Capítulo 3.

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Abrí la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

—Justo hoy me levanté con mucha hambre —fue lo primero que dije.

Él rodó los ojos.

—Algo tuviste que hacer, no sé como te llame si estaba dormido —se negó a aceptar la derrota.

—Que se yo. —Me encogí de hombros y cerré la puerta —. ¿Dormis con el celular encima? —Después de pensarlo unos segundos asintió despacio —. Ahí está. —Lo señalé.

—Si, bueno... puede ser. —Llevó una mano a su pelo enrulado y lo peino.

Tiene puesta una campera con cuello de camisa negra y blanca, casualmente de mi marca, un jogging negro recto con algún que otro estampado leve y unas new balance.

—Cheta campera —alague apropósito.

—Safa, es media pete, la use por descarte. —Se encogió de hombros.

Lo miré ofendida y lo empujé haciendo que se ría.

—Ya vas a ver gil —lo amenace.

—Na joda, esta muy piola —se retracto.

Salimos del edificio y volvimos a caminar hasta el Starbucks.

—Mañana voy al super a comprar, por si queres ir —avisé.

Ayer me dijo que no tiene nada en la heladera porque no tiene auto para ir a comprar muchas cosas.

—Dale, voy a comprar algunas provisiones, igual no tengo heladera tampoco. —Se rió.

—¿Cómo que no tenes heladera? —Lo miré con desaprobación.

—Tengo una mini, me entran algunas latas y un par de boludeces más, con eso me alcanza.

Mi mirada de desaprobación empeoró.

—Justo hoy me iba a comprar una heladera igual —se retracto con una sonrisa nerviosa.

—Bien ahí, lo primero consciente que decis. —Palmee su hombro.

—Bueno eh, enana de mierda —dijo con malicia y un brillo divertido en sus ojos.

—Te levantaste descansero hoy. —Me reí —. La concha de tu hermana —susurré más seria.

Me empujó levemente y se rió.

Entramos al Starbucks y ordenamos nuestro desayuno/almuerzo.

Nos sentamos en la misma mesa de ayer con nuestra comida.

Bajé el papelito de la magdalena para darle una mordida.

—Good —dije con la boca llena.

—¿Me convidas? —pidió mirándome con sus ojitos relucientes.

Bufé.

—Toma. —Le acerque la magdalena a la boca y la mordió gustoso.

—Uh, 'ta muy buena boludo. —Asintió.

—Si wacho, comprate el tuyo si queres. —Le saqué la lengua.

—Técnicamente ese lo compré yo, así que es mío —Se señaló.

—Cerra el orto —contesté enojada y le di otro mordisco. Escuché como se rió por lo bajo.

—¿Cuantos años tenes? —Se acomodó en el asiento para empezar su cuestionario.

—Diecinueve, ¿vos? —Tomé un trago de mi café.

—Veintiuno, ¿cuando cumplis años? —Jugó con la cucharita entretenido.

—El 7 de abril, ¿vos? —repetí.

—11 de octubre —contestó y abrí mis ojos por lo poco que falta. Un mes maso menos.

—Piola. —Asentí —. ¿Comida favorita? —está vez decidí preguntar yo.

—Capeletinis, cuando era chico me los comía hasta crudos —confesó.

Arrugué la nariz disgustada.

—Te hace pija la boca eso. —Inconscientemente pase mis dedos por mis labios. Los ojos de Ivan se desviaron a estos unos segundos y después los desvío nervioso.

Miré la ventana unos segundos y fruncí el ceño al ver que esta todo nublado. Abrí la boca para hablar, pero la lluvia cayendo me interrumpió.

—No me la re contes boludo —dijo Ivan mirando la ventana.

—Vamos antes de que se largue más. —Me levanté con mis envoltorios para tirarlos.

—Si mal. —Ivan imitó mi acción.

—La concha de mi madre —susurré cuando ya estábamos en frente de la puerta.

—¿Corres rápido? —Giró la cabeza para mirarme.

—Ehh, ponele que si, pero capaz me caigo a la mierda. —Me mordí el labio inferior nerviosa.

—Bueno, agárrate fuerte. —Me extendió su mano.

—Nos vamos a caer los dos a la mierda —aclaré antes de agarrar su mano y entrelazar nuestros dedos.

Ignoré completamente lo que eso causó en mi cuerpo y me centré en coordinar mis pies.

Corrimos lo más rápido que pudimos hasta llegar al edificio.

Nos subimos al ascensor lo más rápido que pudimos.

—La puta madre. —Ivan cruzó sus brazos intentando mantener el calor.

—Rápido wacho —susurré mientras buscaba mi llave.

—No... —Ivan tanteo todos sus bolsillos —. No, no, no —repitió más desesperado.

—¿Qué te pasa estúpido? —Salí del ascensor cuando las puertas se abrieron.

—No encuentro mi llave. —Bajo atrás mío.

—¿Cómo que no? —le preste más atención.

—No está loco, se me perdió. —Bufó frustrado.

—Seguro se te cayó, ni en pedo la encontras con esta lluvia. —Abrí la cerradura.

—La puta madre, no tengo ni copia. —Dio leves saltos haciendo un berrinche.

—Para algo existen los cerrajeros capo —lo calme —. Pasa mientras, te vas a enfermar. —Abrí la puerta para que pase.

—Pero... —Hizo un puchero.

—Pero nada. —Me puse detrás de él y lo empujé hasta adentro —. ¡Tom, llegué! —Avisé.

Subí las escaleras a buscar ropa para mi y para Ivan.

—Te estoy mojando todo —mencionó quieto en un rincón.

—No pasa nada, es agua, se seca. —Rodé los ojos y me acerqué a él —. Toma, anda a bañarte. —Le extendí una toalla y ropa.

Por suerte, al tener tantos modelos de muestra, me sobra la ropa de hombre.

—No te quiero molestar. —Acomodó su pelo nervioso.

—Dale Ivan, anda. —Lo empujé hasta el baño.

Vecinos; Spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora