CAPÍTULO TREINTA Y TRES

15 1 0
                                    

EVAN

—¡Capitán! —lo llama el coronel desde su asiento detrás del escritorio.

—¿Si, señor?

—Escolte a los nuevos huéspedes de regreso a sus vehículos para que saquen lo necesario, los revisa y lleva al joven y su eqipo al laboratorio C, al resto les asigna una habitación y los pone al día.

—Entendido —afirma el capitán mientras dirige su mirada en nuestra dirección.

—Si llegan a necesitar algo, quedo a sus órdenes. Soy el Coronel Villanueva.

—Gracias —digo al tiempo que tomo la mano de Lexa y la dirijo hacia la puerta.

El capitán nos recibe en el pasillo y nos dirige de regreso, donde las dos camionetas sigue rodeadas por hombres armados. Richard asiente en mi dirección y esa es la señal para ir a organizar a mi equipo.

—Y Evan, también necesito que Lexa vaya con nosotros al laboratorio —me informa Richard.

Eso sí que no lo permitiré. Veo como los nervios comienzan a apoderarse de su cuerpo.

—Sube a la camioneta, Lexa —le pido de la manera más tranquila que soy capaz. Una vez adentro cierro la puerta y hablo tan rápido que por un momento siento que me ahogaré por no respirar.

—Nos han aceptado, pero es indispensable conseguir la cura para Liz y brindársela a ellos, esa es la condición para que nos apoyen. Jacobo, quedas a cargo, no se separen, no deambulen solos. No se nos permitirá llevar armas, así que estén alerta —suspiro y observo a Liz que ha pesar del maldito calor, sigue temblando por la fiebre —. Jacobo, avanza; ellos te dirán donde estacionarte.

—Entendido.

La camioneta comienza a moverse y mi tensión es tan palpable que Lexa se sienta en mi regazo y sin necesidad de que use palabras sé muy bien que no está de acuerdo con el trato. Pego mi frente sudorosa a la suya y le susurro.

—No permitiré que te lastimen.

—Ni yo permitiré que lo hagan contigo —me asegura.

Distingo como Lexa toma dos cuchillos con funda y se los coloca a Liz entre la poca ropa que lleva puesta. Toma otro, se quita el chaleco y lo coloca en la parte baja de su sostén.

Sonrió. Pronto cruzamos la puerta y de repente la luz desaparece y la camioneta va cuesta abajo. La única luz que hay proviene de unas luces amarillas en el techo, colocadas a intervalos de tres metros. La camioneta se detiene y abrimos las puertas. Con forme bajamos nos revisan a nosotros y nuestras mochilas.

Cuando es el turno de Lexa, tal y como pensaba le piden quitarse el chaleco, el cual regresa a la camioneta. Aguanto la respiración cuando el joven que la reviso la primera vez, vuelve a hacerlo, sin embargo, Lexa lo observa y eso basta para ponerlo nervioso, lo que hace que la deje ir rápido. Tomo a Liz en brazos y a pesar de los gritos de mi hombro, no la suelto cuando la revisan muy superficialmente.

—Alan, apóyate de Rogelio y Jacobo. Quedan a cargo —les ordena Richard a mi lado.

Alan asiente y reúne al grupo para seguir al capitán. Lo único que se nos permitió conservar fueron los auriculares y las radios.

Mientras tanto Lexa, Richard y Cesar que se encuentra herido, se quedan a mi lado hasta que llega un par de soldados con una silla de ruedas para César y una camilla para Liz. La coloco cuidadosamente sobre la fría camilla y la cubro con una sábana blanca. El hombre más grande nos pide que lo sigamos. Lexa lleva la silla de César, mientras que nosotros dirigimos la camilla, no tardamos en llegar a una amplia sala que según nos informa el soldado, es donde trabajaremos.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora