CAPÍTULO VEINTIUNO

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JACOBO

—Parece que la lluvia por fin está cediendo —dice Sarah que se encuentra sentada frente a mí. Tal y como dijo, la lluvia comienza a cesar y eso es una buena noticia, mañana podremos lavar si el sol hace acto de presencia, además podremos organizarnos y seguir nuestro camino. Son las 03:00 de la madrugada y el cielo está absolutamente negro. Observo la figura de Sarah que gracias a las llamas de la chimenea refleja sombras en la mitad de su cuerpo. Es hermosa, no importa cuántas veces la observe, la bese o esté cerca de ella, siempre me parece la creatura más hermosa que existe en la faz de la tierra.

—¿Qué pasa? —pregunta curiosa ante mi mirada.

—Admiro la belleza de este mundo —sonríe y baja la vista.

—Te quiero —y lo sé, lo veo en sus ojos. Me reacomodo y la invito a acercarse a mí. Coloco mi fusil a un lado y ella se acomoda entre mis piernas recargándose en mi pecho. La rodeo con mis brazos y le susurro al oído.

—Gracias por quedarte a mi lado —le digo con fervor —. Sé que tuviste la oportunidad de quedarte segura en la ciudad y decidiste formar parte de nuestro grupo, a pesar de ser la diana de tiro.

—Me quedaré a tu lado, sin importar las consecuencias.

—Eso me asusta y no tienes ni la menor idea de cuánto —digo riéndome nerviosamente.

—Pero esa decisión me atañe a mí. Yo decido quedarme a tú lado, yo decido amarte a pesar del temor que tengo por perderte en cualquier instante —me sigue diciendo al tiempo que voltea su rostro hacia mí y con un centímetro de distancia entre nuestros labios sigue susurrando —. Estoy aterrada Jacobo, pero sin importar cuanto tiempo nos quede, quiero que sea a tu lado...

—¡Shh! —la callo y la beso lentamente —. Todo estará bien y dentro de unos días estaremos disfrutando de la vida lejos de aquí, sin reglas o peligros. Te lo prometo —nos quedamos así durante unos minutos y observamos como la lluvia comienza a terminar.

—¿Crees que mañana sigamos? —me pregunta Sarah.

—No. No creo. Necesitamos otra camioneta y dudo que las que vimos ahí afuera funcionen, además no tenemos un mecánico. Por otra parte, necesitamos darnos un baño y lavar la ropa, no podemos seguir así.

—Espero que el día sea más cálido que estos dos últimos —frente a nosotros, en la sala, se encuentran Evan y Liz vigilando por la ventana. Se sientan en el sillón, deambulan por la sala, cualquier cosa que los mantenga despiertos.

—Se está rindiendo ¿cierto? —el comentario de Sarah me toma por sorpresa hasta que me doy cuenta que al igual que yo está observando a Evan. Observo a mi hermano y revivo los recuerdos de los días anteriores.

—Claro que no cariño y jamás creo que lo haga. Es solo que Lexa llegó y dio luz a su alma cuando todo se oscureció, pero su partida le ha provocado una herida tan enorme que busca con desesperación como cerrarla. Por quien temo, es por Liz.

—¿A qué te refieres?

—Liz ha intentado ayudarlo desde el primer día, pero no importa lo que haga, su presencia termina por empeorar la situación. El siempre ve a Lexa en ella, sus ojos no son capaces de ocultarlo. Me temo que lucha por negarse a perderse en las profundidades de sus recuerdos a través de ella —asiente. No le he preguntado cómo se siente. Sarah ha cambiado en estos últimos días y me preocupa, pero yo se lo asumo al miedo y dolor que ha sentido desde que perdimos a Lexa y que dejó todo en ese lugar, eso me hace sentir realmente agradecido con ella porque tuvo la oportunidad de quedarse en la ciudad y valientemente prefirió estar aquí con nosotros. Reafirmo mi abrazo y le susurro cerca del oído.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora