VI La cueva espejismos

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El viaje tomó mucho tiempo, y los jóvenes ya habían durado un par de semanas desde la primera vez que llegaron al bosque. Marie solía cantar en el camino; su voz era tan dulce y suave que producía calma.

   Cuando llegaron a la cueva, Marie presentó el lugar.

   —Hemos llegado, les presento a la cueva espejismos.

   —Me han mentido —añadió Rediels—. Esto ha tomado más de lo esperado.

   —Nunca dije que fuera un camino rápido —canturreó Marie—, pero es el camino más seguro. Recientemente se han visto muchas bestias por aquí.

   Luego entraron a la cueva, era un sitio frío y oscuro, sin mencionar el fuerte silencio que abundaba. Trevor, el chico más rudo del equipo, temblaba del miedo, de manera que parloteaba sin darse cuenta.

   —Marie... —dijo Trevor— ¿No crees que sería una mejor idea rodear la cueva?

   —¿Acaso tienes miedo? —replicó.

   Trevor era muy orgulloso, ocultaba su miedo intentando intimidar. Sin embargo, tembló al voltear la cabeza y observar que la salida estaba lejos, también al notar que la cueva se volvía cada vez más oscura.

   Misteriosamente, el territorio se iluminó con un camino de antorchas. Para la sorpresa de Marie, Zarek y Rabu, en esa cueva nunca ha habido antorchas. Seguidamente, un misterioso olor vagaba por toda la superficie.

   —¡Huele muy mal! —exclamó Irvin, mientras se cubría su nariz— ¿Qué ha sido eso?

   —Tal vez es porque no te has bañado en todos estos días —comentó Trevor en tono burlón.

   —No juegues conmigo, nunca he olido tan mal en toda mi vida.

    Cuando Irvin voltea, se percata de que Trevor ya no era un hombre, sino una mujer (aunque esto fuera producto de su imaginación). Era la mujer de sus sueños, tenía todo lo que deseaba en una dama: Ojos grandes y expresivos, un cuerpo delgado y cabello castaño. Trevor intentaba despertarlo, pero estaba muy ilusionado. Irvin lo abrazaba con mucha fuerza y Trevor no podía liberarse.

   —Que imprudente —murmuró Rabu—. Éste no es el mejor momento.

   Rabu miró el estado de Irvin y de inmediato informó en voz alta.

   —¡Escuchen todos! Traten de inhalar éste olor lo menos posible. Se trata de un polen tóxico que los llenará de ilusiones.

    Pero ya era demasiado tarde. La mayoría había absorbido el olor suficiente para babear ilusionados. Marie miró al chico que tanto anhelaba, y Rediels observó a Irvin, siendo romántico con ella. Parecía excitada, pues la mayoría del tiempo se mostraba reservada. Aquél momento parecía llenarle de mucha alegría, Rediels expresaba su enorme cariño hacia Irvin.

   Jennifer por otro lado, a pesar de que había inhalado aquél polvillo, no obtuvo ninguna ilusión. Se incomodaba al ver sus compañeros retorcerse, babeando y sudando ilusionados.

    —Es muy peligroso, ya hacía tiempo que no sucedía algo así —comentó Rabu.

    —¿Qué sucede con ellos? —preguntó Jennifer.

    —El polen tóxico despierta el instinto más vivo de los seres vivos, la reproducción.

    Jennifer al escuchar aquello, retrocedió. Y asustada miró a los chicos.

    De un momento a otro, las antorchas se apagaron y los ilusionados comenzaron a gemir desesperadamente. Jennifer no soportaba la presión, tras temblar y soltar un grito disparó una llamarada que incendió toda la cueva, lo suficiente para que la iluminase. Los demás al ver el fuego se asustaron, como si nunca hubiesen visto algo similar.

   —Me sorprende que no caigas en aquél efecto, señorita. Sin dudas me has sorprendido en todo este tiempo —añadió Rabu mientras se colocaba en su hombro.

   —Nunca he sentido una atracción sexual hacia alguien —replicó— por alguna razón me da miedo, al igual que conocer personas nuevas.

    Jennifer, detuvo la charla cuando notó que había tres caminos al frente. Pero sus llamas azules no eran lo suficientemente fuerte como para iluminar lo que había en ellos.

   Rabu le había comentado a Jennifer que uno de esos tres caminos era la salida, la cueva espejismos realmente es un largo laberinto que es muy fácil perderse. Cuando Jennifer decide ir por el camino del medio una raíz la toma de una pierna, y se la lleva arrastrándola. Luego, sucedió lo mismo con los demás

    Rabu gritó con todas sus fuerzas, su voz se volvía intimidante a medida que el eco de la cueva resonaba su presencia.

    —¡Gaia, ellos no son tus enemigos!

Noventa noches bajo la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora