Capítulo 4.

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Salió de bañarse como un nene todo tímido.

—Ponete cómodo. —Rodé los ojos y me metí al baño.

Tome una ducha tibia sintiendo como revivia.

Dejé la ropa mojada en el canasto y salí.

Vi a Ivan sentado en el sillón hablando por celular.

—Bueno dale, gracias. —Cortó.

—¿Qué te dijo? —pregunté mientras le daba alimento a Tom.

—Que dentro de un par de horas viene —explicó.

—Bien ahí. —Me senté al lado de él —. ¿Te puedo pedir algo? —Miré la libreta de dibujo que estaba sobre la mesa ratona.

—Si, obvio, decime. —Giró su cuerpo para mirarme.

—¿Te puedo dibujar? —susurré.

Sus cachetes se pusieron colorados.

—Si. —Rascó el puente de su nariz nervioso.

Volví a desviar mi mirada a la libreta. No quiero que esto sea incómodo.

—Mejor juguemos al fifa. —Agarré los joystick y prendí la play.

—Pero quiero que me dibujes —balbuceo.

—Otro día. —Le tiré el joystick y él lo agarró sin problemas.

—Bueno. —Hizo un pequeño puchero.

Puse música y cantamos mientras jugábamos al fifa.

—¡Toma! —Festeje cuando me metí un gol.

Escuché como suspiró molesto.

—¡Toma, puta! —me gritó en la cara cuando me empató.

—¡No quiero jugar más! —Me levanté enojada.

—¡A casa! —Se paró en frente mío haciendo que inconscientemente me encoja por la gran diferencia de altura.

—¿Tomaste mucho danonino vos no? —Fruncí el ceño con envidia.

—Todo gracias a mi abuela wacho. —Apretó el puño y lo levantó agradecido.

—Que grande la vieja. —Aplaudi.

—Más respeto eh —dijo con voz más grave.

—Cerra el orto wacho. —Lo empujé.

—Bueno loco, no te arrebates. —Llevó su dedo índice a mi frente y me empujó.

—Ah, sos chistoso. —Asentí mientras me mordía el labio intentando evitar bardearlo.

Su celular sonó rompiendo la burbuja que se estaba formando a nuestro alrededor.

—Hola, sisi, ahora voy. —Cortó —. Ya llego el cerrajero —informó.

—Menos mal, anda. —Sonreí y lo acompañé hasta la puerta.

Abrí y cuando estaba por salir se quedo quieto.

—¿Querés salir de joda hoy? —preguntó de repente —. Podes ir conmigo, o invita a unas amigas, como quieras, si queres digo —habló apresuradamente.

Me reí con ternura.

—Si quiero Ivan. —Sonreí —. ¿A qué hora te caigo?

—Tipo once, así comemos algo y después hacemos la previa con unos amigos ¿te parece? —Preguntó más calmado.

—Si, dale, nos vemos. —Me despedí con la mano.

No me animo a acercarme tanto a él y darle un beso en el cachete. Desde lejos puedo oler su perfume y su aroma tan embriagador. Las pocas veces que nos tocamos, cuando nos cagamos a palos, siento como su piel me quema.

—Nos vemos, Sofi. —Sonrió derritiéndome.

¿Por qué es tan tierno y lindo?

Cerré la puerta con una sonrisita de boluda.

Volví a trabajar y boludee un rato.

Hace mucho no salgo de joda.... bah, hace mucho no socializo con alguien mejor dicho.

No tengo amigas, no tengo amigos y me da miedo tenerlos, muchas fueron las veces que se acercaron por interés, así que decidí cerrar las puertas por mi seguridad. Me encariño muy rápido con la gente y los banco a muerte, cuando me traicionan duele mucho.

Sonreí con tristeza pensando en mis amistades fallidas. Por alguna razón tengo las esperanzas de que esto no sea igual.

El otro día me salto un tiktok de Ivan, o mejor dicho de Spreen. Algo me dice que él sabe lo que se siente estar perseguido por las personas que se te acercan, ya que su fama es bastante grande.

Suspiré para relajarme.

Prendí la tele y puse música para que mi felicidad aumente.

Por suerte no tengo que preocuparme por lo que me voy a poner, tengo muy claro mi estilo y los medios para usarlo.

Me puse un top de tiras negro, un buzo verde oscuro, un jean baggie clarito, una gorra, también verde oscura, unas dunk high del mismo color y cadenas y anillos.

Miré la hora nerviosa sin saber si ir.

Una notificación hizo que mire mi celular.

Ivan.

Ya venis?

                                        Yendo no, llegando

Sonreí inconscientemente y me despedí de Tom.

Fui al ascensor y apreté el botón para ir al piso de arriba. Bajé y toqué la puerta con nervios.

—Hola. —Sonrió.

—Hola. —Le devolví la sonrisa.

—Pasa, pasa. —Me dio lugar para que pase —. ¿Qué querés comer? —Cerró la puerta cuando pasé.

—Cualquier cosa. —Miré como todo estaba un toque más ordenado.

—¿Qué es cualquier cosa? —Se rascó la cabeza.

—Empanadas de jamón y queso —respondí después de pensarla unos segundos.

—Uh, me sirve. —Usó el celular un rato para pedir —. Listo, enseguida llegan.

Sonreí.

—¿Sabes cocinar? —consulté intrigada.

—Ponele que si, lo básico. —Se sentó en el sillón y palmeo su costado para que me siente con él.

—Algo es algo. —Le hice caso.

—Obvio, no puedo ser perfecto en todo. —Se rió dando a entender que es joda —. También tengo la rodilla hecha pija.

Arrugué los labios.

—¿Se te sale del lugar o algo? —Desvíe mis ojos a su rodilla cubierta por un pantalón negro.

—Si, me la saque jugando a la pelota. —También la miró.

—No, que paja, ¿lloraste? —Volví a mirar su cara.

—No lloré, pero grité una banda, la pasé como el orto. —Hizo un leve puchero con el ceño fruncido.

—Pobrecito. —Sonreí con ternura. Apreté mis manos evitando tocarlo. Siento como mi mano pica por la necesidad de tocarle la cara y apretarle los cachetes —. ¿Caminas piola? —pregunté para burlarme.

—Si, estúpida, tampoco tanto. —Se rió.

—Y si te pego una patada ¿aguantas? —Levanté una ceja.

—No sé, proba y la que va a terminar con la rodilla rota sos vos —afirmó.

—Na, tranqui, deja nomas —hice un movimiento con la mano restandole importancia.

—Pilla —susurró.

Vecinos; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora