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Opté por jean apretado y un jersey color claro. Recogí mi cabello en alto y dejé el maquillaje sencillo. Heitor tampoco se arregló mucho.

—¿Estás lista? —preguntó y se acercó para pasar por detrás de mi oreja un mechón rebelde.

—Ya —le sonreí y sentí como mis mejillas se encendieron.

Odio lo que provoca este hombre en mí y me aterra no saber lo que significo para él. 

¿Seré solo su sumisa?

Una más de tantas.

Me aseguré de que Estephano estuviera bien y lo dejé durmiendo.

Al club llegamos en media hora. No lo conocía, pero el ambiente no estaba tan malo a pesar que habían bastantes personas. Entramos sin problemas, ya que el parecer a mi acompañante si lo conocían.

—¿Has venido antes? —pregunté con el ceño fruncido.

Dentro hacía mucho calor, la gente estaba sudada y daban brincos entre el humo y la luz tenue.

—En par de ocasiones —chasqueó la lengua.

Tomó mi mano y caminó, le señalé a mi amiga que estaba en un sofá junto a Laura, me alegró verlas juntas nuevamente. 

Glen me abrazó nada más verme y me dió dos besos en la mejilla, saludé a Laura que me sonrió en respuesta y ambas saludaron a Heitor.

—Por este hombre pongo en duda mi orientación —me susurró al oído.

Aguanté la risa ante su comentario. Quedé sentada frente a ella con Heitor a mi derecha que estaba sirviéndose un trago de la botella de la mesa. 

—Me alegro mucho verlas juntas —confesé.

—Yo también me alegro de verte tan bien acompañada —alzó las cejas con picardía.

Laura mostró una sonrisa y Heitor la observó un segundo, pero no dijo nada.

—En realidad nos va bien —miré discretamente a mi amo, que se dedicaba a beber tranquilo. 

—Hacen muy bonita pareja —agregó Laura y frotó sus manos.

Ya te digo yo lo bonito que se ve en el cuarto de juego.

—Gracias —soltó Heitor— Delilah y yo nos entendemos muy bien.

Giré mi cabeza y tragué en seco al mirarlo. La voz de Glen me sacó de trance.

—En realidad yo te llamé porque necesitaba contarte una cosa, quería que fueras la primera en saberlo y no podía esperar más.

—¿Ocurrió algo? —indagué ante su seriedad.

Levantaron su mano al unisono mostrando unas sortijas iguales.

—No me lo puedo creer —me llevé ambas manos a la boca.

—Nos vamos a casar —anunciaron en coro.

—Muchísimas felicidades.

—Me alegro por ustedes —Heitor se dio un largo trago.

Hablamos durante un rato, Glen nos contaba como se habían arreglado y como se propusieron matrimonio, Heitor prestaba atención más no decía nada.

Nuestras miradas se cruzaron un par de veces. Me sobresalté con su mano apretando mi pierna y luego sus nudillos frotaron la tela del jean justo en mi intimidad.

Abrí los ojos como platos. Heitor negó con la cabeza y dejó de tocarme.

—Bailemos —sugirió Laura.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora