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Me levanto y tengo que apretar las piernas debido al leve dolor que siento en mi vagina, la espalda me arde por culpa de la fusta y ya perdí la cuenta de la cantidad de café que he tomado para mantenerme despierta.

Aún recuerdo su aliento en mi entrepierna y siento su polla arremetiendo en mi interior. 

Estar enojados y luego someterme es algo que sin duda alguna me estaba empezando a gustar.

Mantengo la calma y camino hasta su despacho, mis zapatos de tacón hacen eco en el pasillo y toco la puerta con mis nudillos.

—Adelante —su voz me pone a temblar. Soy adicta a Heitor.

—Tu padre mandó a revisar estos documentos, quiere tu firma, yo ya le eché un vistazo, pero bueno... Eres el jefe.

La situación entre nosotros estaba tensa.

—Ponlos por ahí.

—Tiene que ser ahora.

—¿Desde cuándo le das órdenes a tu amo?

—Estoy aquí como tu secretaria —suelto con hastío y me fulmina con la mirada. 

—Delilah no me tientes —brama con los dientes apretados.

—Fuera de aquí harás conmigo lo que te plazca. En estas cuatro paredes hago mi trabajo y me gusta hacerlo bien.

—¿Desde cuándo eres tan valiente?

Desde que me enamoré de ti.

—Otra cosa, Fillip no vino hoy y es el encargado de ingresar dinero al banco ¿Qué hacemos? —agrego— Tiene que ser hoy, no podemos retrasarlo más. 

—Pues llévalo con los de seguridad. Ya que reclamas tanto haz tu trabajo como mi secretaria.

—Por supuesto.

Salgo de su oficina y recojo mi bolso, busco a los de seguridad y llevamos en una maleta el dinero que corresponde ingresar en el banco.

Vamos juntos en unos de los carros de la empresa. Los de seguridad son dos hombres enormes y uniformados. Su tamaño y porte intimidan.

Me escoltan al llegar y espero mientras la responsable de nuestros ingresos me atiende.

Un fuerte estruendo me hace voltear en el momento que sueltan un tiro al aire. Seis hombres con pasamontañas vestidos de negro irrumpen. En la mano cargaban pistolas.

Me paralicé.

—Quietos todas y las manos donde pueda verlas —grita uno y todos cumplen la orden.

De reojo veo como los chicos que me acompañaban intentan llevar su mano a la espalda para tomar su arma.

Al parecer los ladrones lo notan y le dispararon a uno directo al hombro.

—Sus armas al suelo y den tres pasos hacia detrás. Ahora.

—Tú —otro llamó a una de las empleadas— Quiero todo el dinero en las bolsas, acá mi amigo te va a ayudar.

Dos se van con la mujer que está muy nerviosa.

—Ustedes no se atrevan a hacer ninguna tontería porque les costará la vida.

Rehenes habíamos bastante, algunos lloraban otro temblaban y miraban por todas partes buscando una salida.

—Quiero que todos hagan una fila aquí —señaló hacia la derecha— Sin inventos.

Hicimos todos lo que pedían, excepto el chico del mostrador que aprovechó el descuido para apretar el botón y lamentablemente le costó la vida.

Las alarmas del banco se iniciaron y costó segundos para sentir las patrullas de la policía, bien eso era un avance.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora