Prólogo

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Me encontraba sentada en mi pequeño escritorio, terminando la tarea de matemática que tanto se me complicaba. No me hacía mucha gracia el hecho de resolver problemas, problemas y más problemas, pero tendría que estudiar mucho para que mamá estuviera orgullosa de mi.

Aún eran las siete de la noche, lo cual significaba que mamá llegaría en dos horas luego de su jornada de trabajo. No entendía porque seguía trabajando en esa casa si siempre se quejaba de que los hijos de la señora Kimberly Ricci le hacían muchas travesuras y la trataban mal. A veces me daban ganas de ir a esa mansión en la que trabajaba y dejarles en claro a esos niños que con mamá nadie se metía. La niña tenía mi misma edad, nueve años, y el niño tenía dos años más, pero yo no le tenía miedo, quería ir y gritarles a ambos, pero luego recordaba las palabras de mamá: "Ninguno de los miembros de esa familia puede enterarse de que yo tengo una hija"

Le pagaban bien a mamá por cocinar y limpiar la casa, teniendo en cuenta de que esa "casa" era en realidad una mansión que tenía más de cinco baños y más de ocho dormitorios. Pero ella no era para nada feliz allí. Obviamente ella nunca me lo dijo, pero los domingos que eran los únicos días en los que podía verla y pasar tiempo con ella notaba que estaba muy cansada. Es decir, quien no lo hubiera estado después de trabajar casi diez años con esa familia.

Según lo que me contó ella dejó de trabajar para esa familia cuando yo nací para ocuparse más de mí, pero luego de que se le juntaran más de diez deudas diferentes... Bueno supongo que no le quedó otra opción que regresar.

Los integrantes de la familia Edwards decían que necesitaban a alguien que estuviera disponible desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche sin ningún tipo de interrupción, es decir, que no tuviera que dejar sus tareas por atender a algún familiar o algo por el estilo. A mamá le ofrecieron quedarse en esa casa, pero ella se negó, después de todo no podía dejarme sola toda la noche.

El sonido de unas llaves y luego de la cerradura abriéndose me hizo saltar de mi silla. Mamá siempre decía que si algo como esto pasara tenía que agarrar algo con lo que defenderme y luego esconderme. Así que eso fue lo que hice, tomé rápido las tijeras de encima de mi mesa y luego corrí hasta el armario.

No había muchos lugares en los que esconderse en la habitación que rentaba mamá, así que ese fue el primer lugar que encontré. Me quedé muy quieta en mi lugar hasta que la puerta se abrió.

- Madison, soy yo, mamá. Puedes salir – al escuchar su voz, dejé mi escondite y ella al verme soltó el aire que al parecer estaba reteniendo.

- ¿Mamá? ¿Por qué estás aquí tan temprano? – pregunté y ella solo me dio un fuerte abrazo antes de que empezara a alistar una maleta.

Sus manos se movían tan rápido y yo no sabía el motivo de su desesperación.

- ¿Mamá...?

Ella en vez de responder, siguió empacando todo. Segundos después me di cuenta de que no estaba colocando nada suyo y lo único que llenaba esa maleta eran prendas mías. Luego de terminar de poner toda mi ropa allí, la cual no era mucha, cerró la maleta y la tiró por la ventana, agarró mis peluches; un pequeño osito, un perrito y una pequeña rana y estos también salieron volando por la ventana.

- Pero... ¿Mamá, que estás haciendo? – volví a preguntar, pero ella se negaba a darme una respuesta.

Después de que se deshizo de mi ropa y mis peluches pasó a agarrar mis cuadernos y libros. Los metió en una bolsa y volvió a tirar esta por la ventana. Le dio una mirada rápida a la habitación y quitó la pequeña foto que yacía en la mesita de noche. La foto en la cual salíamos las dos, sonrientes al habernos comprado unos helados de tres sabores diferentes con el dinero que ganamos en un billete de lotería. Cuando me entregó el portarretrato y me miró a los ojos fue cuando vi que estaba al borde del llanto.

- Madison, necesito que me escuches con atención. Descubrí algo de la familia Edwards, algo que no es para nada bueno y ahora me están persiguiendo – fruncí el ceño al no entender muy bien todo lo que me estaba diciendo, pero ella continuó hablando – Necesito que te tires por esa ventana. Abajo hay un colchón, no te pasará nada, pero tienes que hacerlo ahora.

- Pero...

- Iré justo detrás de ti, no me pasará na... - un golpe en la puerta nos hizo dar un brinco del susto. Ella negó con los ojos muy abiertos y me tomó por los hombros para luego empujarme debajo de la cama – Pase lo que pase, te quedarás aquí hasta que esas personas se vayan y, cuando lo hagan... lo único que harás será saltar por la ventana y correr sin mirar atrás, no te detendrás pase lo que pase ¿Entendiste...? – a pesar de que habló en susurros, escuché claramente todo lo que me dijo ese día.

Asentí aún confundida por la situación y ella me dio una sonrisa.

- Te amo mucho, Madison – me dio una última sonrisa y se levantó del suelo justo cuando tumbaron la puerta.

- Chloe Corti, ¿cierto? – ella no respondió y se escuchó una risa socarrona – Será mejor que acabemos con esto rápido.

- Por favor, yo... no tienes por qué hacer esto... por favor.

- No me importa, tengo instrucciones y me pagan bien por esto – escuché el por favor de mamá, apenas un pequeño murmuro y segundos después solo se escuchó un clic.

No sé cómo hice ese día para no gritar al ver como caía el cuerpo de mamá justo al frente mío con un hueco en el centro de la frente. Tampoco sé cómo hice para no salir en su ayuda cuando vi que unas manos la arrastraron fuera de la habitación dejando un camino de sangre a su paso.

Lo único que sabía era que mamá me había dado instrucciones muy claras.

Así que lo único que hice fue presionar el portarretratos contra mi pecho mientras me limpiaba las lágrimas que no me dejaban ver con claridad. Cuando estuve segura de que el asesino no iba a regresar, me arrastré fuera de la cama y corrí hasta la ventana. Justo como dijo mamá abajo había un colchón. Al lado en el contenedor de basura estaba la maleta, la bolsa con mis libros y los peluches tirados por el suelo lleno de lodo.

Sin pensarlo dos veces salté por la ventana, no me hice daño ya que vivíamos en el segundo piso y no era mucha altura. Me quedé en el colchón unos segundos y luego entendí lo que mamá había hecho.

No me había dejado la maleta y los libros para que huyera con ellos.

No.

Ella había limpiado cualquier rastro de mi de esa habitación.

Como me dijo en algún momento ninguno de los miembros de esa familia podía enterarse de que ella tenía una hija.

Tomé el portarretratos con más fuerza, cerré la tapa del contenedor de basura y salí corriendo del lugar, justo como ella me había dicho.

No miré atrás al dejar nuestro pequeño hogar, no miré atrás porque lo único que quería era vengarme de esa familia y del hijo de perra que la mató y no lo iba a lograr en ese instante.

No estaba lista para vengarme de esa familia por destruirme la vida, tal vez en ese momento no lo estaba, pero ahora iba a aprovechar la oportunidad de vida que me dio.

Tal vez ella hubiera querido que fuera feliz, que superara el pasado y viviera sin resentimientos, pero... a decir verdad lo único que yo quería era hacer que esa familia sintiera lo que yo sentí. Tal vez estaba arriesgando mi vida al meterme directamente en la boca del lobo, pero bueno... ¿que más podía perder...?

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