22

21.5K 1.3K 103
                                    

Heitor irrumpió en la sala, parecía preocupado y de solo pensar que esa preocupación era por perderme a mí, me entraron unas ganas horribles de llorar.

De alguna manera sentía que le estaba fallando.

Se acercó cuando nos quedamos solos y se sentó a mi lado, pasé saliva y cerré los ojos unos segundos.

Estaba buscando las palabras adecuadas cuando se lanzó hacía mi atrapando mi boca con la suya. Jadeé por la sorpresa y porque me dolía la herida. El sedante ya estaba pasando.

—No sabes lo culpable que me siento por enviarte, cuando ese no era tu trabajo, si algo te pasa yo... Yo. No sabría qué hacer. Eres importante para mí, pequeña.

Comencé a llorar como una estúpida. Todo en estos momentos se me intensifica.

Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

—Yo... —los labios me comenzaron a temblar— Yo estaba embarazada y ni siquiera lo sabía.

—La vacuna.

—Según la doctora la vacuna no hace efecto de manera inmediata y nosotros no, bueno... Nosotros.

—Ya, lo hicimos sin cuidarnos.

—Lo siento mucho.

—La culpa es mía, no tienes que sentirte mal, yo te mandé al banco.

—No tenías como saber que esto iba a pasar, no es tu culpa —agrego—. El destino quiso esto, no lo estábamos buscando y tú no eres un amo que va por ahí teniendo hijos con una sumisa cualquiera.

—Era un hijo, en el momento que sea o en cualquier circunstancia iba a estar bien. Da igual si soy tu amo o no.

Y me entraron nuevamente las ganas de llorar, Heitor se inclinó, me sostuvo entre sus brazos, lloré por un buen rato.

—Estas cosas suceden. Si tú hubieras sido la madre de mis hijos no me quejara. Delilah, lo has notado.

—¿Notar que?

En este punto Heitor se las había arreglado para recostarse a mi lado, su brazo bajo mi cabeza y sus dedos acariciando mi cabello.

—No estás adaptada a este mundo de sumisión, pero créeme cuando te digo que con mis otras sumisas no he hecho ni la mitad de lo que contigo.

—¿Se supone que sea un halago? —indagué dudosa— O me vas a castigar luego al recuperarme.

—Primero que todo no hables de castigo estando tan cerca de mí, me estoy contenido ¿Vale? —continuó hablando, mientras yo le detallaba el largo de sus pestañas, la barba incipiente, el brillo en sus ojos y la mandíbula perfecta— Segundo, supongo que yo también estoy sintiendo un poco de lo que sientes tú.

—¿Hambre? Ahora mismo tengo mucha hambre, y me da la leve impresión que la comida del hospital será una mierda.

Sabía que Heitor estaba hablando de algo serio, pero yo como inmadura, nerviosa compulsiva, evitaba el tema porque no estaba preparada para esto. 

Y si, me había enamorado de él, pero la sola idea de dejar de ser su sumisa me mataba por dentro.

—Juegas sucio —me aniquiló con la mirada—, pero bien tú ganas, iré por algo de comida para ti y le diré a mi padre que pase a verte.

—Vale —puse mi boca en línea fina y Heitor se atrevió besarme nuevamente.

Sus labios contra los míos era un puto calmante.

Salió con su postura erguida y yo me quedé mirando a la nada.

¿Cómo no noté un embarazo?

Saberlo tampoco me iba a ayudar mucho, los atracadores abrieron fuego hacia todas partes y la policía respondió. Ni recuerdo en el momento exacto que esa bala entró en mí.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora