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Salgo de la ducha y me quedo desnuda frente al espejo, aplico un poco de crema en las zonas rojizas de mi piel motivo al encuentro mañanero que tuve con Heitor.

Me quedo unos segundos observando mi figura, tengo algunos kilos de más.

Que extraño.

Agarro mi teléfono y reviso mi calendario, se supone que hace dos días tenía que llegar mi período, de seguro estoy un poco hinchada, eso debe ser.

Descarto la idea de un posible embarazo, ya que me puse la vacuna y todo estaba en orden. De igual modo le mando un mensaje a la doctora y esta no está en la ciudad, que me avisa en cuanto vuelva.

Me arreglo y salgo para encontrarme a Heitor terminando de preparar el desayuno.

—Huele muy bien por aquí —rodeo la isla y me acerco.

Heitor se voltea, me sube sobre la encimera y me mete una fresa en la boca.

—Mientras no le des a Estephano —bromeo.

—Ya le di su leche y está ronroneando en el sofá.

—Gracias.

—Esto ya está.

Desayunamos en silencio, Heitor busca unos documentos en lo que yo dejo la cocina en orden. Salimos en el auto, nos íbamos a reunir con un socio en una cafetería. Me parecía raro más no dije nada.

Llegamos antes y nos sentamos en una de las mesas en la espera.

Le di un último vistazo a los documentos, Heitor se levantó y saludó en lo que yo me volteaba, caí de nuevo a la silla, intenté disimular mi cara de asombro.

Joder.

—Delilah —me saludó tan tranquilo.

—¿Ustedes se conocen? —preguntó Heitor.

—Estudiamos juntos —digo la verdad y omito el pequeño detalle que es el padre de mi hijo, el cual también desconoce.

Malcom intercala la vista entre nosotros.

—¿Y ustedes dos? —indaga Malcom.

—Trabajam... —Heitor me interrumpió.

—Estamos juntos —le dijo con voz ronca y el rubio se encogió de hombros.

Es que mi vida parece una telenovela.

Cómo se aparezca el repartidor de pizza me tiró frente a un carro.

—¿Cómo está todo por allá? —nos sentamos, opté por mantener silencio mientras ellos se ponían al día. 

Aún no me creía que estos dos se conocían.

—Igual —Malcom se encogió de hombros— Tuvimos un pequeño inconveniente, pero los abogados supieron manejarlos.

—¿Ya sabe que estás aquí?

¿Quién?

Ya no hablaban de trabajo y me dió curiosidad.

—Por supuesto que sí —Malcom le guiñó un ojo.

—Aquí están los documentos —le pasé la carpeta con mala cara— Échale un vistazo. Les recuerdo que vinimos a cerrar un negocio.

—Tienes una empleada muy eficiente —bromeó Malcom y lo fulminé con la mirada.

—Ya te digo yo que sí —Heitor tocó con sus dedos mi mejilla y mi mal genio se fue al carajo.

No podía hacerme la fuerte ante él.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora