Extra 1

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"FELIZ NAVIDAD"

Un año después.

Delilah Hart.

—¿Dónde está Harden? —pregunta Heitor y levanto la vista. Dejo el chocolate caliente en la mesa del salón y me acerco al desastre que ha causado.

En el suelo hay aguinaldos de todos tipos, bolas, renos y un papá Noel de porcelana junto a los reyes magos.

—Menudo desastre tienes aquí —le sonrío—. ¿Para qué quieres a Harden?

—Te has antojado del árbol navideño más grande que había, pues no llego a poner la puta estrella —agrega—. Así que necesito a Harden para alzarlo y que él la coloque.

—Yo lo puedo hacer —me ofrezco y acaricio su mejilla.

—Negativo —me da un casto beso—. Tu últimamente tienes unas libras de más.

Abro mi boca y me hago la ofendida.

—¿Me has llamado gorda? —dramatizo—. Mantengo mi peso.

—Nena, te hago mía todos los días en el cuarto rojo, y he notado que pesas un poco más.

—No me hables —pongo los ojos en blanco y le doy la espalda—. Harden está en la habitación jugando con los gatitos.

—Me encanta esa fase de dramática por la que estás pasando —me toma del brazo y tira de mí.

Mi cuerpo queda entre sus fuertes brazos y las maripositas de mi estómago se comienzan a comer unas a las otras.

—¿Estás enfadada? —susurra contra mi oído.

—Sí.

Muerde el lóbulo de mi oreja.

—¿Sigues brava? —pregunta.

—Pues sí.

—¿Y si hago esto? —trazó un camino de pequeños besos por todo mi cuello y terminó en la comisura de mi boca.

—Puede que me lo replantee.

Pasa un mechón de mi cabello por detrás de la oreja y su boca cayó sobre las mías, sus manos acariciaron mi espalda y cerré los ojos dejándome llevar por sus caricias. Mis manos rodearon su cuello, lo guie hasta el sofá y me senté a horcajadas sobre él.

—Controla esas hormonas que tu hijo está en la habitación de al lado —bromeó.

—Vete a la mierda Heitor.

Golpee su pecho y me separé en busca de mi chocolate caliente y galletas.

—Eso tú sigue comiendo —dice y le saco el dedo del medio.

Heitor desaparece por el pasillo y pongo la tele en lo que cubro mis piernas con una manta. Hace muchísimo frío. Vuelve con Harden y lo levanta sobre sus hombros para que coloque la estrella en la cima.

Se pasan el resto del día arreglando el árbol y el pesebre. Verlos juntos me hace sonreír como tonta. Heitor se lleva tan bien con Harden que me lo imagino como hubiera sido de padre y los ojos se me llenan de lágrimas.

—Tengo que salir por unas cosas —anuncia Heitor y yo sigo sentada en el sofá.

—¿A dónde vas? —indago.

—Tengo que resolver unos asuntos —explica y se pasa las manos por el cabello.

Silba y Harden llega corriendo hasta nosotros.

—Nos vamos —se entrelazan las manos y se pierden de mi vista cerrando la puerta.

Cada día se parecen más.

Ya que me quedo sola, me pongo a preparar la cena y arreglar la mesa. Dejo todo listo para cuando vuelvan. Enciendo las velas aromatizadas y subo hasta mi habitación. Me doy una ducha y voy hasta el armario para buscar que ponerme.

Me detengo frente al espejo y me coloco el vestido.

—La semana pasada me servía —me quejo hablando con Estephano que está sobre mi cama. Me mira fijamente—. ¿Tú también crees que estoy gorda?

Ni que un gato me fuera a responder.

Opté por cambiar de vestido y terminar de arreglarme lo antes posible. Busco el regalo que tenía escondido bajo la cama y vuelvo al salón para colocarlo en el árbol. Los escucho llegar y me siento en la mesa.

Harden es el primero en entrar corriendo con una hamburguesa en la mano y la boca se me hace agua.

—Fueron a comer comida chatarra sin mí —chillo.

—Lo siento mamá, fue culpa de Heitor.

—Traidor —Heitor le lanzó uno de los cojines del sofá y Harden se tiró al suelo.

—Sentados los dos —alce la voz.

A veces Heitor se convertía en un chico pequeño jugando con Harden.

—Me gusta tu lado dominante —me guiña un ojo y siento como mis mejillas se ruborizan. Por suerte Harden seguía con su inocencia.

—A cenar —les ordeno.

Cenamos con tranquilidad hasta que sentí la mano de Heitor acariciar mi pierna por debajo de la mesa. Carraspee con fuerzas y dejé los cubiertos en el plato.

—Cuando se fueron a traicionarme y dejarme sola...

—Mamá, estás un poco dramática últimamente —me interrumpe.

—Ves —agrega Heitor—. Yo también le dije, pero no me hace caso.

—Silencio los dos —en ocasiones parecía que tenía dos hijos—. Bueno me dejaron sola y papá Noel vino y dejó un regalo en el árbol navideño.

—No tememos ni chimenea —añadió Harden y rodeé los ojos.

—Como quieran, el regalo está justo ahí.

Heitor se quedó sentado en lo que Harden fue en busca del regalo.

—Menuda mierda —soltó de golpe y lo fulminé con la mirada.

—¿Qué te he dicho de las palabrotas?

—Lo siento, pero es que este regalo tiene tu nombre —le dio la caja a Heitor de mala gana. Volvió a su lugar y apoyó los codos sobre la mesa—. ¡Ábrelo!

—¿Para mí? —arrugó la frente y yo mordí mi labio impaciente. Incluso hasta nerviosa.

Rompió la envoltura sin cuidado y sacó la diminuta caja. La abrió lentamente, se llevó las manos a la boca negando varias veces con la cabeza.

—¿Qué es? —Harden se acercó a mirar el contenido en lo que Heitor se ponía de pie.

Su mirada conectó con la mía. Sus pupilas estaban dilatas de pura felicidad.

Somos ese pequeño punto solitario en el universo, estamos en constante movimiento buscando nuestro complemento. Justo ahora estaba segura de que este era el sitio correcto a la hora destinada. Porque sin duda alguna, yo solo necesitaba de esto para ser feliz.

Y si en otro universo un loco vuelve a llegar a mi vida pidiendo que sea sumisa, volvería a decir que sí.

—¿Mamá que significan dos rayas? —preguntó.

Heitor se quedó sin habla.

—Significa que estoy embarazada.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora