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Heitor Wayne

No sabía en qué mierda estaba pensando cuando hice todo aquello con Delilah. Mi intención nunca fue lastimar a una persona que me quería de verdad.

Yo estaba dañado por tantas cosas de mi pasado que lo reflejé en lo que estábamos construyendo de a poco.

¿Cómo puedo amar a una persona sin saber el significado de amor?

Me tomé mi tiempo a solas, porque eso era lo que necesitaba. Encontrarme con un Heitor que no se fortalezca con el dolor de otros. Se me hizo difícil. De igual forma cuando se quiere algo de verdad con todas las fuerzas es cobardes dejarlo ir tan fácil.

—¿Seguro la dirección es está? —pregunté por segunda vez con el pedazo de papel en la mano.

—Estoy segura de que la dirección es esa —reiteró— ¿Algo más que pueda hacer por ti?

No me caía para nada bien mi nueva secretaria. El tema no era personal, solo que no era ella. Delilah.

—No necesito nada más.

Salí de la oficina chocando bruscamente con alguien.

—Papá —me quejé al reconocerlo.

—¿A dónde con tanta prisa? —su vista me recorre de arriba abajo —¿Y con tan mal aspecto?

—¿Me veo mal? —protesté levantando una ceja.

—Si hablamos de tu físico, esa barba me parece horrenda, por no hablar del olor a alcohol que emana de tu cuerpo y de lo desaliñado que andas.

—Tú sí que sabes subir la autoestima a cualquiera, viejo.

—En fin. —se encogió de hombros— ¿A dónde vas?

—Tengo algunos asuntos que resolver.

—Cuyos asuntos son así de alto —señaló con su mano una estatura— Tiene el cabello rubio y los ojos verdes.

—Algo así.

—No la cagues, Delilah es una de las mujeres más fuerte que conozco. Es una bella persona y se merece lo mejor de este mundo.

—Es que yo lo sé. No tienes que decirme lo que tengo bastante claro desde hace varios días —sonreí de lado— Voy a por ella.

—Primero báñate, Heitor —me gritó en cuanto las puertas del ascensor se cerraron. 

Haciendo caso a mi padre primero pasé para tomarme una ducha y arreglar mi aspecto. Estos últimos días lo menos que me importaba era cuidar mi apariencia. El cabello me seguía creciendo y ahora lo recogía con una pequeña coleta.

Me metí en el auto y maneje impaciente hasta llegar a esa dirección, era una casa sencilla en un vecindario que parecía que habían sacado de un cuento de hadas.

Estacioné y solté un suspiro en lo que pensaba si bajarme o no. Ya estaba aquí y Delilah era lo que quería en mi vida. Agarré entre mis manos el contrato que firmamos un día y que ahora parece un mal recuerdo.

Con dudas toco la puerta y luego de unos minutos me abre un chico rubio de corta edad.

—¿Hola? —frunzo el ceño— Estoy buscando a Delilah, aunque creo que me he equivocado de ca...

—Mamá, te buscan —el pequeño gritó y me quedé perplejo. Había dicho mamá. ¿A caso se refería a Delilah?

Dejó que la puerta se abriera y sentado en el salón estaba Delilah junto a Malcom, mientras tomaban algo de una taza.

Miré al niño una vez más y era tan rubio o más que Malcom, sin duda alguna esos ojos eran iguales a los de Delilah. Me apoyé a la pared para no desfallecer.

No puede ser.

Esto definitivamente era una broma.

Delilah abrió sus ojos como platos al verme bajo el umbral de su puerta.

—Lleva a tu padre a tu habitación, puedes jugar lo que quieras e incluso comer chocolate —buscó con la mirada la aprobación de Malcom y este asintió subiendo las escaleras con el niño.

Estaba preparado para irme cuando su voz me detuvo.

—Quédate y hablemos.

—Me fallaste, tú me mentiste y sabes que odio las mentiras —entré en la casa y Delilah cerró la puerta. 

—No más mentiras —se pasó las manos por el cabello— El niño que acabas de ver se llama Harden, es mi hijo y Malcom es su padre. Yo quedé embarazada muy joven y sin saber que hacer lo terminé ocultando durante todo este tiempo.

—¿Tenías pensado decirlo algún día?

—Por supuesto que te lo iba a decir —pellizcó el puente de su nariz— Solo estaba buscando el momento indicado.

—No hace falta un momento preciso para que me dijeras que tenías un hijo —me quejo decepcionado— Venía hasta aquí con toda la intención del mundo para que me perdonaras y mira lo que encuentro.

—Sé que no te podía mentir, pero tenía mucho miedo. Era todo tan nuevo para mí que me temía tu reacción.

—¿Me engañabas también con Malcom?

—No, claro que no. Entre Malcom y yo solo existe Harden. Tienes que creerlo.

—Lo peor de todo es que si te creo.

Recuerdo por un momento a lo que vine y levanto el papel que continuaba entre mis manos. Lo rompo y los trozos vuelan hasta caer al suelo.

—Desde este momento eres libre, Delilah, aquí termina la validez de un contrato que ya no existe.

—Heitor... —da un paso acercándose.

—Quería tu perdón por lastimarte y resulta que ambos nos dañamos, tenías razón juntos no podemos estar.

—Esto no tiene por qué acabar así —sus manos quedan sobre mi pecho.

—Quiero que te alejes de mí —intento dar un paso hacia detrás.

Esta cercanía junto a su traición me estaban jugando una mala pasada y tenía que contenerme antes que las cosas se salieran de control. 

—Bien, entiendo que esto llegó a su fin, pero al menos borremos el mal recuerdo —su aroma invadió mis fosas nasales.

Mis manos con vida propia rodearon su cuerpo, me miró sorprendida y cerró los ojos cuando mi boca cubrió la suya.

La besé con tanta rabia que mis dedos se aferraron a su piel, gimoteó contra mis labios, tragó en seco cuándo mi lengua invadió su boca. Tuve que apartarla, porque mi pantalón comenzaba a obtener vida.

—De lo único que me arrepiento es que dejé que una simple sumisa se convirtiera en el amor de mi vida... —confieso y veo como sus ojos se cristalizan— Adiós.

Doy media vuelta y me voy sin dar tiempo a qué me responda.

(...)

—Ven a mi despacho —ordeno y cuelgo la llamada.

En cinco segundos la secretaria ya estaba en mi oficina.

—¿En qué puedo ayudarle? —preguntó nerviosa.

—Quiero que me saques un pasaje de ida sin vuelta lo antes posible —pido.

Y si me pones un océano por el medio entre Delilah y yo, mejor.

—¿Con qué destino señor?

—Pues no sé, revisa y el primero que salga me avisas.

—¿De verdad se va a ir?

Estaba tomando una decisión con el fin de alejarme de ella para siempre. Cerrando la etapa de su paso por mi vida, aunque sabía que todo estaba hablado y si ella era la indicada nos volveríamos a encontrar.

Sumisa ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora