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Después de unas diez largas horas ya estábamos en España, pasamos primero por el hotel donde nos alojamos y ahora las enormes puertas de Spotify Camp Nou, Barcelona se alzaba ante nuestros ojos.

No pregunten como sobreviví tanto tiempo a su lado.

Entramos sin inconvenientes y ya el lugar estaba atestado, no entiende que le ven a qué varios hombres estén atrás de un solo balón.

Son millonarios, que se compren un balón para cada uno y problema resulto. 

Acababa de llegar y ya me dolía la cabeza, Heitor me colocó una gorra y me tomó del antebrazo para caminar entre la multitud, como era de esperarse o para llamar la atención, incluso para molestarme a mí, se sentó en medio del estadio.

Puse mis manos sobre la rodilla y me quedé estática mientras el partido comenzaba y todos gritaban. Era realmente molesto.

El encuentro era entre FC Barcelona y Real Madrid F.C el clásico y encuentro más visto del planeta.

A mí me daba lo mismo, ni siquiera sabía quién era quién, parecían hormigas corriendo por comida.

Heitor se levantó varias veces en reproche, les gritaba sandeces y balbuceaba de vez en cuando. Me encogí de hombros y saque mi teléfono.

Me puse a jugar con él y saqué varias fotos, a Harden les va a encantar. Ese pequeño es muy fanático al deporte. Seguro está viendo el partido ahora mismo por la tele. 

El primer tiempo se acabó y agradecí al cielo, los jugadores tomaban un poco de agua y se refrescaban.

Puse mi boca en línea fina. Primera y última vez que vengo a un encuentro deportivo.

Sentí el murmuro y el bullicio en ola, todos correaban y gritaban yo no entendía el por qué si los jugadores aún no salían al campo. Levanté la vista y me encontré reflejada en la inmensa pantalla, tragué en seco cuando me pedían un beso. 

Esto lo había visto mucho en las películas, jamás pensé que me fuera a tocar a mí.

Me volteé discretamente y tenía un anciano a mi espalda, y una chica a mi derecha, contemplé la pantalla una vez más, analizando que el beso que me pedían era con Heitor.

De ninguna manera.

—Joder, Delilah que pastosa eres —Heitor gruñó y de un jalón me pegó a su pecho. 

Su aroma llegó a mis fosas nasales, tragué grueso y mis ojos se abrieron como plato. Sus labios cayeron sobre los míos, me agarró con fuerzas y luego su lengua estaba en mi boca demandante.

Me inclinó un poco hacia detrás como un beso de telenovela, lo empujé por el pecho y en respuesta me mordió el labio inferior. 

—Ya no salimos en la pantalla.

Me faltaba el aire, aún estaba procesando mi beso con Heitor Wayne, en serio no lo creo.

Nos volvimos a sentar y retomaron nuevamente el partido. Heitor se removía incómodo en el puesto y se pasó las manos por el cabello. Luego se rascó la barbilla.

—Esto no debió pasar, no así. Estoy rompiendo una regla importante en mi estilo de vida.

—¿De qué hablas? —lo miré confusa.

—Salgamos de aquí, ahora —me saca corriendo del estadio, sin derecho a réplica.

Tomó un Uber y en silencio nos metimos dentro.—La cafetería más cercana —pidió sin gota de educación.

El chófer doble en varias cuadras y se detuvo en un pequeño local, pagó y le pidió que se quedara con el vuelto.

—Siéntate —fue más una orden que una petición.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora