Final

13 2 0
                                    


Pasaron varias lunas y el amanecer llegó al reino. La alegría pasó a la tranquilidad y nuevas preocupaciones.

Los Taguanes en el norte continuaban asolando y quemando las tierras y bien pronto avanzarían hacia el destruido y empobrecido reino chibcha. No había un talento. Las minas de plata, esmeraldas y oro estaban agotadas y un inmenso ejército Inca avanzaba a toda velocidad desde el sur. Las tropas Incas que pernoctaban en las colinas con una presencia omnipresente y odiosa, recordando lo que le sucedería a todos dentro de unos días.

Mi sagrado abuelo y abuelo mío—dijo Marutta—perdió la razón desde muchas lunas atrás. No sé cómo lo detendremos.

--No podemos pelear, pero tampoco le abriremos las puertas.

--Quiere casarse con nosotras.

Malo no es—dijo Tahirza riéndose—seriamos las reinas consortes del imperio.

Esta tan loco—dijo la otra con un estremecimiento—que nos puede matar inmediatamente después de vernos y que no le guste la forma de nuestras uñas de los pies. Ni se acuerda que es mi abuelo materno

--Tú estás a salvo—le dijo Tahirza—tienes unos pies muy bellos. Los míos son más rústicos.

--No bromees que esto es serio...

La regencia se instaló con los caciques que eran la asamblea de caciques que regía a Ita Za Berú y Rut Za Berú. Las jóvenes decidieron no realizar un baño de sangre. Solo Ita pago sus crímenes y Rut aprovechó para escapar quien sabe adónde.





##!$!




Hasta que llego el día en que en la llanura frente a la ciudad apareció aquella imponente fuerza, más grande y poderosa que lo visto por algún ser jamás.

Las princesas se prepararon para cumplir la más difícil de todas las pruebas...

Los guardias Incas vieron venir a la mujer y al niño. La mujer traía el medallón que le daba fuerza de ley. Era el mismo medallón...No podía ser. Pero era.

La mujer recorrió por el campamento, mientras en silencio las tropas volteaban para mirarla. Los soldados más veteranos comenzaron a hincar su rodilla a su paso. No recordaban quien era; pero portaba el más sagrado de los medallones en su pecho. Al llegar a la prohibida tienda, la joven dijo las secretas palabras que Era la orden que no podía ser desobedecida.

Adentro de la inmensa tienda, un hombre en lo último del agotamiento físico, estaba acostado en su real catre. Junto a él en silencio acostados boca abajo y con las manos ocultas por sus manos, sus generales le escuchaban, postrados en adoración...

La mujer entró y caminó hacia el enloquecido rey.

Este tenía la vista muy deteriorada y los vericuetos de su mente iban y venían sin saber qué cosa era la realidad y cual no.

--Sagrado abuelo y abuelo mío—dijo la muchacha con ternura, tomando las Enflaquecidas manos del anciano, depositándole un beso en su afiebrada frente.

--¿Xixata?¿Por qué no venias?—dijo en un ataque de lucidez el hombre al ver su nieta—Hemos perdido mucho tiempo. Tenemos que hacer los puentes y fortines.

--Ya he llegado sagrado abuelo y abuelo mío. Ya los haremos.—dijo ella alisando las pocas hebras de pelo del alucinado

¿Dónde estabas? Te he estado esperando para desayunar. La comida debe estar fría.—dijo el hombre, cómo si el tiempo no pasó y estaba en el Comedor del palacio.

XIXATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora