Capítulo 10.

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(...)

La semana pasó extrañamente rápida.

Nunca antes el tiempo había pasado tan rápido para mí. Yo simplemente pasaba cada minuto conmigo, ahora es como si el tiempo se dividiera, y cuando Ivan lo ocupa pasa el triple de rápido.

La felicidad ocupa gran parte de mi pecho y esa nostalgia que solía sentir de a poco desaparece.

A penas estacione el auto pude ver como las personas se acercaban felices.

—Hola —saludé con una sonrisa cuando bajé.

—¡Sofi! —Los niños corrieron a abrazarme.

—¿Cómo están? —Les di un beso en la cabeza a cada uno.

—¡Mi hermanita nació ayer! —Mateo estiró mi ropa feliz.

—Que bueno, la voy a ir a visitar. —Acaricié su cabeza.

Abrí el baúl y procedí a sacar todas las cajas que traje. Juguetes, ropa, comida, productos de higiene; todo lo básico.

Entregue cada una de las cosas. Después fui a la clínica para poder visitar a Jazmín y su nueva hija Aylen.

—Jazmín, ¿cómo estas? —La abracé con cuidado.

—Muy bien, muchas gracias por venir. —Sonrió.

—Les traje algunas cosas que las van a ayudar. —Me acerqué a la bebé —. Es muy linda —susurré. Extendí mi mano para acariciar su cara con mis dedos —. Hola, Aylen. —Toqué la punta de su nariz.

—Ese es su segundo nombre. —Jazmín Sonrió —. El primero es Sofia.

Abrí mis ojos sorprendida.

—Eso es... —no sé que decir —. Fua. —Suspiré.

—Quiero que ella siempre tenga presente que gracias a vos esta acá, viva y sana.

(...)

Paré de leer al sentir mi celular vibrar.

—Perdón, tengo que atender algo, Laura va a seguir leyendo. —Me levanté del piso y me alejé para atender el celular.

—Hola —saludé confundida.

Nunca recibo llamadas. Siempre que se trata de trabajo lo trato por email y nunca tengo una relación fuera de lo laboral.

—Sofi, te fui a buscar para ir a merendar, pero no me contestaste, me asusté —la voz preocupada de Ivan se escuchó del otro lado.

Sonreí calidamente.

—Estoy en mi barrio, siempre trato de venir para ayudar —conté.

—¿Y estas bien? —Tragó saliva —. O sea no por la gente, sino que... —hizo una pausa nervioso —. Tu papá también es de ahí o...

—No me lo volví a cruzar, quédate tranqui, estoy bien. —Mordí mi labio inferior —. ¿Querés cenar conmigo?

—Si, esta vez cocino yo —su tono de voz cambio a uno más animado —. Te espero, Sofi, cuídate.

—Nos vemos. —Corté.

(...)

Suspiré mientras esperaba que el ascensor abra sus puertas.

Estoy cansada y feliz.

El centro comunitario está casi terminado. Cuenta con un comedor, una salita, habitaciones para estadías temporales y ahí van a ir dirigidas donaciones, gracias a mi alcance hay mucha gente que desea colaborar.

Levanté mi mano para tocar el timbre, pero no fue necesario hacerlo.

—Sofi, te estaba esperando. —Abrió la puerta.

—Gracias. —Pasé —. Estoy re cansada. —Solté un gemido y me tiré arriba del sillón.

—Me imagino. —Se acercó y me quitó las zapatillas —. Alto olor a pata. —Arrugó la nariz.

—Cállate, forro. —Lo patee levemente.

—Mentira. —Soltó una risita —. Ya traigo la comida.

Fue corriendo a la cocina.

Me reí despacio.

Es muy tierno.

—Cuidado, no te vas a caer. —Me enderece cuando lo vi venir con los dos platos calientes.

—Na, tranqui, yo controlo —me calmó.

Dejó los dos platos en la mesita y otra vez salió corriendo para volver con cubiertos, vasos y jugo.

—Que grande —lo felicité al ver la pinta que tiene la comida.

—Si esta feo es culpa de mi vieja porque ella me paso la receta —se lavó las manos.

—Fua, tenete un poco de confianza. —Agarré el tenedor y pinche un poco de comida.

Me la llevé a la boca bajo la atenta mirada de Ivan.

—¿Y? —preguntó ansioso.

—'Ta muy bueno wacho. —Levanté el dedo pulgar.

—¿Posta? —Probó un poco —. Uh, bien ahí —dijo orgulloso.

—Siempre terminas haciendo todo bien. —Sonreí.

—Bueno. —Miró para abajo colorado —. Igual era fácil.

—Deja de hacerte el humilde. —Le pegué en el brazo.

—Perdón. —Se rió.

—¿Y eso? —pregunté mirando las nuevas cajas llamativas.

—Para armar el arbolito de navidad —contó feliz.

Sonreí levemente.

—Re piola —dije intentando ocultar mi disgusto.

Nunca pase una navidad tranquila y en familia. Ni siquiera tengo familia.

—¿Querés pasar las fiestas conmigo? —preguntó Ivan tras analizar mi expresión.

—No, la tenes que pasar con tu familia —me negué.

—¿Querés ir conmigo? —Me miró suplicante.

Me reí.

—No, Ivan.

No podría caer en su casa y estar con su familia como si nada, ni siquiera se que se hace en esas fechas, me sentiría muy fuera de lugar.

—Después te voy a volver a preguntar —balbuceo —. Quédate a dormir hoy por lo menos —pidió.

—¿Y Tom?

No lo veo desde la mañana.

—Lo voy a buscar —finalizó.

Terminamos de comer y mientras él iba a buscar a mi gato, yo me puse a lavar los platos.

—Llegamos —dijo con voz aguda apenas cruzó la puerta.

—Hola, mi amor —dije con voz fina y de estúpida.

Le di besitos a mi gato por toda la carita.

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