CAPÍTULO TREINTA Y DOS

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LEXA

Está vez es Jacobo quien maneja con Emmanuel como copiloto.

Evan habló con nosotros antes de subirnos a la camioneta nuevamente, nos explicó la posible razón por la cual Liz ha enfermado y el plan con un margen de error demasiado alto. También anunció que no permitiría que nos pusieran una mano encima a ninguno de nosotros y por ello él se presentaba como voluntario para que Richard busque una solución.

Ese comentario me hizo sonreír porque después de todo no eran divagaciones lo que salió de la boca de mi abuela, al menos la mayoría.

Evan está preocupado, eso es evidente y puesto que el virus lo traje yo y que mi abuela es una de las fundadoras; bueno, me siento obligada a apoyar en lo que pueda, por ello me he ofrecido voluntaria para cuidar de Liz durante el viaje. No me entusiasma, pero después de todo solo es una persona.

Tomo un pequeño vaso de metal donde sirvo un poco de nuestra pequeña reserva de agua.

—Liz, despierta —le digo con voz neutral al tiempo que la sacudo delicadamente —. Debes tomarte esta pastilla, te ayudará para el malestar —creo que lo que la hace abrir los ojos de golpe es el hecho de que sea yo quien se la ofrece.

—Anda —le insisto.

Me observa con recelo, pero paso eso por alto, le doy la pastilla y la dejo que tome cuánta agua soporte.

—Dame tu chaqueta —le pido mientras comienzo a quitarle las botas, sin embargo retrae sus piernas en señal de desconfianza. — Escucha, Liz, que te parece si hacemos una pausa en nuestra guerra infantil y me permites ayudarte para que no convulsiones por la fiebre —demando con voz cansada.

—¿Por qué quieres ayudarme?

—Porque cuando yo lo necesité, alguien más me ayudó, es una cadena linda, tienes que pagar tus deudas al destino —no dice nada, pero cuando me acerco a desabrochar sus botas, no me lo impide.

Noto como observa furtivamente a Evan que está sentado en el asiento al otro lado de la camioneta, frente a ella.

Liz me entrega la chaqueta y le pido que también me dé su pantalón, es necesario que lleve la menor cantidad de prendas que solo incentiven el aumento de su temperatura corporal. Le ofrezco uno de mis shorts para que no se sienta tan incómoda y le quito los calcetines. Procuro darle de beber agua constantemente para regularizar la temperatura en su organismo, por lo que nos vemos obligados a hacer varias paradas para que orine.

A pesar del acetaminofén y mis atenciones, la fiebre no cede hasta que decido colocarle ungüentos de agua tibia, que es cuando comienza a descender a pesar de sus gemidos por la diferencia de temperaturas entre la tela y su piel. Poco a poco su respiración se hace más profunda, hasta quedarse dormida ya con una temperatura dentro de los parámetros indicados como adecuados.

Mi pierna izquierda reclama por el esfuerzo de ir hincada durante tanto tiempo, por lo que tomo asiento usando las piernas de Evan como respaldo.

—Ven —me pide Evan mientras me indica que me suba a su regazo y eso hago.

Nuestros cuerpos encajan a la perfección por lo que logro acomodarme en seguida.

—Gracias —susurra entre mi cabello.

—¿Por qué?

—Por comprender —y sé muy bien a lo que se refiere.

Sé que su corazón es noble. También comprendo que Liz es una chica generosa y que en mi ausencia él me busco en ella, sin embargo, estoy segura de que me ama porque me lo ha demostrado y por ende, no tiene caso enemistarme con Liz y menos aún, si para Evan es aunque sea mínimamente importante. Así que aquí estoy ayudando por mi deuda, como acto de rebelión en contra de los ideales de mi abuela y en apoyo a Liz como persona.

PROTOTIPO CR-6: LIBERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora