bonito por ella.

Suero rojo | Wandanat / ScarletwidowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora