Parte 9.Segunda Era

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Hijo del Cóndor no le contestó. En realidad no se dirigía a la guerra. Se dirigía al Templo de la Luna a llorar e implorarle a Xixata en medio de la oscuridad del templo, que ambos enfrentasen la verdad.





Rut Za Berú, consultaba sus oráculos. 

Vertía en la vasija ceremonial, las aromáticas esencias de pasote, cariaquito morado, coca, cundeamor y jazmines

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Vertía en la vasija ceremonial, las aromáticas esencias de pasote, cariaquito morado, coca, cundeamor y jazmines. Bebió la sagrada infusión y se concentró, respirando pausadamente, mientras ponía sus ojos hacia arriba y a la derecha, para tratar de conectar con las fuentes del futuro. Su mente se volvía cada vez más receptiva. El visualizaba raíces que de sus pies salían y entraban en la tierra, recibiendo con cada inspiración la energía magnética de la tierra y con cada expiración saliendo la energía negativa, descargándola. Luego cuando su mente estuvo vaciada, abrió sus ojos y se concentró en la vasija. En él líquido estaba claramente definida una figura estilizada; separados ambos por una inmensa fogata. La figura salió de la vasija y se proyectó en la pared. Ahora la muralla de fuego estaba en el piso, justo frente a él.

--Blasfemo—le dijo la figura desde la pared, desde el fondo de la vasija y dentro de su cerebro---no te atrevas a levantar tu mano contra quien no puedes. Reflexiona y detén tus planes. Suplica perdón para tu alma.

Rut Za Berú suspiró. Ese ser estaba tan vivo como él. Peor aún. Este ya lo había encontrado, instalándose firmemente en el fondo de su propio poder espiritual.


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Ave Azul miraba arrobada a la niña, era pequeña y frágil. Nadie podía imaginar su inmenso poder. Vio la ventana y un signo de buena suerte apareció. Un joven cóndor se posaba en las ramas del fuerte samán del jardín.

La joven Caribe sonrió. Tahirza no reinaría nunca en el Imperio Chibcha. Era la novena en la línea de sucesión y adicionalmente ninguna mujer sé podía sentar en el trono de los Chibchas. Pero nadie discutiría nunca su reinado en los Timotocuicas, Motilones y entre su propio pueblo Caribe. Su futuro estaba en las cálidas tierras del norte.

Saba Tamac entró en la habitación. Tenía un gesto cómplice en la mirada...

--Estabas retándome hoy. Fuiste al desfile militar con los colores de mis enemigos,

Somos enemigos—le dijo la joven con una sonrisa.

Entonces haremos la guerra.—concluyó el hombre, sintiéndose hervir al contemplar el menudo y estatuario cuerpo , casi desnudo , frente a él.

--La última vez casi no pudiste. Té pasantes la noche orinando. Por eso se recomiendan a las mujeres jóvenes no casarse con ancianos.

¿Anciano yo? Ya verás.—dijo el hombre , tomándola cargada y llevándola a la cama de pieles.

XIXATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora