Capítulo 2.

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Caminé detrás de él indicándole para donde ir con leves empujones. Gracias a su alto porte me tapa del viento.

Paré cuando teníamos una calle en frente, pero él siguió caminando. Agarré su campera y lo estiré para atrás.

—¡Mira para cruzar estúpido! —Le di un saque en la nuca.

—¡Perdón, flashe! —Acarició la zona afectada.

—Mejor vos seguime. —Me puse en frente de él y lo agarré de la manga.

Cuando el semáforo indicó que teniamos paso crucé la calle.

Es muy gracioso ver por el reflejo de las vidrieras como llevó a alguien mucho más alto y grande que yo como si fuera un nene, y más cuando tiene un leve puchero en sus labios por la puteada de antes.

—Cambia esa cara o nos volvemos a casa. —Imite a una mamá.

—No quiero. —Miró para otro lado ofendido.

—Siempre lo mismo con vos, nunca más te llevo a ningún lado. —Escuché como se rió, provocando mi sonrisa.

—¿Hace mucho vivis por acá? —preguntó interesado.

—Hace seis meses, maso —respondí —. Tenes un acento diferente. —Lo miré por encima de mi hombro y él sonrió.

—Soy de Santa Fe —afirmó.

—Re piola. —Volví a mirar en frente —. ¿Viniste por trabajo o...? —no termine la pregunta dejando que él continúe.

—Vine por un poco de todo, primero por trabajo y después me quedé porque me gustó y por mis amigos —explicó.

—¿De qué trabajas? —Levanté una ceja interesada.

—Soy streamer.

—Eso explica muchas cosas. —Asentí y él se rió.

—Seguro que si.

—Llegamos. —Solté la manga de su campera y entré.

Los dos suspiramos aliviados ante el olorcito rico y lo calentito que está el lugar.

—Me estaba cagando de hambre —confesó mientras se acercaba al mostrador.

—Yo también. —Lo seguí.

Me pedí un jugo de naranja y sanguchitos de miga.

Los sanguchitos de miga son lo mejor que le paso al mundo.

Ivan se pidió un capuchino, tostados y chipá.

Nos sentamos a esperar que nos llamen.

Abrí instagram y subí una selfie para que sepan que todavía sigo viva. Después le saque una foto a mis zapatillas new balance 550 y parte de mi pantalón cargo recto, full facha.

—¿Vos estudias o trabajas? —me preguntó mi acompañante haciendo que vuelva a meter el celular en mi bolsillo.

—Trabajo, tengo una marca de ropa —le expliqué brevemente como llegué a hacerla y su nombre.

—Uh re piola, yo tengo ropa de esa marca, banco una banda —dijo contentó.

Sonreí.

Es muy buen pibe.

—Gracias —agradeci levemente sonrojada.

Al ver mi cara, la comisura de sus labios se elevó en una sonrisa y cuando estaba por decir algo, nos llamaron para que busquemos nuestro pedido.

Toma, puto.

Nos volvimos a sentar y comimos entre charlas y risas.

Nos tomamos nuestro tiempo en terminar y caminar hasta el edifico, quería alargar este rato lo más posible, su compañía es muy agradable.

—Después si queres te voy a ayudar con tu desastre —dije mientras abría la puerta de mi apartamento.

Él soltó una carcajada.

—Si me pasas tu WhatsApp te digo si quiero. —Miró mis ojos con una sonrisa atento a mi respuesta.

Arrugué la nariz dudando, haciéndome la difícil.

—Bueno, dale —acepté finalmente y puedo jurar que lo escuche suspirar aliviado.

Le di mi número y nos despedimos.

—Hola amor —saludé a Tom con un beso —. Vamos a comer ¿querés?

Le serví comida en su plato.

Subí a mi estudio emocionada, desde que lo vi a Ivan las ideas no pararon de brotar de mi mente.

Te agradezco, divina inspiración.

No sé hasta que hora de la madrugada me quedé dibujando y diseñando, pero lo único de lo que soy consciente es que ya tengo más de un drop para lanzar.

Le mande los archivos al encargado de organizar las producciones y le deje un mensaje abajo diciéndole que después iba a nuestro taller a coordinar todo, desde la tela hasta la cantidad de unidades.

Dentro de unas semanas este drop va a salir a la venta y eso calma mi mente. Además todavía tengo muchísimas más ideas que explayar.

Me pegue un baño para relajarme y fui directo a la cama.

(...)

No sé que hora es pero el sonido de mi celular me despertó.

Fruncí el ceño y contesté sin mirar.

—¿Hola? —balbucee adormilada. Nadie respondió —. Hoola —volví a repetir más fuerte sin abrir los ojos —. Andate a la concha de tu madre hijo de puta, me volves a llamar y no la contas, no quiero nada, no me interesan tus planes chotos y si me queres garcar plata, no te preocupes que le deposito a tu vieja después de cada cogida, esa si que es bien puta y barata...

—¿Qué? —se escuchó una voz distante —. ¿Hola? —contestó una voz ronca y pastosa del otro lado.

—Que te haces el desentendido ahora la puta que te pario, te voy a doxear y te voy a ir a buscar gil de mierda, ya vas a ver boludito, sos pollo —seguí bardeando al desconocido.

—¿Sofia? ¿Qué mierda te pasa? —preguntó Ivan confundido.

—Ah, sos vos boludo, me hubieras dicho antes —relaje mi tono de voz.

—No entiendo nada —murmuró —. ¿Cómo atendiste mi celular? —Suspiró haciendo que se me pongan los pelos de punta.

—¿Qué decis tarado? Vos me llamaste y me despertaste —aclaré.

—Mhmm... —respondió con un sonido ronco que salió desde su garganta —. No sé como te llame porque vos me despertaste boludita —se defendió.

—Nada que ver wacho —respondí en voz baja.

"Boludita".

—Ajá, lo que vos digas. —Bostezó.

—Fíjate en el registro de llamadas quien llamo a quien bobo.

—Si te llamé yo, te invito a desayunar y si me llamaste vos, me invitas —propuso.

—Dale —acepté al instante. Hubieron unos segundos de silencio hasta que escuché su quejido —. Toma gil —festeje —. Levántate que tengo hambre —dije antes de cortar.

Vecinos; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora