Epílogo

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Tiempo después.

14 de julio.

Delilah Hart:

España nuevamente me recibía, Harden apretaba mi mano con mucho entusiasmo al ver el estadio. Le gustaba el fútbol y se calificaba así mismo como el fan número uno.

Sonreí al ver el brillo en su mirada, tan inocente, tan lleno de vida y tan feliz. En su anterior cumpleaños Malcom le había regalado un balón que traía bajo el brazo.

En este tiempo mantuve el contacto con Malcom, Glen a cada rato me visitaba a casa de mi madre. Raúl me llamaba todos los días, ya que, en las noticias siempre hablaban de Heitor.

No tenía un lugar fijo, siempre estaba viajando.

Hoy eres diferente, desde hace días sentía la corazonada que tenía que estar aquí.

En el fondo era una locura, pero me convencí a mi misma que él era el amor de mi vida y yo el amor de la suya, que hoy era catorce de julio  y que este había sido el sitio donde nos besamos por primera vez.

Y aún recuerdo cómo me dijo que sería su boda. Por muy ilógico que parezca, yo venía dispuesta a encontrarlo.

—¿Cómo me traes a un estadio de fútbol cuando está completamente vacío? —se quejó mi pequeño— ¿Dónde está el partido, y los futbolistas?

Le eché un vistazo al lugar, a lo lejos de la entrada en las gradas había alguien sentado. Tenía que ser él.

—Quiero que te quedes justo aquí, jugando con tu balón y no te muevas hasta que yo regrese.

—Está bien, mamá —despeiné su cabello y fui hasta el sujeto tranquilo en la distancia.

Mientras más cerca más segura estaba que si se trataba de él. Mi corazón comenzó a latir con fuerzas y el pulso se me aceleró. Me senté a su lado en silencio, no sabía que hacía. 

—Pensé que no te gustaba el fútbol.

Su voz.

Su maldita voz me hacía perder la compostura.

Estaba guapo, seguía siendo el mismo, con un toque más maduro y sus músculos más tonificado. Llevaba una barba de unos tres días y el cabello perfectamente recogido en una coleta, un poco más larga que la última vez en que lo vi.

Sus ojos se posaron en mí, me analizó por un largo segundo y luego desvió la mirada. Saco su teléfono y se puso a teclear.

—Yo no veo un partido por aquí —saqué las fuerzas necesarias para responder.

—¿Entonces que haces aquí, Delilah?

—Hace un tiempo alguien me dijo que se iba a casar justo aquí, un día como hoy —agregué por lo bajo. La posibilidad que ahora apareciera otra chica y se casaran frente a mis narices me golpeó con fuerzas—, pues vine a presenciar la boda. Al parecer llegué a tarde.

—No, no —ladeó la cabeza— Sí que hay boda, solo que aún no empieza. Puedes quedarte, serás mi invitada de honor.

Cómo me esté hablando en serio me tiro de aquí mismo.

—Por supuesto —me mantuve firme. No podía demostrar debilidad ante él.

—Ahora quiero que bajes por aquellas escaleras, no te preocupes las puertas están abiertas. Adentro va a estar alguien esperándote, como tú comprenderás no puedo permitir que estés en mi boda con esas ropas.

Lo fulminé con la mirada, más no lo iba a dejar ganar.

—Claro, dentro de un rato nos vemos.

Entré en un pequeño y reducido salón donde esperaba una chica por mí.

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