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—¡No entra! ¡Es que no me entra el puto vestido —me despierto aturdida por culpa de los gritos— ¡Es que una noche no pude engordar tanto! ¡Ayuda!

Refregué mis ojos y me llevé las manos a la boca antes de bostezar.

—¿Has probado con bajar la cremallera de la espalda? —pregunté sentándome en la cama.

—¿Tiene cremallera? No la había visto.

—Pues sí, si tiene.

—Dios, voy a ser la novia más fea de la historia —se queja.

—Estás preciosa —comento— Solo son los nervios de la boda, necesito que respires y te controles, nada va a salir mal.

—Bien, estoy tranquila —repite— Muy tranquila el día de mi boda. Soy una persona pacífica que se va a casar y no pasa nada.

—¡Glen! —se sobresaltó con mi grito— Ya.

—Por cierto, está mañana llegó un paquete para ti.

Fruncí el ceño.

—¿Dónde está?

—En el sofá.

Me encamino en esa dirección y abro la pequeña caja, para encontrarme con el vestido que había escogido con Heitor.

Ya con esto daba por hecho que él no iba a ir y por ello me envió el vestido.

¿Se puede ser más imbécil?

En fin, suspiré resignada.

Si esto era lo que quería tarde o temprano tendríamos que volver a vernos, trabajamos juntos, soy su secretaria y un maldito contrato en dónde pone que le pertenezco. 

—¿Todo bien? —me giré a ver a mi amiga, ahora sí tenía el vestido perfecto y lucía hermosa.

—Todo bien —sonreí— Y tú estás perfecta.

—¿Me ayudas con el peinado y el maquillaje? —por una extraña razón, nuestros ojos se cristalizan— No quiero ninguna profesional cuándo te tengo a ti.

Fui a abrazarla, intentando no arruinar el vestido. 

Regresamos a su habitación, sentada frente al espejo iba probando varios peinados que le hicieran lucir en conjunto con el vestido.

Le recogí el cabello en alto y solté algunos mechones en lo que ajustaba su velo.

El maquillaje fue más sencillo, debido a que no pegaba algo tan llamativo.

—Lista.

—Estoy estupenda gracias a ti.

—¿Quién de las dos es la novia que tiene que llegar tarde?

—Joder, eso no lo hablamos. 

Rompí en carcajadas.

—Da igual, ambas tienen que ir porque es su boda.

—¿Y si yo llego y ella no?

—Eso no va a pasar.

***

El vestido azul claro se ajusta en mis curvas, es tan largo que puedo ir sin tacones y nadie se daría cuenta, llevo el cabello suelto y el maquillaje muy sencillo parecido al de Glen.

Reviso mi teléfono por décima vez y no hay rastro de Heitor, me resigno y lo guardo en mi bolso de mano.

—Voy a estar dentro —le digo a Glen que no deja de morder su uña impaciente— Dentro de un rato tienes que entrar y no te preocupes de que Laura ya llegó.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora