Capítulo 15.

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Entramos a la sala.

—Me puedo llegar a caer, pero ni en pedo suelto los pochoclos —susurré abrazando el balde, que un poco más es más grande que yo.

—Chiquita —susurró Rodri con ternura.

—Chiquita tenes la pija —dije sin darme vuelta.

—Fua. —Se rió.

Me senté en medio y ellos a cada lado mío para agarrar pochoclos tranqui.

Giré mi cabeza para mirarlo a Ivan, que sigue sin hablarme.

—Ey —susurré intentando llamar su atención —. Ivan. —Deslicé mis dedos por su mano hasta entrelazarlas —. Ivan —me quejé apoyando mi cabeza en su hombro —. No estés enojado conmigo, porfa.

Escuché como suspiró y su cuerpo se relajó.

—No estoy enojado con vos, tengo problemas conmigo. —Me dio un beso en la cabeza.

—¿Estás bien? —Acaricié el dorso de su mano con mi pulgar.

—Si, no te preocupes.

(...)

—¿Se quieren quedar en mi casa? —preguntó Rodri mientras salíamos del cine.

Miré a Ivan esperando una respuesta positiva.

—Si, dale. —Asintió.

Festeje como una nena.

Subimos al auto y fuimos escuchando música.

Por suerte también hay estacionamiento en su edificio, así que deje el auto ahí.

—Toma, para que te pongas cómoda —el anfitrión de la casa me extendió ropa para dormir.

—Gracias. —Sonreí.

Solamente tiene una cama de más por lo que Ivan y yo no tuvimos problema en dormir juntos.

—Buenos noches chicos, los quiero —se despidió el enano.

—Yo también te quiero —respondí sin vergüenza.

Me acomodé a espaldas de él. No me abrazó como siempre, haciéndome sentir un vacío en el pecho.

—Ivan —susurré.

—¿Mm? —contestó vagamente.

—Yo siempre voy a estar para vos —le recordé —. Siempre voy a escucharte y acompañarte, podes confiar en mí.

—Confío en vos —afirmó.

—¿Seguro? —Di media vuelta para verlo.

Ambos nos sorprendimos por la cercanía a la que quedaron nuestros rostros. Me moví un poco para atrás evitando inconvenientes.

—A veces ni uno mismo sabe la respuesta. —Movió un mechón de pelo de mi cara —. Y a veces da miedo admitirlas

—¿Por qué da miedo? —susurré hablando conmigo misma —. ¿Por qué podes perder a la otra persona? —Acerqué mis dedos a su piel lisa —. Ahí si da miedo, pero sino no. —Deslicé mis dedos por su rostro.

Él cerró los ojos.

—Me da miedo perderte —susurró.

—No me vas a perder. —Acerqué mi rostro al suyo.

Tragué saliva nerviosa. Capaz la cago, pero quiero hacerlo.

Acerqué mis labios a los suyos sintiendo su respiración tibia rozar con los míos. Me detuve a solo unos milímetros insegura, estudiando su rostro.

Vecinos; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora