CAPÍTULO DIECISIETE

6 2 0
                                    

JACOBO

Son las 5:45 de la mañana cuando mi cuerpo me indica que es hora de levantarse. Evan no está, su cobija se encuentra ya doblada y colocada a mi lado. Sarah se despierta al sentir mi movimiento y se pone de pie. Afuera ya comienza a aclarar. Voy hacia Evan que se encuentra en la fogata.

—Buenos días. Madrugaste.

—Mi cuerpo no me permite estar mucho rato en una posición, me duele todo. Además dormí mucho ayer, aun no entiendo cómo conseguí dormir —Sarah se sienta a mi lado y nos da los buenos días.

—¡Partimos después del almuerzo! Por ahora ¿serían tan amables de ir a terminar su búsqueda de ayer? —pide Richard cansado. Para las 6:05 Sarah, Emmanuel, Evan, Liz e incluso Isabel y yo nos encontramos en marcha para buscar una fuente de agua, que según Sarah y Emmanuel no debe de estar cerca, al menos de que sea agua subterránea. Evan no tenía ánimos de venir, decía que no podía ayudar mucho, pero en estos momentos no se trata de que ayude, sino de que se distraiga. Rápidamente llegamos a los naranjos de ayer, pero esta vez no vamos hacia ellos, sino que caminamos hacia la izquierda por su linde. No estoy seguro de cuánto tiempo pasa, estoy concentrado en vigilar lo que nos rodea, al igual que Evan, quien lleva el fusil aferrado. El sol comienza a mostrar sus primeros rayos cuando lo encontramos, no es grande pero por el pequeño arroyo corre agua cristalina. Todos se disponen a llenar el galón que cada uno trae.

Evan vigila mientras nosotros terminamos de llenar y paras las 7:56 ya nos encontramos de regreso. Mis brazos y piernas se encuentran cansados, hicimos varias paradas pero caminar dos kilómetros y medio con veinte kilos extras no es tan sencillo, tomando en cuenta la inclinación del terreno.

Después de almorzar Richard anuncia lo que platicamos ayer, respecto a avanzar hasta llegar a un lugar que podamos usar como refugio. Todos están de acuerdo y en cuanto terminamos de acomodar las cosas en las camionetas nos repartimos en dos grupos. Mi equipo irá en nuestra camioneta y las otras diez personas se irán en la camioneta patrulla dirigida por Alán y Richard. Para las 11:00 ya nos encontramos de camino nuevamente. Yo soy el conductor y Evan es mi copiloto. En la parte trasera de la camioneta van las señoritas y Emmanuel junto con las provisiones. Todo está en total silencio, preferimos observar aquello que nos va rodeando conforme avanzamos. Los matorrales van quedando atrás y están siendo sustituidos por árboles altos que no reconozco.
Llegamos a una carretera y la abordamos. No tardamos en empezar a ver indicios de lo que antes fue la periferia de una gran urbanización. El primer auto que encontramos abandonado tenía las llantas desinfladas, la puerta del piloto abierta y en precario equilibrio, además la naturaleza lo reclamaba, por lo que estaba casi lleno de enredaderas. Conforme más avanzamos, más carros encontramos y lo que mi mente ya imaginaba pero mis ojos no conocían, comienza a hacerse presente. Autos, camionetas, autobuses de todos los tamaños y también colores deteriorados por el intemperismo; varios llevan de pasajeros esqueletos que alguna vez pertenecieron a personas. Noto como a mi lado Evan aferra su fusil. Aún no llegamos a la urbanización, solo es una carretera de seis carriles que lleva a ella. <<¿Tantos automóviles había?>> No logro imaginarme este camino lleno de automóviles en circulación, me parece un espacio para una cantidad de personas alarmantes.

La camioneta de Richard abre la marcha y nos damos cuenta que se han detenido a tres metros de nosotros. Me detengo cuando estamos adyacentes a su camioneta y Evan me sigue abajo.

—¿Qué pasa Alan? —pregunto.

—Llegó a su fin —dice mientras le da una ligera patada a la llanta de la camioneta —el aceite se acabó.

—¡Carajo! —escucho maldecir a Evan atrás de mí. No somos mecánicos ni de lejos, pero conocemos lo suficiente para saber que una vez se termina el aceite por completo el automóvil se desvíela y eso significa que el motor ya no sirve. En conclusión, solo hay una camioneta ya. Entre más tardamos en continuar, más gente baja de las camionetas a ver lo que está pasando. Richard nos pide que lo sigamos hasta quedar a unos cinco metros de la multitud

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora