XX El cementerio de los olvidados

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Aunque Jennifer parecía no estar presente, podía observar detenidamente las decisiones que tomaba Beatriz. De un momento a otro llega Ancor, y se detuvo al mostrarse impresionado, y contempló a Jennifer que estaba sentada sobre una piedra.

   —Parece que uno de los cachorros, ha tomado el control de un poder prohibido. Dichoso aquél que se lo ha concedido.

   Pero Jennifer no respondió.

   —Si vienes conmigo y haces lo que te digo, dejaré que los tuyos salgan con vida.

   Jennifer levantó su cabeza, pero jamás miró a los ojos de Ancor. Él la tentaba para tener su atención, pero ella no respondía. Se levantó, y amarró su largo cabello. Juntó sus manos, como si estuviese rezando y creó una enorme jaula de fuego que los encerró a ambos.

   Ancor estaba asustado. Cuando Jennifer decidió verlo, se dio cuenta que no le había dado tiempo de exponer sus cuernos. Ancor intentó atacarla con su puño cargado, y Jennifer tampoco se quedó atrás con su brazo completamente encendido, pero el golpe se lo llevó Ancor en su mejilla.

   El brazo del hombre deformado se volvió un tentáculo, y se movía de un lado a otro, rompiendo árboles y agrietando la tierra.

   —Tal parece que no vas a cambiar de opinión —dijo Ancor mientras le señalaba.

   Su gesto, fue una distracción para que Jennifer lo viera a los ojos. Sus cuernos eran enormes, pero con suerte, desvió la mirada de inmediato. Aprovechó esa oportunidad, y la atrapó con telarañas bañadas en corriente sobre su brazo izquierdo, y rápidamente lanzó un aro en el brazo derecho. El aro explotó, pero su cuerpo logró soportarlo, debido a que Jennifer en ese momento no era completamente humana.

   Aquél, al darse cuenta de que el fuego ya no le quemaba, abusó de sus poderes, pero ninguno intimidaba a Jennifer. El cuerpo de Ancor comenzó a desintegrarse, y mientras más se excedía, el viento se llevaba las cenizas de su cuerpo. Creó un látigo y golpeó todo lo que estaba cerca sin piedad. Provocando que el área se cubriese de polvo, de manera que no podía ver nada. Cuando Ancor baja su guardia, se aparece Jennifer con sus dedos encendidos al rojo vivo, tomándolo de las clavículas.

   El otro, volvió a explotarle sus muñecas, pero esta vez, la corriente pasó por las venas de Jennifer, sintiendo un dolor insoportable en el corazón. Ancor aprovechó para patearla, con una fuerza que logró que diera vueltas por el suelo.

   Jennifer se retorcía del dolor, de manera que le costaba mantener los ojos abiertos. El brazo derecho de Ancor cambió a una tonalidad gris, que con el tiempo, sus trozos se los llevó el viento. Tercamente, intentó quitarle la vida a Jennifer de un último golpe, y ella como pudo, creó una explosión para escapar. Se sentía aliviada, pero no había notado que estaba tosiendo sangre, y que la misma también salía de su nariz. Ancor la atrapó con dos aros, y con una cuchilla cargada de su propio poder, usando su mano, la clavó en sus costillas. Cargó a Jennifer y le gritó.

   —Mírame a los ojos. ¡Mírame!

   Jennifer pensaba que iba a morir, se negaba a verlo. Recordó todo lo que sucedió en ese viaje, los amigos que había hecho, y los sentimientos que había desarrollado. Amó las veces en las que sonrió, y las veces en las que se escuchó a ella misma llorando. Reconoció, que aceptar ir a casa de Joe aquél día, fue la mejor decisión que tomó hasta ese entonces, porque por primera vez, supo que no estaba sola.

   —Hasta aquí puedo llegar, señorita Jennifer —le susurró Beatriz.

   La jaula de fuego, había desaparecido, al igual que los rastros físicos antes mencionados. Jennifer, sintió todo el dolor que había soportado Beatriz en su cuerpo, y no evitó gritar mientras salían un par de lágrimas que resbalaban sus mejillas.

   Como pudo, logró liberarse. Y al caer al suelo, se arrastró para recoger un palo que se encontraba cerca. Ancor, no se molestó en atacarla, en cambio sintió lástima al observar todos sus esfuerzos. Pero por última vez corrió hacia donde se encontraba Jennifer, su brazo brillaba de lo potenciado que se encontraba, y al intentar atacar a la joven, la misma se agachó y clavó el palo en su ojo, haciendo que cayera al suelo.

   Adolorida caminó hacia el cuerpo de Ancor y se subió encima de él, luego intentó golpearlo con las fuerzas que le quedaban. A lo lejos se escuchaba su nombre a gritos, se trataba de Rediels quien la estaba buscando. Jennifer al mirarla, por instinto se prendió en fuego a sí misma junto con Ancor, el fuego era tan intenso que ni ella misma podía controlarlo.

   Ancor la movió a un lado, pero Jennifer ya había perdido la conciencia; estaba llena de heridas y quemaduras muy graves. Rediels miró lo ocurrido, y corrió para recoger a la joven herida.

   —Aquellos que se sacrifican por otros, no piensan en ellos mismos —rezongó Ancor.

   Rediels, enojada lo callaba.

   —Newdeel quería sacar a Marie de este bosque, estoy segura de que también habría querido hacer lo mismo con ustedes. Aunque tú no lo creas, pudo haberse preocupado por ti aún si peleaste con ella.

   Ancor, miró a Jennifer, y reflexionó sobre lo sucedido. Pero su orgullo le impedía darle la razón a Rediels.

   Rediels se levantó hacia donde se encontraba Ancor, y con la fuerza acumulada que le quedaba, pateó la cabeza del mismo. El impacto fue tan fuerte que rebotó como una pelota hasta chocar con un par de rocas.

   De un momento a otro llegaron los demás, y quedaron impresionados al ver el estado de Jennifer, y la deforme figura de Ancor (aunque ya para ese entonces, el viento se llevaba lo que quedaba de su cuerpo).

   —No está muerta —añadió Rabu mientras tocaba el pecho de Jennifer.

   —Parecía que iba a morir —siguió Rediels—. Estaba gritando desesperadamente del dolor. Ella no es tan resistente como todos nosotros.

   —Sus heridas son graves ¿por qué no se quedan un poco más? —preguntó Rabu.

   —No hay tiempo que perder, debemos salir de aquí. Estoy harto de todo esto —soltó Joe.

   —Pues —siguió Rabu—, el mañana puede esperar. Para que ustedes juntos, puedan volver a caminar.

Noventa noches bajo la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora