Capítulo 12.

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Rodrigo tosió exageradamente.

—Sigo aca eh —avisó.

—Si, compa, ya sabemos. —Golpeé su hombro amistosamente.

—Ah bueno, me había asustado, pensé que se olvidaron de mí. —Nos siguió hasta la cocina a paso rápido como un nene.

Hicimos pochoclos y nos tiramos en el sillón para ver la peli.

—Uf —Rodri gimió cuando apareció Peter sin remera todo mamado.

—Puto de mierda —murmuró Ivan por lo bajo.

—Cierren el orto. —Empujé con mis hombros a los dos.

Ellos respondieron aplastandome, ya que estoy en medio.

Me quejé y apoyé mi cabeza en el hombro de Ivan.

(...)

No sé si sentirme una vieja chota por haberme quedado dormida.

Arrugué la nariz y golpeé a lo que sea que me esta haciendo cosquillas.

—Auchis —escuché que balbucearon.

Abrí mis ojos con dificultad.

Todo mi cuerpo descansa arriba de Ivan, y lo que me hacía cosquillas es el pie de Rodrigo.

Levanté mi mirada para encontrarme con la carita angelical de un Ivan durmiendo plácidamente. Sus labios se encuentran levemente entreabiertos dejando escapar pequeñas respiraciones más fuertes de lo normal, mostrando su total estado de relajación.

Sonreí enternecida. Deslicé mi mano hasta su cara y la acaricié con suavidad con las yemas de mis dedos.

De sus labios se escapó un gemido cansado y después abrió los ojos.

—Sofi —habló bajo haciendo notar su voz ronca.

—Buen día. —Sonreí.

—Fua, que linda que sos —balbuceo y acercó sus manos somnoliento a mi cara para palparla como si estuviera comprobando que fuera real.

Cuando termino de hacerlo frunció el ceño confundido. De repente abrió los ojos sorprendido.

—A la mierda, sos vos posta ¿no? —Irguió su cuerpo sentándose, obligándome a retroceder.

—Si... —contesté más confundida.

—Flashe que... perdón —dijo atropellando sus palabras.

—Tranqui —lo calmé intentando evitar que mis mejillas se sonrojen —. No pasa nada boludo, posta. —Llevé mi mano a su hombro y lo apreté para transmitirle calma.

Miró mis ojos unos segundos y rodeó mi cuerpo con sus brazos.

Suspiré aliviando mi pecho y escondí mi cara entre el hueco de su cuello y clavícula.

—Te quiero, Sofi —susurró.

En ese momento sentí demasiadas cosas como para explicarlas.

Mi estómago baila, mi corazón se llena de una calidez inexplicable y mi cuerpo tiembla.

—Yo también, Ivan —dije en un hilo de voz.

—Yo también los quiero chicos —susurró un somnoliento Rodrigo y se unió a nuestro abrazo.

Desayunamos juntos y me tuve que ir porque Tom no paraba de llorar, extrañando sus juguetes y espacio.

Quedamos en juntarnos los tres juntos más seguido, porque la pasamos re piola.

Días después.

Un gran estruendo se escuchó en el techo, proveniente del piso de arriba.

Ivan amigui.

                                          Che, estas bien?

Me re caí!¡!¡!

                                    Entonces estas bien?

Si queres saber vení a verme.

Suspiré y me levanté a regañadientes.

Obviamente se que esta bien, sino ya estaría llorando, pero quiero ir a verlo.

Salí impaciente y me subí al ascensor.

—¿Estás bien, flaco? —pregunté cuando me abrió la puerta.

Hizo un puchero. Sus ojos, pestañas y mirada inocente lo hacen ver muy tierno.

—Me golpeé. —Levantó el brazo mostrándome su codo raspado.

—Ay, pobrecito. —Cerré la puerta detrás mío —. No pasa nada. —Lo abracé y repartí besitos por su hombro.

—También me golpeé acá. —Señaló parte de su mandíbula.

—Yo no veo nada. —Entrecerre los ojos.

—Posta te digo. —Acercó su cara para que le de besos.

Sonreí y le di unos besitos ahí también.

Apoyé mi frente en su pecho mirando las puntas de mis pies cuando sentí mi cuerpo reaccionar por su cercanía. Hace que una corriente eléctrica pase por todo mi cuerpo y mi estómago sienta un intenso cosquilleo.

—Quédate a dormir —casi suplicó.

—Comprate una cama. —Lo miré con una sonrisa burlona.

—Tengo una cama. —Se rió.

—¿Posta me decis? —Miré el loft intentando ver la cama.

—Vení. —Con la cabeza señaló para arriba.

Subimos las escaleras.

Lo primero que vi fueron sus zapatillas y los percheros que le regalé. Extrañamente tiene esta parte muy ordenada.

Abrió una puerta y pude ver su habitación.

—¿Por qué no dormis acá hijo de puta? —Me tiré arriba de la cama de dos plazas.

—Porque no anda el aire. —Se sentó en la orilla.

—Bue. —Lo patee —. Sos re tincho wacho. —Arrugué la nariz.

—Perdona, me olvidé que vos venis del ghetto y sos bien turra. —Me pegó en la pierna.

—No soy turra. —Fruncí el ceño.

—Pero te la re bancas loco. —Hizo el gesto turro con su mano.

—Obvio, pa' —me hice la piola —. ¿Querés jugar plato y bardearnos con randoms?

—Uh, dale. —Se acomodó al lado mío.

Nos cagamos de risa hasta jugando al bingo.

—Se me apagó. —Hice un puchero cuando mi celular se quedó sin batería.

—Dame que te lo cargo. —Extendió su mano y se lo pasé —. Miremos una peli —pidió después de enchufar el celular.

—Una de disney —sugerí.

—Uh, cars.

Vecinos; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora